" Siempre que acudí al Señor, se dignó oír mi voz contra los que me rodeaban; y los humilló el que existe antes de los siglos y dura eternamente. Pon tus cuidados en el Señor y Él te sostendrá"
(Introito)
Bienaventurado es el hombre que sentado sobre las rodillas del Señor se deja acariciar por Él en el momento de la prueba.
Bienaventurado el que no confía en sus propias fuerzas y busca su apoyo y su fortaleza en el Señor.
Bienaventurado quien no pone su confianza en el corazón del hombre, engañoso y perverso, pues sólo el corazón del Señor permanece fiel eternamente.
Él escucha el clamor de sus hijos y atiende a sus lamentos.
Él no pasa de largo ante el que yace desvalido, ni vuelve el rostro ante quien lo busca con su mirada.
El Señor siempre hará justicia a sus pobres y reclamará al hermano la sangre de su hermano.
No da piedras en vez de pan a sus hijos hambrientos de justicia, de amor y de consolación.
Él sostiene con su mano a sus pequeños que se doblan y van caer.
El Señor actúa siempre, a su tiempo y con sabiduría infinita.
A unos ensalza y a otros humilla, porque sólo Él conoce lo profundo de cada corazón.
P. Manuel María de Jesús
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