REGNUM MARIAE

REGNUM MARIAE
COR JESU ADVENIAT REGNUM TUUM, ADVENIAT PER MARIAM! "La Inmaculada debe conquistar el mundo entero y cada individuo, así podrá llevar todo de nuevo a Dios. Es por esto que es tan importante reconocerla por quien Ella es y someternos por completo a Ella y a su reinado, el cual es todo bondad. Tenemos que ganar el universo y cada individuo ahora y en el futuro, hasta el fin de los tiempos, para la Inmaculada y a través de Ella para el Sagrado Corazón de Jesús. Por eso nuestro ideal debe ser: influenciar todo nuestro alrededor para ganar almas para la Inmaculada, para que Ella reine en todos los corazones que viven y los que vivirán en el futuro. Para esta misión debemos consagrarnos a la Inmaculada sin límites ni reservas." (San Maximiliano María Kolbe)

viernes, 31 de marzo de 2017

BENEDICTINOS DE LA INMACULADA






El pasado martes 21 de marzo, fiesta de San Benito, S. E. Mons. Guglielmo Borghetti, obispo de Albenga-Imperia erigió canónicamente el monasterio de Vilatalla, de los monjes benedictinos de la Inmaculada, como Instituto de Vida Consagrada de derecho diocesano.
Durante la ceremonia, el P. Jehan, fundador del nuevo Instituto, y Fray Antonio renovaron sus votos monásticos solemnes, mientras que Fray Mariano hizo la Profesión temporal.
¡Nuestra enhorabuena al P. Jehan y a la comunidad!
¡Que nuestro Padre San Benito y Santa Escolástica protejan este nuevo monasterio y lo bendigan con abundantes vocaciones!
LAUS DEO VIRGINIQUE MATRI!

¡JESÚS, EN TI CONFÍO!

"ORACION DE CONFIANZA A JESÚS NAZARENO"

Confía en Él
cuando el dudar te asalte.
Confía en Él
cuando el valor te falte.
Confía en Él
cuando angustiado veas
que por confiar en Él mas titubeas.
Confía en Él
que no sabrá engañarte.
Confía en Él
que no sabe sino amarte.
Confía en Él
que un puerto te ha brindado
de confianza: su Sagrado Corazón.
Confía en Él, con dudas y firmezas.
Arroja en Él tus ansias y tristezas,
hasta que llegue el día de confianza
porque Él será tu Bienaventuranza.
JESÚS EN TI CONFIO.

sábado, 25 de marzo de 2017

¡18 AÑOS DE UNA INMENSA GRACIA CONCEDIDA POR LA MADRE DE DIOS!

"Aquel hermoso día en que pronuncié el "Sí"...Aquel día sí que supe lo que era sentir el fuego de tu amor"
"María con su "Fiat" ha hecho posible que Dios se abajara y se hiciera uno de nosotros; es el gran misterio del Amor"
(Notas de conciencia de la Madre María Elvira de la Santa Cruz)
Era el 25 de marzo del año 1999 cuando en la Iglesia Conventual de las Madres Clarisas de la ciudad de Pontevedra, el Excelentísimo Señor Arzobispo de Santiago de Compostela, recibía la Profesión perpetua de la Madre María Elvira de la Santa Cruz y de la Hermana María del Carmen de la Eucaristía, Misioneras de la Fraternidad de Cristo Sacerdote y Santa María Reina.
Con motivo de aquel entrañable acontecimiento asistieron a la Santa Misa fieles de la ciudad de Pontevedra y de distintas parroquias rurales, especialmente de Arcos de la Condesa. Las nuevas profesas se vieron arropadas,no sólo por las Damas Pobres de Santa Clara, sino también por otras Religiosas de distintas Congregaciones presentes en la ciudad de Pontevedra. Ejercieron como madrinas, para la vestición de hábito de las Hermanas, Religiosas de la Congregación de las Hermanitas de los Ancianos Desamparados.
Fue una ceremonia entrañable y de inmensa alegría para todos, especialmente para el Pastor diocesano, al recibir en sus manos la Profesión de las Hermanas Misioneras que consagraban su vida a Jesucristo y a la Iglesia con el propósito de ponerse al servicio de los sacerdotes y de las parroquias más humildes y sencillas de la diócesis.
El mismo día en que la Iglesia celebraba el "Fiat" de la Virgen Santísima a la misiva del Arcángel San Gabriel, y del "Fiat" del Hijo al Eterno Padre, para encarnarse en el seno Purísimo de la Virgen y llevar a cabo la obra de la Redención, estas dos humildes Hermanas pronunciaban su "Sí" de aceptación de ser Esposas de Cristo y continuadoras de la misión maternal de María en el seno de la Santa Iglesia Católica.
A partir de ahí se escribió una historia de amor, de entrega sin reservas, de dedicación completa a Cristo, a la Iglesia  y a los hermanos. Una historia sin ruidos ni alharacas. Una vida de sencillez evangélica:adoración, contemplación, trabajo y apostolado. Una vida en el corazón de las parroquias rurales al servicio de los sacerdotes, de los niños y jóvenes, de los enfermos y de las familias.
Las Misioneras de la Fraternidad escribieron páginas maravillosas de evangelio en los albores del siglo XXI. Y lo hicieron hasta dejar la propia vida enterrada en el surco de su historia, como semilla que sin duda germinará en frutos de vida eterna.
¡No hay pruebas ni contradicciones, por duras que sean, que logren acabar con la virtud de la esperanza de los auténticos seguidores de Cristo!
La Madre María Elvira y la Hermana María del Carmen han dejado en las comunidades parroquiales el testimonio de su esperanza, conforme a las palabras del Apóstol de las gentes:
"Este tesoro del ministerio lo llevamos en vasijas de barro, para que se vea que una fuerza tan extraordinaria es de Dios y no proviene de nosotros. Nos aprietan por todos lados, pero no nos aplastan; estamos apurados, pero no desesperados; acosados, pero no abandonados; nos derriban, pero no nos rematan; en toda ocasión y por todas partes, llevamos en el cuerpo la muerte de Jesús, para que también la vida de Jesús se manifieste en nuestro cuerpo. Mientras vivimos, continuamente nos están entregando a la muerte, por causa de Jesús; para que también la vida de Jesús se manifieste en nuestra carne mortal. Así, la muerte está actuando en nosotros, y la vida en vosotros. Teniendo el mismo espíritu de fe, según lo que está escrito: «Creí, por eso hablé», también nosotros creemos y por eso hablamos; sabiendo que quien resucitó al Señor Jesús también con Jesús nos resucitará y nos hará estar con vosotros. Todo es para vuestro bien. Cuantos más reciban la gracia, mayor será el agradecimiento, para gloria de Dios".
La Madre María Elvira fue llamada por el Señor a su presencia a la pronta edad de sus cuarenta años. La Hermana María del Carmen, octogenaria y enferma, permanece, como única Misionera de la Fraternidad, en una Residencia para personas mayores.
Su ausencia en las parroquias donde entregaron su vida no dejan de sentir cierta orfandad maternal en el plano espiritual. Su recuerdo permanece intacto y todavía palpitante a pesar del transcurrir del tiempo.
Las comunidades parroquiales se configuran en torno a la presencia y al ministerio de los sacerdotes de Jesucristo. Sin embargo, el ministerio sacerdotal y la vida de las comunidades parroquiales se sienten enriquecidas y agraciadas cuando pueden disfrutar de la presencia y de la labor de las Esposas de Cristo, quienes hacen presente conforme a su vocación la labor maternal de María en el corazón de la Iglesia.
Es el Señor, quien en su Providencia amorosa rige el curso de la historia y pilota la navecilla de su Iglesia. 
Sólo el Señor conoce lo que es necesario en cada momento y en cada lugar.
Las obras del Señor no se pueden medir con categorías humanas.
La eficacia de la entrega de los siervos de Dios nada tiene que ver con las claves del éxito humano.
Si narramos la historia no es para encumbrar a las personas, sino para que podamos edificarnos y alegrarnos al contemplar cómo el Señor no deja de hacer obras grandes en la sencillez de cada día, en todo tiempo y lugar, y a través de las almas que le son fieles hasta el fin.
Si el Señor y la Virgen Santísima consideran necesario que la labor, un día encomendada a las Misioneras de la Fraternidad, tenga continuidad en el corazón de su Iglesia, no nos quepa duda que habrán de suscitar nuevas Misioneras de la Fraternidad que sigan la senda abierta por la Madre María Elvira y la Hermana María del Carmen.
En la Solemnidad de la Anunciación a María y de la Encarnación del Verbo elevamos nuestra acción de gracias por el don que nos es regalado en la vida y en la entrega de todas las mujeres consagradas a Cristo y servidoras de su evangelio.
Gracias por tantos testimonios vivientes de fidelidad a Cristo, a su Iglesia y a los hermanos.
"Quien practica la fidelidad demuestra creer en lo eterno".
Manuel María de Jesús F.F.

LA ANUNCIACIÓN DEL SEÑOR

UNIÓN ENTRE LA VIRGEN Y EL SACERDOCIO
El Padre Faber escribe: «Si crees que algo no va bien, mira a qué nivel te encuentras en tu devoción a la Santísima Virgen». Es la ley cristiana. No hay cristianismo allí donde la Virgen está ausente. El Señor ha venido a través de ella. Y es a través de ella como sigue viniendo. Yo no podría considerar cristiana una concepción religiosa y práctica en la que la Virgen no ocupara, después de Nuestro Señor Jesucristo, el mejor lugar. Un corazón que no diera a la Virgen el primer lugar entre todos los seres creados no estaría en comunión con el corazón de Nuestro Señor Jesucristo: no latiría al unísono con él.
Esta hipótesis no se cumplirá jamás en las almas que han sido conducidas hasta el Señor «tras ella» (Sal 45,15b) y que deben vivir al amparo de su nombre, en su protección, en su manto color de cielo.
Se solicitaba el consentimiento de la Virgen en el nombre de la naturaleza humana.
Ved lo que ella significaba para Dios y lo que ella significaba para el mundo. Ha tenido al uno y al otro en suspenso. Y en el momento mismo en que se concede esta gracia, no veo a la Virgen otorgándose otro título:
«He aquí la esclava del Señor. Hágase en mí...» (Lc 1,38).
La palabra de la humildad, la palabra de la obediencia:
–forma muy impersonal. Pero el hágase es único: es superior al de la creación. El hágase de la Eucaristía depende de él y es la extensión del primero.
Esta es la razón –permitidme que lo diga– por la que hay una unión estrecha entre la Virgen y el Sacerdocio. Nosotros le debemos nuestra Víctima. Nosotros, los sacerdotes, deberíamos decir a la Virgen: dame tu alma, tus manos, tu corazón y tus labios; yo te daré mi unción; y así diremos la misa juntos; el Señor se estremecerá de alegría.
El acto de obediencia: el fruto de este acto de obediencia fue Dios con nosotros. Y en ese mismo instante, otro acto tenía lugar: en medio de este santuario, se elevaba una voz:
«Porque está prescrito en el libro que cumpla tu voluntad. Dios mío, lo quiero, llevo tu ley en las entrañas» (Sal 39,8–9).
 Abad Paul Delatte, O.S.B. Monasterio de Solesmes

martes, 21 de marzo de 2017

EL TRÁNSITO DE NUESTRO PADRE SAN BENITO

EL TRÁNSITO DE NUESTRO PADRE SAN BENITO
En el comienzo de la primavera, cuando la naturaleza pasa de un letargo semejante a la muerte, al esplendor de la vida que con sus flores y verdor nos rodea, en medio de la Cuaresma, tiempo de morir al hombre viejo para renacer en el hombre nuevo gracias a la Resurrección de Cristo; se comprende mejor la fiesta de hoy, el momento en que terminada su labor en este destierro, el gran Santo contemplativo, que vivió enseñándonos como única meta el Cielo, colma sus ansias y se libera del peso de lo material para entregarse al Amor de la Eternidad.
Entender lo que es el Cielo, es desear ir a él, por eso si alguien lo deseaba ardientemente era nuestro Padre San Benito.  Ha cumplido su tarea, la misión que un día en medio del silencio de Subiaco Dios le encomendó. Amado de Dios, en intimidad constante, supo de su pronta partida. Avisó de su muerte a algunos de los suyos, prohibiéndoles manifestar a todos la noticia para no entristecerlos anticipadamente.
Con el tiempo de seis días antes de su tránsito, San Benito mandó abrir el sepulcro. Quien vivía inmerso en Dios y en las realidades sobrenaturales, no tenía miedo de la muerte.
San Gregorio nos narra:  "Esto hecho, se sintió presa de una fiebre violenta que le iba consumiendo día a día. .
El sexto de su enfermedad se hizo llevar por sus discípulos a la Iglesia, donde fortificado con el Viático del Cuerpo y Sangre de Cristo y sostenido entre los brazos de sus hijos de religión, las manos extendidas hacia el Cielo y de pie exhaló el último aliento entre las palabras de la oración.
En el mismo día dos de sus discípulos que se hallaban uno en el monasterio y otro lejos de él tuvieron una misma e idéntica revelación. Vieron en efecto, un camino adornado de tapices y resplandeciente de innumerables lámparas que por la parte de oriente, desde su monasterio, se dirigía derecho hasta el cielo. En la cumbre , un personaje de aspecto venerable y resplandeciente les preguntó si sabían qué era aquel camino que estaban contemplando. Ellos contestaron que lo ignoraban. Y entonces les dijo: "Este es el camino por el cual el amado del Señor Benito ha subido al cielo".
Interpretado por algunos santos es como la Regla que es camino que conduce al Cielo, porque estimula y ayuda a seguir a Cristo.
San Benito dejaba una Orden llena de vitalidad que será uno de los más sobresalientes medios para extender el Evangelio y la cultura. La herencia de San Benito llenará al mundo de esperanza.
Si nos detenemos en lo que puede pensarse es el fin de una gran vida, nos damos cuenta de que la vida de los que triunfan del mundo y del mal siguiendo los caminos del Señor como lo hizo con heroísmo San Benito, no termina nunca, está abierta en la Eternidad para ser mensaje y lección permanente para alcanzar el Reino de los Cielos.

Por eso hoy es el día de acercarnos a su memoria y en la plegaria le preguntamos qué tenemos que hacer para amar a Dios sobre todas las cosas y alcanzar la Felicidad plena, y entonces recibiremos de sus manos la Santa Regla y con ella aprenderemos los monjes, los Oblatos laicos y todos los creyentes, que la vida en y para el Amor del Amado es el que dirige nuestras palabras, alabanzas, esfuerzos, silencio y austeridad a la Fiesta Eterna con el que lo es Todo y es nuestro Único Vivir: Cristo.
Fuente: http://valle-valdejimena.blogspot.com.es/

EL DON DE LA HOSPITALIDAD


Oración pidiendo el don de la hospitalidad por la intercesión de Nuestro Padre San Benito

Señor, danos el mismo espíritu de hospitalidad que llenó el corazón de San Benito.

Que recibamos en nuestras vidas al hermano en la fe, al huésped, al pobre, al peregrino, al visitante y al desconocido, con gran reverencia y honor, porque en ellos te recibimos especialmente.

Que salgamos a su encuentro con el máximo respeto, la mayor humildad y la más solícita caridad.

Que nos vaciemos de nosotros mismos para acoger el huésped sin tener en cuenta el precio.

Que escuchemos a los otros con corazón amplio y respondamos con grandeza.

Que acojamos en tu nombre a cada uno que golpea las puertas de nuestra casa y de nuestro corazón.

lunes, 20 de marzo de 2017

FUNERAL POR LA MADRE MARÍA ELVIRA DE LA SANTA CRUZ












℣. Requiem æternam dona ei, Domine
℟. Et lux perpetua luceat ei:
℣. Requiescat  in pace.
℟. Amen.

VIVIÓ A LA SOMBRA DE LA CRUZ

HOMILÍA XI ANIVERSARIO
ARCOS DA CONDESA
Queridos Don Pablo y hermanos sacerdotes
Queridos feligreses de Arcos, Briallos y Barro
Queridos hermanos y amigos de la Fraternidad de Cristo Sacerdote y Santa María Reina
Desde toda la eternidad el Señor soñó con la obra de la Creación, y particularmente con la creación del hombre y de la mujer: “creados a su imagen y semejanza”
Dios que es amor pensó en hacer partícipe de su amor al género humano. Nos creó para derramar en nosotros su amor y para que entre nosotros nos amemos con ese mismo amor que de Él recibimos.
La obra del amor de Dios, la creación, fue frustrada por el pecado, por la desconfianza del hombre hacia su Dios, creador  amoroso.
Desde ese momento la humanidad entró en un éxodo, en un camino penoso y duro para alcanzar la reconciliación con Dios.
Pero Dios no abandonó a la humanidad caída en el pecado. Prometió enviar un Salvador, un Redentor. Y cuando llegó la plenitud de los tiempos envío al mundo a su Hijo Unigénito. Él con su Encarnación, con su Pasión Muerte y Resurrección nos ha obtenido la remisión de los pecados, y ha abierto para nosotros un camino que conduce a la vida eterna, a la felicidad plena en el reino de los cielos.
Hemos escuchado el relato de la historia de José, traicionado y vendido por sus hermanos. Fueron sus mismos hermanos quienes arrebataron a José su libertad, y lo más doloroso, quienes lo apartaron de su padre Jacob.
La historia de José es la misma historia de Jesús, a quien nosotros le arrebatamos la vida traicionándolo, condenándolo y enviándolo al patíbulo de la cruz. Allí también Jesús experimentó la lejanía y la ausencia amorosa del Padre. Por eso exclamó: “Padre, ¿por qué me has abandonado?”.
La historia de José se actualiza de continuo en nuestro mundo cada vez que alguien es traicionado por aquellos que deberían defenderle y protegerle.
Hay que temer a los hombres y mujeres cuyo corazón rebosa de envidias, celos y rencores. Son corazones poseídos por el Maligno, a quien Jesús llama “homicida”. Y así este los tentará induciéndoles a dar muerte a sus propios hermanos mediante el desprecio, el abandono, la calumnia, la difamación…
Todo aquel que da muerte a su hermano, aunque sea en su corazón, es homicida y tendrá que responder, antes o después, a la pregunta de Dios: “¿Dónde está tu hermano?” ¿Qué le has hecho a tu hermano? Nadie escapará a esa pregunta, y la respuesta será transcendental y de consecuencias eternas.
En este tiempo santo de la cuaresma Dios, por medio de su Iglesia, nos invita a reflexionar seriamente: ¿Qué estamos haciendo con nuestros hermanos?
¿Somos conscientes de que con nuestras malas obras, con nuestras faltas de caridad, con nuestra dureza de corazón, podemos estar “vendiendo a nuestros hermanos” y haciéndolos dudar del amor de Dios?
La cuaresma es tiempo de purificación para renovar el corazón. Tiempo de súplica para que Dios cambie nuestro corazón de piedra y nos infunda un corazón de carne, un corazón sensible al amor de Dios y sensible a las necesidades de nuestro prójimo.
Es en el corazón donde se acumulan todas las malas inclinaciones y desórdenes: la avaricia, la codicia, la impureza, la envidia, los rencores, la soberbia, el egoísmo…
La Iglesia nos invita en este tiempo a realizar nuestro éxodo: un camino desde la avaricia hacia el compartir y la generosidad. Desde la impureza hacia la limpieza de corazón. Desde la envidia hacia la magnanimidad, alegrándonos por los triunfos de nuestro prójimo. Desde el rencor hacia el perdón. Desde la soberbia hacia la humildad y desde el egoísmo hacia el darse a los demás.
En este XI Aniversario de la muerte de la Madre Elvira quiero daros las gracias a todos por vuestra presencia y por las oraciones elevadas a Dios por su eterno descanso.
Ella vivió a la sombra de nuestra cruz, que se eleva en lo alto del monte de Arcos: “a pedra da cruz”. Para ella esa cruz era como un referente y una inspiración, que le recordaba permanentemente la Cruz de Jesucristo. Aquella cruz donde Jesús llevó a plenitud su entrega de amor al Padre y a la humanidad, sumida en el pecado y en la muerte.
María Elvira quiso descansar y aguardar la resurrección de los muertos a los pies de esta cruz de Arcos, donde ella intentó siempre hacer llegar a todos el amor de Dios, y dar testimonio de los valores del evangelio.  Vino a Arcos  a Briallos y a Barro a servir y no a ser servida, como fiel esposa de Cristo. Consagrada a Él y al servicio de la Iglesia vivió feliz en medio de sus sufrimientos. Feliz de hacer presente en medio de todos nosotros el amor maternal de la Virgen María. De hacer presente el testimonio de fe, esperanza y caridad que es la esencia de la vida cristiana. De hacer presente la alegría, el amor y la fraternidad propia de los seguidores de Jesucristo.
La Madre María Elvira no traicionó a sus hermanos, no vendió a su prójimo. Por el contrario, se entregó a todos y se ofreció por todos.
¡Que su recuerdo nos inspire y nos mueva  siempre a amar a Dios y a los hermanos! ¡A tener visión de eternidad! Amén
Manuel María de Jesús F.F.

domingo, 19 de marzo de 2017

JACULATORIAS A SAN JOSÉ

San José: acude a nosotros en los momentos difíciles

Concédenos, sagrado San José que siempre bajo tu protección, podamos pasar nuestras vidas sin pecado.

San José nuestro Padre y Señor, bendice a todos tus hijos de la Santa Iglesia de Dios.

San José, padre adoptivo del Señor Jesús y verdadero esposo de María siempre Virgen, ruega por nosotros.

Glorioso San José, alcánzame de Jesús y María, gran fe y plena confianza en la Divina Providencia.

San José, modelo y patrono de aquellos que aman al Sagrado Corazón de Jesús, ruega por nosotros.

San José, modelo de amor al Señor; bendice a tu pueblo y llévalo a Dios.

San José, esposo y padre elegido por Dios para conducir la Sagrada Familia de Nazareth, protege nuestras familias.

San José, Padre adoptivo de Jesucristo y verdadero Esposo de la Virgen María, ruega por nosotros y por los agonizantes de este día (noche).

"ITE AD JOSEPH"- ACUDID A JOSÉ-



Por encima de los mártires y de las vírgenes santas, más encumbrado que los patriarcas y los profetas, y aún más elevado que los apóstoles y los coros angélicos, se encuentra en singular trono de gloria San José. Pues así como en la tierra no hubo nadie después de la Santísima Virgen, más próximo a Jesús, que él, así tampoco después de la Virgen María, en los cielos lo hay más cercano a Dios que San José. Y es precisamente, en proporción con esta gloria tan excelsa, de donde deriva su tan poderosa intercesión. Nuestro Señor Jesucristo, que en la tierra le estuvo sujeto, rindiéndole obediencia y respeto como a verdadero Padre, no dejará de conceder en el cielo todo aquello por cuanto San José le ruegue. Bien enseña Santo Tomas de Aquino, que le está concedido el socorrer en toda necesidad y negocio, el defender y favorecer y tratar con paternal afecto a todos los que acuden a él. A propósito de lo cual decía Santa Teresa de Ávila: “Parece que algunos Santos han recibido de Dios la gracia de socorrer en una necesidad particular; este en cambio socorre en todas, según lo sé por experiencia, y quien no se fiara de mis palabras que lo ponga a prueba…” Sin embargo sorprende y contrasta que aun hoy en día San José continué siendo el santo olvidado de muchos.

La solemnidad de Ntro. Padre y Señor san José, cada 19 de Marzo, es un momento realmente especial en el Año Litúrgico. En este día la Santa Madre Iglesia reconoce los méritos y virtudes de Aquel, a quién estuvieron confiados la guarda y cuidado de la Sagrada Familia. Mas, el padre adoptivo del Redentor y Purísimo Esposo de la Madre de Dios, continúa desde el cielo velando e intercediendo por la Familia de su Hijo: la Iglesia Católica; de quien es solicito patrono universal y defensor.

San José es el varón justo y dichoso que toco a María por esposo, al que le fue concedido ver y oír, alimentar y sostener, educar, llevar en brazos, besar, vestir y custodiar a Jesús, el Verbo eterno del Padre, a quien tanto los profetas anunciaron, a quien la humanidad entera por siglos espero y a quien los reyes y los sabios murieron deseando conocer. San José es el carpintero humilde y decidido que acepta el plan de Dios y como María también brinda un si generoso.

Ser padre de Jesús y esposo castísimo de la Virgen María son los principales títulos de la grandeza de san José, sin excluir otros, claro está, pero sólo a partir de estos se supone un caudal asombroso de gracias y santidad; directamente proporcionados a la excelsitud de su misión. En el hogar y taller de Nazaret San José es cabeza y guía de la Sagrada Familia, maestro de la vida interior, que nos enseña caminos concretos, modos humanos y divinos de acercarnos a Jesús, a tratar a Nuestro Dios a ser limpios; dignos de ser otros Cristos… Trabajador empeñado en su tarea, servidor fiel de Dios en relación continúa con Jesús, que experimento lo que es ser de Dios y estar plenamente entre los hombres, santificando el mundo. Con el homenaje de su veneración, los magos ofrecieron a Jesús oro, incienso y mirra; San José en cambio le había dado, por entero su corazón joven y enamorado. Coloca el dulce nombre de Jesús al Salvador y derrama lágrimas de dolor al perderle en el templo. Arriesga y sacrifica todo, por estar junto a Jesús y a María, salvando la vida del Niño al huir a Egipto, para terminar luego de toda una vida a su lado muriendo tranquilo en sus brazos.

“Ite ad Joseph”, acudid a San José, como ha dicho la tradición cristiana con una frase tomada del Antiguo Testamento porque la devoción a San José no pueden faltar en ninguna alma cristiana. Pedir e imitar sus elevadas virtudes, solicitar su auxilio, implorar su patrocinio es prenda segura de bienaventuranza. La misma Iglesia nos brinda ejemplo, pues no ha querido transitar por el mundo moderno, sin antes confiarse a su cuidado, mandando colocar su nombre en el Canon de La Misa, y declarándole su solicito patrono universal. Que la devoción al Santo Patriarca esté presente en nuestra vida diaria de cristianos, particularmente durante el mes de Marzo y cada miércoles del año, día especialmente dedicado a su culto y honra. Y nunca olvidemos invocarle en toda necesidad, pero sobre todo a favor de los agonizantes y moribundos de quien es especial protector. En las apariciones de Fátima bien que se nos presenta con el Niño Jesús en brazos bendiciendo al mundo, prueba que desde la gloria no olvida a la débil humanidad caída de quien un día formo parte y es padre solicito, dispuesto siempre a mediar por ella.

En la vida del Santo Patriarca, tenemos los cristianos, el modelo perfecto de la vida interior. Modestia, recogimiento, pureza de corazón, sencillez y rectitud de intención, solo serian las primeras joyas de su diadema. No escatimaba San Pedro Crisólogo al decir: "San José fue un hombre perfecto, que poseyó todo género de virtudes" En efecto, San José es ejemplo especial para los solteros, por su castidad; para los casados, como padre de la Sagrada Familia; para los religiosos por su entrega a Jesús y María; para los sacerdotes por su respeto al tratar a Cristo; para los trabajadores, pues fue siempre un trabajador ejemplar, para los seminaristas; al ser el educador de Cristo y por las controvertidas decisiones que tuvo que tomar antes de aceptar la decisión de recibir a María como esposa y ser padre custodio de Jesús. Además es el patrono de la buena muerte, ya que murió en los brazos de Jesús y María y de la Iglesia Universal, pues el hogar de Nazaret fue en verdad Iglesia domestica.

Una Voce Cuba, conocedora de su valimiento y especial poder ante Nuestro Señor, atestiguado en los milagros por su medio alcanzados y avalados por el testimonio de innumerables santos, le profesa singular devoción y acogiéndose también ella a su intercesión, le toma y elige por patrono. ¡San José, ayúdanos a hacer y a enseñar como Cristo, los caminos divinos –ocultos y luminosos- diciendo a los hombres que pueden tener de continuo aquí en la tierra una eficacia espiritual extraordinaria. Se tú mismo nuestro camino, porque tu conoces la senda y el atajo cierto, que llevan por tu amor al amor de Jesucristo!

Pidamos al glorioso San José, la gracia de imitarle en su vida santa, al tiempo que nos socorra con su valimiento y auxilio. "Querría yo persuadir a todos fuesen devotos de este glorioso Santo, por la gran experiencia que tengo de los bienes que alcanza de Dios. No he conocido persona que de veras le sea devota y haga particulares servicios, que no la vea más aprovechada en la virtud; porque aprovecha en gran manera a las almas que a él se encomiendan. Paréceme ha algunos años que cada año en su día le pido una cosa, y siempre la veo cumplida. Si va algo torcida la petición, él la endereza para más bien mío." Santa Teresa de Ávila.
Javier Luiz Candelario Diéguez, presidente de la Sociedad Una Voce Cuba.

sábado, 18 de marzo de 2017

LA GLORIA DE DIOS Y LA SALVACIÓN DE LAS ALMAS

“Tú sabes, Señor, que nuestro único deseo es tu deseo: dar gloria a Dios y salvar almas para Ti”
(Notas de conciencia de la Madre María Elvira)
Al ir leyendo las notas de conciencia que la Madre María Elvira escribió en sus cuadernos aparecen como una constante estos dos objetivos de su vida espiritual: la glorificación de Dios y la salvación de los hombres.
En ella no aparece una dicotomía entre la glorificación de Dios, la salvación del prójimo y su propia salvación. Por el contrario, todo apunta a un único objetivo: que Dios sea glorificado en todo y que la gloria de Dios brille en su creación y en todas sus criaturas.
Como cuarto voto, característico de las Misioneras de la Fraternidad, ella había profesado el voto de buscar la perfección en el amor.
Este voto es como el antídoto contra la rutina espiritual, contra la tibieza vocacional. Podríamos decir que obliga e impulsa a vivir en un permanente acto de amor que contribuye a vivir cada día con mayor perfección la obediencia, la pobreza y la castidad que se han profesado.
Sólo desde el amor se puede comprender la vida de consagración. Esta consiste en una respuesta de amor del vocacionado a una propuesta amorosa de Dios. Mediante esa propuesta y la respuesta afirmativa del consagrado se funden el corazón del llamado con el corazón divino.
Es el amor el que hace nuevas todas las cosas, por lo que buscar la perfección en el amor empuja al consagrado a vivir en una permanente tensión espiritual que hace crecer su entrega a Dios y a los hermanos. La consagración entera se renueva en cada acto que se realiza porque todos son fecundados por la fuerza vivificante del amor a Dios que es el último fin al que tiende la vida del consagrado. Y así cuando se vive desde el amor de Dios y para el amor de Dios, entonces Dios es glorificado y su gloria resplandece en nuestro mundo.
María Elvira, en la práctica del voto de perfección en el amor, encontró un medio fantástico para vivir constantemente en la santa presencia de Dios, puesto que todos los actos de su vida comenzaban inspirándose en Dios y buscaban como fin que Dios fuese amado y glorificado. De esta forma vivía también la dimensión contemplativa de su vocación, al ser consciente de vivir en todo momento en la santa presencia de Dios, lo que lejos de alejarla de gustar de los momentos de adoración eucarística y de la práctica de la oración, contribuía a que los desease con mayor intensidad: “Llévame al silencio interior, a la contemplación; a un lugar apartado en el que sólo Tú y yo podamos vernos y así de veras aprenderé, aún a pesar de la soledad y el sufrimiento, a amarte de verdad y a seguirte abrazada a la Cruz; a donde quiera que Tú vayas”
La Madre María Elvira era una buscadora constante de Dios, que en eso consiste la vida religiosa según la Regla del Patriarca San Benito. Ella lo expresa claramente cuando escribe: “Que en cada acto del día, Señor, tan sólo te busque a Ti. Que en Ti ponga mi principio y a Ti te busque como mi fin”, y también cuando así se expresa: “Que nada ni nadie me distraiga y aparte de tu amor. Tan sólo Tú has llenado mi vida y me has colmado de bendiciones”
La búsqueda de la perfección en el amor ayudó a María Elvira a vivir en espíritu de oración continua. Esto quedó muy bien reflejado en sus anotaciones espirituales. No hay cosa que no refiriese a Dios. Su actividad interior consistía en un ofrecerse continuado juntamente con Cristo y con María. Mucho más que ofrecer a Dios todas sus acciones, lo que hacía era ofrecerse a sí misma juntamente con Cristo. Así se desplegaba en ella el sacerdocio bautismal, que consiste en dejarse transformar por el Espíritu en ofrenda permanente, y en ofrecerse como hostia viva, santa y grata a Dios.
¿Cómo no iba a hacer suya la causa de la salvación de las almas si esta era la causa de Cristo? María Elvira sólo aspira a la identificación con Cristo: “Haz, Señor, que yo sea un fiel reflejo tuyo. Que arda siempre en amor por Ti, y que quien me mire vea tu presencia en mí”.
Identificarse con Cristo conlleva identificarse con su causa y hacer de esta la causa de la propia vida.
María Elvira de la Santa Cruz lo vio con claridad e hizo de ello la causa de su vida y de todo su amor: la gloria de Dios y la salvación de las almas.
Manuel María de Jesús F.F.

viernes, 17 de marzo de 2017

VIVIR LOS ESPONSALES CON CRISTO

Tú, Señor, por tu gran amor para conmigo me has llamado a ser tu esposa.
Gracias, Señor, por el gran don de mi vocación, por el gran regalo de tu amor.
Ser uno con Cristo, ser toda para Él, entrar hasta el fondo del alma y llenarme tan sólo de Él.
Yo sólo quiero, Señor, habitar en tu morada todos los días de mi vida, con toda el alma.
¿A dónde iré lejos de Ti? ¿A dónde escaparé de tu mirada? Esa mirada dulce con la que un día me crucé en mi camino. Esa mirada que tan sólo era para mí y me dijo: “Ven y sígueme”. Y yo, dejándolo todo, te seguí a donde quiera que Tú vayas.
Yo quiero ser, Señor, del grupo de los previsores, pero me doy cuenta de que la mayoría de las veces me veo envuelta entre los descuidados. ¡Perdón, Señor, por mi poca previsión!
La lámpara es Cristo que ilumina mi vida día y noche.
“Lámpara es tu palabra para mis pasos, Señor, luz en mi sendero”.
La lámpara son los Sagrados Corazones de Jesús y de María que me ayudan en mi vida, que alientan mi fe con el calor de ese aceite que arde sin consumirse en sus Corazones por mí.
El Señor ha escondido en mi vida la lámpara de mi vocación, de mi consagración total a Él.
Es la lámpara de su amor por mí.
Ha hecho que en mi interior arda siempre el fuego de su divino amor. Y hoy en día sigue encendiendo en mí su amor para con los demás.
El aceite que necesito para que mi lámpara arda día y noche sin consumirse la encuentro en los sacramentos: en la Penitencia y en la Eucaristía. Ellos me ayudan a sentirme abrasada en el fuego del amor divino que es Jesucristo.
El Señor viene todos los días a mi vida y me invita a entrar con Él en su morada, a pasear por esa cárcel de amor que es el Sagrario, y a que mi corazón  permanezca día y noche ardiendo como la lamparilla de su Sagrario, sin apagarse nunca, pero consumiéndose lentamente por su amor.
Que el Señor me encuentre siempre en vela y con la lámpara de mi virginidad encendida sólo para Él.
El Señor me sondea y me conoce. Él sabe los secretos de mi corazón.
(Notas de conciencia de la Madre María Elvira)
Los pensamientos que la Madre María Elvira transcribe en las notas anteriores dejan traslucir a las claras la profundidad de su vida espiritual y la intensidad de su relación con Cristo.
Nos encontramos ante una mujer de vocación firme, que va a lo esencial, que no se pierde en tópicos ni divaga repitiendo eslóganes vocacionales vacíos de contenido.
La esencia de su vocación es ser esposa de Cristo y su lucha diaria consistirá en procurar con todas sus fuerzas estar a la altura de ese amor esponsal.
No apoya su vocación en querer hacer algo por los demás, en consagrarse para remediar las miserias del mundo. Vive la vocación como una llamada de Cristo a seguirle a donde quiera que Él vaya. Vive su vocación como una elección de Cristo para vivir como esposa suya consagrada a su amor y como consecuencia a todo lo que Él ama. Es Cristo Esposo el que prende en ella el fuego del amor hacia los demás. Es un amor de Caridad, que Cristo infunde en ella y ella lo transmite a los demás. Nada que ver con una mera filantropía maternalista.
No se consagra a Cristo porque con sus propias luces haya visto injusticias, penurias, miserias. Para luchar contra todo eso no hace falta consagrarse a Cristo.
Su vocación se edifica sobre la roca de la elección y del amor de Jesucristo que la elige y la llama para que corresponda a su amor. Y será Él quien la ilumine y le dé la luz apropiada para llegar a donde Cristo la envíe. Será Él quien tenga siempre la iniciativa para hacerla transmisora de su amor hacia quienes Él la dirija. No es una elección de Ella. Ella ha hecho una única elección: seguir a Cristo, elegir a Cristo, aceptar su amor esponsal y entregarle su vida entera.
María Elvira no confunde su consagración con un trabajo profesional. No reduce su misión apostólica de esposa de Cristo, en el seno de la Iglesia y del mundo, a una labor social o caritativa. Es bien consciente de que la vocación pertenece a un orden superior de cosas. Y eso mismo, lejos de alejarla de las preocupaciones de los hombres, la empuja a hacerse presente en la entraña misma de la vida de las personas, pero no al modo de una asistente social o de una activista por los derechos humanos, sino como esposa de Cristo Salvador y Redentor de los hombres.
Su espiritualidad es todo lo contrario de un espiritualismo vago e inconsistente. La fuente en la que bebe es la única y la misma que abrió Cristo, y en la que bebieron los santos: la fuente sacramental que la Iglesia administra y dispensa. Particularmente la Penitencia y la Eucaristía. Y es en estos dos sacramentos donde está la prueba del algodón para certificar la genuina espiritualidad católica.
Manuel María de Jesús F.F.

jueves, 16 de marzo de 2017

SER MARTA Y MARÍA

“Que hermoso sería, Señor, que yo supiera ser Marta Y María. Una Marta capaz de servirte en mis hermanos, siempre dispuesta y pronta a servir a los demás. Y una María capaz de sentarme a tus pies y escuchar tus enseñanzas, entregándote por entero cuanto soy y cuanto tengo”
(Notas de conciencia de la Madre María Elvira)
Ojalá todos los que lean este pensamiento de la Madre María Elvira puedan sentirse embriagados por la frescura del evangelio y movidos por la gracia de Dios para que se decidan a vivir conforme al estilo de vida evangélico.
Tan sólo un alma que respira evangelio puede llegar a expresarse de semejante  manera. Y María Elvira, aún con las deficiencias y defectos propios de la naturaleza humana, era una mujer que exhalaba el aroma característico de las almas imbuidas del espíritu de Cristo, del espíritu del evangelio.
En los comienzos de la experiencia comunitaria, que posteriormente se concretaría jurídicamente  en la Fraternidad de Cristo Sacerdote y Santa María Reina, María Elvira tuvo la oportunidad de vivir experiencias de retiro espiritual en el Convento de Madres Clarisas de Zamora y en la Abadía Cisterciense de San Isidro de Dueñas.
Ambas experiencias marcaron fuertemente su espiritualidad. En Zamora gozó inmensamente de la oportunidad de pasar largos ratos de adoración ante el Santísimo Sacramento que era expuesto a diario en la iglesia conventual de las Madres. ¡Nunca olvidó aquellos días de silencio, de recogimiento y de encuentro con su Amado!
Sin embargo, curiosamente, su experiencia de retiro en Dueñas fue todavía más profunda y la marcó de una forma muy especial.
Siguiendo el plan de vida de la Fraternidad, en concreto la lectura espiritual diaria, había leído los escritos de Fray María Rafael, que todavía no había sido tan siquiera beatificado. Se identificó plenamente con él y con su espiritualidad, más en concreto con su vivencia de identificación con la cruz de Cristo y con el sufrimiento oblativo.
En el corazón de María Elvira, San Isidro de Dueñas y sobre todo el Hermano Rafael, tuvieron siempre un espacio muy particular y entrañable. ¡Sólo ella, Dios y Fray María Rafael, conocen lo que aconteció durante aquellos días de retiro espiritual en el Monasterio Trapense! Pero algo tuvo que suceder para que la Madre María Elvira quedase prendida a lo largo de su vida de dicho Monasterio.
En la ciudad de Pontevedra, su ciudad natal, había tres lugares que eran referentes de su vida espiritual: su parroquia de San José, donde desde muy joven se dedicó llena de ilusión y con generosa entrega a la catequesis de los niños de primera comunión. No se perdonaba formación, cuidados, dedicación  y preparación para que sus niños fuesen lo mejor preparados para recibir a Jesús Eucaristía. Entre los catequistas de San José, María Elvira fue siempre para todos un ejemplo de dedicación y entrega.
La Casa de la Virgen, donde Nuestra Señora y el Niño Jesús se aparecieron a la Hermana Lucía, vidente de Fátima, revelando la Gran Promesa de los Cinco Primeros Sábados, fue otro de los manantiales espirituales de la joven María Elvira. ¡Cuántas horas pasó en adoración y en diálogo profundo y amistoso con la Virgen y con Jesús Sacramentado en la Capilla de las apariciones!
Allí meditó en profundidad el mensaje de la Virgen y del Niño Dios a Sor Lucía: la Comunión reparadora, la oración por los pobres pecadores, la consolación a Dios, tan ofendido por los pecados de los hombres.
Y su tercer lugar de referencia fue el Monasterio de Madres Clarisas de Pontevedra. Allí tuvo la dicha de encontrarse con auténticas Esposas de Cristo, consagradas a una vida de oración, de trabajo y de penitencia.
Entre las Madres de Santa Clara intimó espiritualmente de un modo especial con la gran Abadesa que fue la Madre Carmen. Fue esta Madre la que instruyó a María Elvira a la hora de iniciar su andadura como Cofundadora y Madre de las misioneras de la Fraternidad.
No cabe la menor duda que María Elvira, por su gusto personal y por sus fuertes experiencias espirituales, hubiera elegido para sí la consagración a Dios en la vida contemplativa. Sin embargo, María Elvira no anteponía jamás sus gustos personales a la voluntad de Dios. Desde muy jovencita y debido a sus circunstancias personales y familiares siempre antepuso a los demás antes que a sí misma.
En la Fraternidad de Cristo Sacerdote y Santa María Reina descubrió que el Señor la quería una mujer consagrada que fuese contemplativa en la acción apostólica. En efecto, el Señor la quiso Marta y María.
Supo luchar y luchó hasta el fin para conjugar estas dos dimensiones. Y lo hizo contrariando su inclinación natural, más propensa a ser como la contemplativa María en el seno de la Iglesia.
¡Nunca conocí una persona que sintiese tal atracción por permanecer a los pies del sagrario como la Madre María Elvira! ¡Y nunca conocí una persona que tanto trabajase, a pesar de su enfermedad y  de sus limitaciones físicas como la Madre María Elvira!
Iba a pie de una parroquia a otra hiciese frío o calor. Acudía fielmente a los ensayos de los coros parroquiales, a última hora del día,  estando enferma y soportando el frío y la humedad que la mataban. Colaboraba con las buenas mujeres de los pueblos en el decoro de las iglesias parroquiales, siempre sin prisas y sin impacientarse.
Acudía al llamado de los sacerdotes de las parroquias vecinas para reforzar las catequesis y prestar ayuda a los sacerdotes.
Atendía diariamente  la Librería religiosa en la ciudad de Pontevedra, teniendo que desplazarse desde su Priorato, aguardando en las paradas de autobús bajo el frío y la lluvia, en los duros días del invierno de Galicia.
Y todo ello intentando ser Madre, Hermana y formadora de su pequeña comunidad.
¡Cuánto trabajó la Madre María Elvira, sin miramientos, sin cuidarse de sí misma, sin curarse en salud!
¡Vivió y murió trabajando como la Esposa fiel, como la Madre fiel!
¡Vivió y murió sirviendo a los demás, siempre despreocupada de sí misma!
¡Logró ser una Marta, siempre ocupada en servir a Jesús sirviéndolo en los hermanos!
¡Logró vivir como María, sentada cada día a los pies del Maestro, escuchando sus enseñanzas y disfrutando de su amor, para después compartirlo con todos a los que se acercaba!
¡Encarnó a la perfección, en lo que puede haber de perfección en un ser humano, con la propia limitación humana,  la vocación de Misionera de la Fraternidad de Cristo Sacerdote y Santa María Reina!
María Elvira de la Santa Cruz encarnó un ideal de vida del que estamos seguros que conociéndola muchas jóvenes de corazón sencillo y generoso podrán llegar a sentirse atraídas por Dios y por la Virgen Santísima a continuar su obra en el corazón mismo de la Iglesia.
¡Laus Deo et Virginique Matri!
¡Gloria a Jesús en María!
Manuel María de Jesús F.F.