Avergonzarse
de los propios pecados y no auto-absolverse descargando la responsabilidad en
los demás: son las actitudes que propuso el Papa para ser misericordiosos y
poder ofrecer un aporte a la paz en las sociedades y en el mundo. Fue lo que
dijo Francisco durante la Misa de hoy lunes en la Capilla de la Casa Santa Marta.
«Sean
misericordiosos como nuestro Padre es misericordioso»: el Papa comenta la
exhortación de Jesús, afirmando enseguida que «no es fácil entender este
comportamiento de la misericordia», porque estamos acostumbrados a juzgar: «no
somos personas que dan espontáneamente un poco de espacio a la comprensión y
también a la misericordia». «Para ser misericordiosos –observó– son necesarias
dos actitudes: La primera es la conciencia de nosotros mismos», saber que
«hemos hecho muchas cosas malas: ¡somos pecadores!». Frente al arrepentimiento,
«la justicia de Dios… se transforma en misericordia y perdón». Pero es
necesario avergonzarse de los pecados: «Es verdad, ninguno de nosotros ha
matado a nadie, pero hay muchas cosas pequeñas, muchos pecados cotidianos, de
todos los días… Y cuando uno piensa: “¡Fíjate, que corazón más pequeño! ¡He
hecho esto contra el Señor!”. ¡Y se avergüenza! Avergonzarse ante Dios, esta
vergüenza es una gracia: es la gracia de ser pecadores. “Yo soy pecador y me
avergüenzo ante Ti y te pido perdón”. Es sencillo, pero es muy difícil decir:
“He pecado”».
A
menudo, observa Papa Francisco, justificamos nuestro pecado descargando la
culpa sobre los demás, como hicieron Adán y Eva. «Quizás, el otro me ha
ayudado, ha facilitado el camino para hacerlo, ¡pero lo he hecho yo! Si
nosotros hacemos esto se darán muchas cosas buenas ¡porque seremos humildes!».
Y, «con esta actitud de arrepentimiento somos más capaces de ser
misericordiosos, porque sentimos sobre nosotros la misericordia de Dios», como
decimos en el Padrenuestro: «Perdona nuestras ofensas, como nosotros perdonamos
a los que nos ofenden». Así, «si no perdono, estoy un poco ¡en fuera de
juego!».
La
otra actitud para ser misericordiosos, ha afirmado el Papa, «es agrandar el
corazón», porque «un corazón pequeño» es «egoísta e incapaz de ser
misericordioso». «¡Agrandar el corazón! “Pero soy un pecador”. “Pero mira que
ha hecho esto y esto… ¡Pero yo he hecho muchas!” “¿Quién soy yo para
juzgarlo?”. Esta frase: “¿Quién soy yo para jugar esto? ¿Quién soy yo para
hablar de esto? ¿Quién soy yo, que he hecho las mismas cosas o peores?”
¡Agrandar el corazón! Y el Señor lo dice. “¡No juzguen y no serán juzgados! ¡No
condenen y no serán condenados! ¡Perdonen y serán perdonados! ¡Den y se les
dará!’. ¡Esta generosidad del corazón! ¿Y qué se les dará? Una medida buena,
remecida, rebosante se les verterá en el seno. Es la imagen de las personas que
iban a recibir el grano con el delantal, alargaban el delantal para recibir más
grano. Si tienes el corazón ancho, grande, tú puedes recibir más»
El
corazón grande, ha dicho Papa Francisco, «no condena, sino que perdona,
olvida», porque «Dios ha olvidado mis pecados; Dios ha perdonado mis pecados.
Agrandar el corazón ¡Esto es bello!», exclamó el Papa: «¡sean
misericordiosos!».
«El
hombre y la mujer misericordiosos tienen un corazón grande, grande: siempre
excusan a los demás y recuerdan sus propios pecados. “¿Has visto lo que ha
hecho aquel?”.”¡Tengo bastante con lo que he hecho yo y no me entrometo!”. Este
es el camino de la misericordia que debemos pedir. Si nosotros, si todos los
pueblos, las personas, las familias, los barrios, tuviésemos esta actitud
¡cuánta paz habría en el mundo, cuánta paz en nuestros corazones! Porque la
misericordia nos lleva a la paz. Recuerden siempre: “¿Quién soy yo para
juzgar?” Avergonzarse y agrandar el corazón. ¡Qué el Señor nos dé esta
gracia!».
Fuente: www.news.va
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