El significado de la parte frontal de la Medalla Milagrosa
María está de pie sobre un globo, aplastando la cabeza de una serpiente bajo sus pies. Se para sobre el globo, como la Reina del cielo y de la tierra. Sus pies aplastan la serpiente para proclamar que Satanás y todos sus partidarios no tiene poder frente a ella. El año 1830 que aparece en la Medalla Milagrosa es el año en que la Santísima Virgen dio el diseño de la Medalla a santa Catalina Labouré. La referencia a María concebida sin pecado manifiesta el dogma de la Inmaculada Concepción de María —a no confundirse con el nacimiento virginal de Jesús y que se refiere a María sin pecado, “llena de gracia” y “bendita entre todas las mujeres” (Lucas 1:28)— que fue proclamado 24 años más tarde, en 1854.
El significado del reverso de la Medalla Milagrosa
La visión de Catalina continuó y pudo ver el diseño al reverso de la medalla. Doce estrellas rodean una “M” grande de la que surge una cruz. Debajo hay dos corazones con llamas surgiendo de ellos. Un corazón está rodeado de espinas y el otro perforado por una espada.
Las doce estrellas se refieren a los Apóstoles, que representan la Iglesia entera en torno a María. También nos recuerdan la visión de san Juan, escritor del Apocalipsis (12:1), donde “un gran signo apareció en el cielo, una mujer vestida con el sol, y la luna bajo sus pies y en su cabeza una corona de doce estrellas”. La cruz simboliza a Cristo y nuestra redención, con la barra bajo la cruz simbolizando la tierra. La “M” representa a María, y su inicial entrelazada con la cruz demuestra la estrecha participación de María con Jesús y en nuestro mundo. En esto vemos el papel de María en nuestra salvación y su función como madre de la Iglesia. Los dos corazones representan el amor de Jesús y de María para nosotros (ver también Lucas 2:35).
El mensaje de María a Santa Catalina
Entonces María dijo a Catalina: “Haz acuñar una medalla según este modelo. Quienes la lleven puesta recibirán grandes gracias, especialmente si la llevan alrededor del cuello”. Catalina le explicó a su confesor cada una de las apariciones con detalle. Ella no reveló que había recibido el diseño de la Medalla hasta un poco antes de su muerte, 47 años después.
Con la aprobación de la Iglesia, las primeras Medallas fueron creadas en 1832 y distribuidas en París. Casi inmediatamente, las bendiciones que María había prometido empezaron a derramarse sobre aquellos que llevaban puesta su medalla. La devoción se propagó como fuego. Milagros de gracias, salud, paz y prosperidad siguieron. Dentro de poco, la gente comenzó a llamarla “la Medalla Milagrosa”. En 1836 se emprendió una investigación canónica en París declarando las apariciones auténticas.
No existe superstición, ni magia, en relación con la Medalla Milagrosa. La Medalla Milagrosa no es un “amuleto de buena suerte”. Más bien, es un gran testimonio de fe y confianza en el poder de la oración. Sus milagros más grandes son de paciencia, de perdón, de arrepentimiento y de fe. Dios usa una medalla, no como un sacramento, sino como un agente, un instrumento que trae consigo gracias maravillosas. “Las cosas débiles de esta tierra Dios las ha escogido para confundir a los fuertes”.
Cuando la Santísima Virgen dio el diseño de la medalla a santa Catalina Labouré, le dijo: “Ahora deben dársela a todo el mundo y a cada persona”.