"Venid, Dios mío, en mi socorro
y apresuraos a ayudarme;
confundidos y avergonzados sean mis enemigos
que buscan mi vida.
Sean rechazados y avergonzados
quienes me quieren mal"
(Introito)
Bienaventurado será el que socorre a su prójimo en la calamidad y en el infortunio, porque no le faltará el auxilio del Señor, ni le serán cerradas las puertas de su corazón misericordioso.
Bienaventurado será el que apresura sus pasos para estar al lado del que necesita su ayuda, porque el Señor mismo lo llevará sobre sus hombros para introducirlo en su reino por toda la eternidad.
Bienaventurado el que no atenta, ni destruye, ni trama contra la vida de su hermano, porque recibirá la bendición del Señor.
¡Ay de aquél al que el Señor haya de pedir cuenta de la sangre del prójimo con la que ha teñido sus manos!
¡Confundidos y avergonzados por toda la eternidad serán los hombres de corazón duro y perverso!
Felices y dichosos serán por toda la eternidad los que a su paso van sembrando vida, enjugando lágrimas, consolando penas y portando paz.
Bienaventurados y felices serán los que saben querer y amar.
Bienaventurados por siempre los de limpio y magnánimo corazón.
¡Ninguna maldad pasa oculta a los ojos del Señor!
¡Él rechaza y desprecia los corazones soberbios y arrogantes!
El Señor sana y limpia los corazones quebrantados y humillados.
P. Manuel María de Jesús
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