"Sacadme, Señor, de mis necesidades;
ved mi humillación y mi trabajo
y perdonad todos mis pecados.
A Vos, Señor, elevé mi alma:
Dios mío, en Vos confío, no sea confundido"
(Introito)
¿Quién podrá sentirse inocente en la presencia de Dios?
¿Quién podrá sentirse limpio y sin mancha ante el Justo?
¿Quién podrá creer que se basta a sí mismo?
Nuestra alma padece la penuria de las necesidades:
Necesitamos la Vida: ¡Cristo, vivifícanos!
Necesitamos la luz: ¡Cristo, ilumínanos!
Necesitamos la gracia: ¡Cristo, fortalécenos!
Necesitamos la misericordia: ¡Cristo, perdónanos!
Necesitamos un corazón nuevo: ¡Cristo, transfórmanos!
Necesitamos ser redimidos: ¡Cristo, justifícanos!
Estamos necesitados del agua que mana de tu costado herido: ¡Cristo, lávanos y purifícanos!
¡Aliméntanos con tu Cuerpo, que es verdadera comida!
¡Embriáganos con tu Sangre que es verdadera bebida!
Hasta tu Cruz nos acercamos para entregarte nuestros pecados, Tú que has venido al mundo para recogerlos y redimirlos.
Hasta tu Cruz nos acercamos y con María a ella nos abrazamos para entrar por las puertas de tu Corazón traspasado al reino de la Vida.
¡Dios mío, en Vos confío, no sea confundido!
P. Manuel María de Jesús
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