REGNUM MARIAE

REGNUM MARIAE
COR JESU ADVENIAT REGNUM TUUM, ADVENIAT PER MARIAM! "La Inmaculada debe conquistar el mundo entero y cada individuo, así podrá llevar todo de nuevo a Dios. Es por esto que es tan importante reconocerla por quien Ella es y someternos por completo a Ella y a su reinado, el cual es todo bondad. Tenemos que ganar el universo y cada individuo ahora y en el futuro, hasta el fin de los tiempos, para la Inmaculada y a través de Ella para el Sagrado Corazón de Jesús. Por eso nuestro ideal debe ser: influenciar todo nuestro alrededor para ganar almas para la Inmaculada, para que Ella reine en todos los corazones que viven y los que vivirán en el futuro. Para esta misión debemos consagrarnos a la Inmaculada sin límites ni reservas." (San Maximiliano María Kolbe)

domingo, 27 de marzo de 2016

REGINA CAELI, LAETARE, ALLELUIA!

Benedicto XIV estableció, en 1742, que durante el tiempo Pascual (desde la Resurrección del Señor hasta el día de Pentecostés) se sustituyera el rezo del Ángelus por la antífona "Regina Coeli".
«Regina Coeli» Texto en español.
V./ Alégrate, Reina del cielo; aleluya.
R./ Porque el que mereciste llevar en tu seno; aleluya.
V./ Ha resucitado, según predijo; aleluya.
R./ Ruega por nosotros a Dios; aleluya.
V./ Gózate y alégrate, Virgen María; aleluya.
R./ Porque ha resucitado Dios verdaderamente; aleluya.
V./ Oremos: Oh, Dios, que por la resurrección de tu Hijo, nuestro Señor Jesucristo, te has dignado dar la alegría al mundo, concédenos que por su Madre, la Virgen María, alcancemos el gozo de la vida eterna. Por el mismo Jesucristo Nuestro Señor.
R./ Amén.
«Regina Coeli» Texto en latín
V./ Regina caeli, laetare, alleluia.
R./ Quia quem meruisti portare, alleluia.
V./ Resurrexit, sicut dixit, alleluia.
R./ Ora pro nobis Deum, alleluia.
V./ Gaude et laetare Virgo María, alleluia.
R./ Quia surrexit Dominus vere, alleluia.
V./ Oremus: Deus, qui per resurrectionem Filii tui, Domini nostri Iesu Christi, mundum laetificare dignatus es: praesta, quaesumus; ut, per eius Genetricem Virginem Mariam, perpetuae capiamus gaudia vitae. Per eundem Christum Dominum nostrum. 
R./ Amen.

CHRISTUS DOMINUS RESURREXIT, ALLELUIA!

ORACIÓN. — Sé, pues, bendito y glorificado, vencedor de la muerte, que en este solo día te has dignado mostrarte a los hombres hasta seis veces, para satisfacer tu amor y corroborar nuestra fe en tu divina Resurrección. Sé bendito y glorificado por haber consolado con tu presencia y tu cariño el corazón angustiado de tu Madre, que también es madre nuestra. Sé bendito y glorificado por haber calmado la desolación de la Magdalena con una palabra de amor. Sé bendito y glorificado por haber enjugado las lágrimas de las santas mujeres con tu presencia y por haberlas dado a besar tus sagrados pies. Sé bendito y glorificado por haber dado a Pedro con tus propios labios la seguridad de su perdón y por haber confirmado en él los dones de la Primacía, revelándole a él, antes que a los demás, el dogma fundamental de nuestra fe. Sé bendito y glorificado por haber reanimado con tanta dulzura el corazón vacilante de los dos discípulos en el camino de Emaús y haber completado este favor descubriéndote a ellos. Sé bendito y glorificado por no haber terminado esta jornada sin visitar a tus Apóstoles y sin haberles dado pruebas de tu adorable condescendencia con su debilidad. Sé, en fin, bendito y glorificado, oh Jesús, por haberte dignado hoy, por medio de tu Santa Iglesia, hacernos participar, después de tantos siglos, de los goces que gustaron en tal día María, tu Madre, Magdalena con sus compañeras, Pedro, los discípulos de Emaús y los Apóstoles reunidos. Aquí no falta nada; todo está vivo, todo renovado; tú eres el mismo, y nuestra Pascua de hoy es también la misma que aquella que te vio salir del sepulcro. Todos los tiempos son tuyos; y el mundo de las almas vive por tus misterios, como el mundo material se sostiene por tu poder, desde el instante en que te plugo comenzar tu obra creando la luz visible, hasta que palidezca y se eclipse ante la eterna claridad que tú nos has conquistado en este día.
LA APARICIÓN A NUESTRA SEÑORA. — Mientras tanto Jesús resucitado, cuya gloria aún no ha contemplado ninguna criatura mortal, ha franqueado el espacio y en un instante se ha reunido con su Santísima Madre. Es el Hijo de Dios, es el vencedor de la muerte; pero es también el hijo de María. María estuvo junto a él hasta que expiró; ella unió el sacrificio de su corazón de madre al que ofrecía él mismo sobre la cruz; es justo, pues, que las primeras alegrías de la Resurrección sean para ella. El santo Evangelio no refiere la aparición del Salvador a su Madre, mientras que se extiende sobre todas las demás: la razón es obvia. Las otras apariciones tenían como fin promulgar el hecho de la Resurrección; ésta la exigía el corazón de un hijo, y de un hijo como Jesús. La naturaleza y la gracia reclamaban esta entrevista primera, cuyo conmovedor misterio hace las delicias de las almas cristianas. No era necesario se consignase en los libros sagrados; la tradición de los Padres, comenzando por San Ambrosio bastaba para trasmitírnosla, dado caso que nuestros corazones no la hubieren presentido; y cuando nos preguntamos, por qué el Salvador, que debía salir del sepulcro el domingo, quiso hacerla en las primeras horas de este día, aun antes de que el sol hubiese iluminado al universo, asentimos fácilmente a la opinión de los autores que han atribuido esta prisa del Hijo de Dios, a la inquietud que experimentaba su corazón por poner término a la dolorosa espera de la más tierna y más afligida de las madres.
¿Qué lengua humana osará traducir las expansiones del Hijo y de la Madre, en esta hora tan deseada? Los ojos de María, yertos por el llanto y el insomnio, se abren de pronto a la suave y dulce luz que le anuncia la llegada de su querido Hijo; la voz de Jesús que resuena en sus oídos, no ya con el acento doloroso que en días pasados descendía de la cruz y traspasaba como una espada su corazón maternal, sino jovial y amorosa, propia de un hijo que viene a contar sus triunfos a aquella que le dio a luz; el aspecto de aquel cuerpo que ella recibió en sus brazos, hacía tres días, ensangrentado e inanimado, ahora es fúlgido y pletórico de vida, radiante con los reflejos de la divinidad, a que estaba unido; las ternezas de un tal hijo, sus palabras cariñosas, sus abrazos, que son los de un Dios; para evocar la sublimidad de esta escena, no conocemos más que la frase de Ruperto, que nos pinta la efusión gozosa que llenó entonces el corazón de María, como un torrente de dicha que la embriagaba y la quitaba el sentimiento de los dolores tan punzantes que había sufrido.
Mas este torrente de delicias, que el Hijo de Dios había preparado a su Madre, no fué tan súbito como este autor del siglo XI da a entender. Nuestro Señor mismo quiso describir esta escena en una revelación que hizo a Santa Teresa. Se dignó confiarla, que la postración de su divina Madre era tan profunda, que no habría tardado en sucumbir a tal martirio; y que, cuando se apareció a ella en el instante en que acababa de salir del sepulcro, necesitó cierto tiempo para volver en sí, antes de encontrarse en estado de poder gustar aquella alegría; y el Señor añade que permaneció mucho tiempo a su lado, ya que esta presencia prolongada la era necesaria
Nosotros, cristianos, que amamos a nuestra Madre, que la vimos sacrificar a su propio Hijo por nosotros en el Calvario, participemos con afecto filial de la felicidad con que Jesús se dignó colmarla en este instante, y aprendamos también a compadecer los dolores de su corazón maternal. Es la primera manifestación de Jesús crucificado: recompensa de la fe que veló siempre en el corazón de María, aun durante el lóbrego eclipse que se prolongó durante tres días. Pero es tiempo que Cristo se muestre a otros, y que la gloria de su resurrección comience a brillar sobre el mundo. Primero se hizo visible a aquella que entre todas las criaturas, era la más querida y la única digna de tal honor; ahora en su bondad, va a recompensar con su visita llena de consuelos, a las almas abnegadas que han permanecido fieles a su amor, en un duelo quizás demasiado humano, impulsadas por un reconocimiento que ni la muerte ni la tumba pudieron enervar
Dom Prósper Guéranger, O.S.B.

sábado, 26 de marzo de 2016

NUESTRA SEÑORA DE LA SOLEDAD

¡Ay dolor, dolor, dolor,
por mi hijo y mi Señor!

Yo soy aquella María
del linaje de David:
¡Oíd, hermano, oíd
la gran desventura mía!

A mí me dijo Gabriel
que el Señor era conmigo,
y me dejó sin abrigo
más amarga que la hiel.

Díjome que era bendita
entre todas las nacidas,
y soy de las doloridas
la más triste y afligida.

Decid, hombres que corréis
por la vía mundanal,
decidme si visto habéis
igual dolor que mi mal.

Y vosotras que tenéis
padres, hijos y maridos,
ayudadme con mis gemidos,
si es que mejor no podéis.

Llore conmigo la gente,
alegres y atribulados,
por lavar los pecados
mataron a un Inocente.

¡Mataron a mi Señor,
mi redentor verdadero!
¡Cuitada!, ¿cómo no muero
con tan extremo dolor?

Señora, santa María,
déjame llorar contigo,
pues muere Dios y mi amigo,
y muerta está mi alegría.

miércoles, 23 de marzo de 2016

VIVIR EL VÍA CRUCIS

X ANIVERSARIO 
M. María Elvira de la Santa Cruz M.F.
+ 19-III-2006

SANTO EJERCICIO DEL VÍA CRUCIS
Pensamientos y viviencias de la Madre María Elvira de la Santa Cruz M.F.
Por la señal de la Santa Cruz... Señor mío Jesucristo...
Oremos: Señor Jesucristo, colma nuestros corazones con la luz de tu Espíritu Santo, para que, siguiéndote en tu último camino, sepamos cuál es el precio de nuestra redención y seamos dignos de participar en los frutos de tu pasión, muerte y resurrección. Tú que vives y reinas por los siglos de los siglos. Amén. (San Juan Pablo II)

PRIMERA ESTACIÓN:
JESÚS ES CONDENADO A MUERTE
V. Te adoramos, oh Cristo, y te bendecimos.
R. Pues por tu santa cruz redimiste al mundo.
[V. Adoramus te, Christe, et benedicimus tibi
R. Quia per sanctam crucem tuam redemisti mundum.]
“Hágase tu voluntad; en esto consiste toda mi dicha.
Señor, si es necesario más sufrimiento por el bien de las almas, envíamelo. Te diré como San Agustín: "dame lo que me pides y pídeme lo que quieras".
Sé, Señor, que el sufrimiento nunca es estéril a tus ojos.
¡María, ayúdame a llevar a cabo mi abandono total en las manos de Jesucristo!”
Padrenuestro, Avemaría y Gloria.
Jesús, pequé: Ten piedad y misericordia de mí.
Bendita y alabada sea la pasión y muerte de nuestro Señor Jesucristo y los dolores de su santísima Madre, triste y afligida al pie de la cruz. Amén, Jesús.
SEGUNDA ESTACIÓN:
JESÚS CARGA CON LA CRUZ
V. Te adoramos, oh Cristo, y te bendecimos.
R. Pues por tu santa cruz redimiste al mundo.
[V. Adoramus te, Christe, et benedicimus tibi
R. Quia per sanctam crucem tuam redemisti mundum.]
“Las palabras de Cristo misericordioso a través de mi confesor consuelan mi alma y me ayudan a abrazar la cruz, al igual que Cristo, como la prueba del amor más grande...
Para mí el unirme a la Cruz de Cristo es el mayor de los regalos que me ha hecho el Señor. Es una gran muestra de amor y de intimidad que el Señor me ha dado".
Padrenuestro, Avemaría y Gloria.
Jesús, pequé: Ten piedad y misericordia de mí.
Bendita y alabada sea la pasión y muerte de nuestro Señor Jesucristo y los dolores de su santísima Madre, triste y afligida al pie de la cruz. Amén, Jesús.
TERCERA ESTACIÓN:
JESÚS CAE EN TIERRA POR PRIMERA VEZ
V. Te adoramos, oh Cristo, y te bendecimos.
R. Pues por tu santa cruz redimiste al mundo.
[V. Adoramus te, Christe, et benedicimus tibi
R. Quia per sanctam crucem tuam redemisti mundum.]
“Yo no quiero ser causa de sufrimiento para el Amado, y me duele enormemente el alma, pensar que con mis desánimos le hago sufrir...
Siento que todavía me reservo algo y necesito vaciarme por entero para llenarme de Cristo.
¡Que todo sea por Ti, Señor, y por la salvación de las almas!
Padrenuestro, Avemaría y Gloria.
Jesús, pequé: Ten piedad y misericordia de mí.
Bendita y alabada sea la pasión y muerte de nuestro Señor Jesucristo y los dolores de su santísima Madre, triste y afligida al pie de la cruz. Amén, Jesús.
CUARTA ESTACIÓN:
JESÚS SE ENCUENTRA CON SU MADRE
V. Te adoramos, oh Cristo, y te bendecimos.
R. Pues por tu santa cruz redimiste al mundo.
[V. Adoramus te, Christe, et benedicimus tibi
R. Quia per sanctam crucem tuam redemisti mundum.]
“Madre, ayúdame a vivir a tu lado, firme junto a la cruz de tu Hijo. Llévate mis miedos y mis dudas. Enséñame a ser fuerte ante la tentación y a saber corresponder a tantas gracias recibidas...
En todo sufrimiento vencemos por Aquél que nos ha amado.
¡Madre mía, enséñame a orar desde el sufrimiento!"
Padrenuestro, Avemaría y Gloria.
Jesús, pequé: Ten piedad y misericordia de mí.
Bendita y alabada sea la pasión y muerte de nuestro Señor Jesucristo y los dolores de su santísima Madre, triste y afligida al pie de la cruz. Amén, Jesús.
QUINTA ESTACIÓN:
SIMÓN DE CIRENE AYUDA A JESÚS A LLEVAR LA CRUZ
V. Te adoramos, oh Cristo, y te bendecimos.
R. Pues por tu santa cruz redimiste al mundo.
[V. Adoramus te, Christe, et benedicimus tibi
R. Quia per sanctam crucem tuam redemisti mundum.]
“Desde el primer momento en que me pedías que me abrazara a tu cruz sólo pude sentir, sin pensármelo más, una inmensa alegría porque Tú me estabas invitando a unirme a Ti...
Gracias, Señor, por haberme reservado un sitio junto a tu Cruz. Tan sólo quiero que esos sufrimientos que faltan para completar tu Pasión pueda yo sufrirlos en mi carne.
Yo tan sólo quiero cumplir y amar tu santa voluntad".
Padrenuestro, Avemaría y Gloria.
Jesús, pequé: Ten piedad y misericordia de mí.
Bendita y alabada sea la pasión y muerte de nuestro Señor Jesucristo y los dolores de su santísima Madre, triste y afligida al pie de la cruz. Amén, Jesús.
SEXTA ESTACIÓN:
LA VERÓNICA ENJUGA EL ROSTRO DE JESÚS
V. Te adoramos, oh Cristo, y te bendecimos.
R. Pues por tu santa cruz redimiste al mundo.
[V. Adoramus te, Christe, et benedicimus tibi
R. Quia per sanctam crucem tuam redemisti mundum.]
“No dejemos escapar esta oportunidad. La fe está decayendo en las almas y hacen falta amigos fuertes de Jesús, que les ayuden a llevar y amar la cruz de cada día. Amigos de Cristo que trabajen sin descanso por y con la Santa Madre Iglesia”
Padrenuestro, Avemaría y Gloria.
Jesús, pequé: Ten piedad y misericordia de mí.
Bendita y alabada sea la pasión y muerte de nuestro Señor Jesucristo y los dolores de su santísima Madre, triste y afligida al pie de la cruz. Amén, Jesús.
SÉPTIMA ESTACIÓN:
JESÚS CAE EN TIERRA POR SEGUNDA VEZ
V. Te adoramos, oh Cristo, y te bendecimos.
R. Pues por tu santa cruz redimiste al mundo.
[V. Adoramus te, Christe, et benedicimus tibi
R. Quia per sanctam crucem tuam redemisti mundum.]
“Sólo pido al Señor que me de paciencia y fortaleza para llevar el peso de esta cruz. Que nunca falte por mi parte la caridad para con esta persona, y que todas las humillaciones que he recibido hoy me ayuden a ser un alma humilde y mortificada. La humildad se aprende a base de humillaciones.
¡Gracias, Señor!”
Padrenuestro, Avemaría y Gloria.
Jesús, pequé: Ten piedad y misericordia de mí.
Bendita y alabada sea la pasión y muerte de nuestro Señor Jesucristo y los dolores de su santísima Madre, triste y afligida al pie de la cruz. Amén, Jesús.
OCTAVA ESTACIÓN:
JESÚS CONSUELA A LAS MUJERES DE JERUSALÉN
V. Te adoramos, oh Cristo, y te bendecimos.
R. Pues por tu santa cruz redimiste al mundo.
[V. Adoramus te, Christe, et benedicimus tibi
R. Quia per sanctam crucem tuam redemisti mundum.]
“Le vienen las lágrimas a los ojos a esta pobre alma, pero lágrimas de alegría, al saber que todo un Dios le pide que se una cada día más al madero de su cruz, hasta sentirse verdaderamente crucificada con Él...
Cuánto aprende uno, Señor, cuando despojada de todo lo terreno y sentada a los pies de tu Sagrario, abierta el alma para escuchar tu voz, Tú vienes y me llenas de Ti, de tus consuelos, de tus caricias.
¡Qué bien se está junto a tu Cruz!"
Padrenuestro, Avemaría y Gloria.
Jesús, pequé: Ten piedad y misericordia de mí.
Bendita y alabada sea la pasión y muerte de nuestro Señor Jesucristo y los dolores de su santísima Madre, triste y afligida al pie de la cruz. Amén, Jesús.
NOVENA ESTACIÓN:
JESÚS CAE EN TIERRA POR TERCERA VEZ
V. Te adoramos, oh Cristo, y te bendecimos.
R. Pues por tu santa cruz redimiste al mundo.
[V. Adoramus te, Christe, et benedicimus tibi
R. Quia per sanctam crucem tuam redemisti mundum.]
“En medio de los mayores padecimientos, Jesús da el consuelo necesario para seguir adelante.
La cruz de Cristo me ha acompañado desde que nací, pero es Él quien me hace amar esta cruz...
¡Bendita cruz que ha cambiado mi vida, que me ha unido a Ti!
Padrenuestro, Avemaría y Gloria.
Jesús, pequé: Ten piedad y misericordia de mí.
Bendita y alabada sea la pasión y muerte de nuestro Señor Jesucristo y los dolores de su santísima Madre, triste y afligida al pie de la cruz. Amén, Jesús.
DÉCIMA ESTACIÓN:
JESÚS ES DESPOJADO DE SUS VESTIDURAS
V. Te adoramos, oh Cristo, y te bendecimos.
R. Pues por tu santa cruz redimiste al mundo.
[V. Adoramus te, Christe, et benedicimus tibi
R. Quia per sanctam crucem tuam redemisti mundum.]
“Qué fácil es, Señor, decir te quiero, pero qué duro el quererte de verdad, el renunciar a tantas cosas por tu amor. Eso es lo que yo quiero, pero cuánto le cuesta a esta pobre alma desprenderse de verdad de todo cuánto le estorba para amarte...
Ahora entiendo, Señor, lo que es renunciar a las propias apetencias y ponerlas con amor ante el altar de Dios; ofrecer el dolor que uno lleva dentro y transformarlo en obras de amor para con los demás".
Padrenuestro, Avemaría y Gloria.
Jesús, pequé: Ten piedad y misericordia de mí.
Bendita y alabada sea la pasión y muerte de nuestro Señor Jesucristo y los dolores de su santísima Madre, triste y afligida al pie de la cruz. Amén, Jesús.
ÚNDÉCIMA ESTACIÓN:
JESÚS ES CLAVADO EN LA CRUZ
V. Te adoramos, oh Cristo, y te bendecimos.
R. Pues por tu santa cruz redimiste al mundo.
[V. Adoramus te, Christe, et benedicimus tibi
R. Quia per sanctam crucem tuam redemisti mundum.]
“La única manera de colaborar con Cristo es extendiendo nuestros brazos en la cruz, en la cruz de cada día.
Ofrecerse con Cristo es encontrar la paz del alma. Ofrecerse con Cristo es haber encontrado el tesoro escondido desde los siglos; es haber encontrado el amor...
He terminado de ver claro lo que de verdad querías de mí: abandono total en tus manos, despojada de todo y de todos".
Padrenuestro, Avemaría y Gloria.
Jesús, pequé: Ten piedad y misericordia de mí.
Bendita y alabada sea la pasión y muerte de nuestro Señor Jesucristo y los dolores de su santísima Madre, triste y afligida al pie de la cruz. Amén, Jesús.
DUODÉCIMA ESTACIÓN:
JESÚS MUERE EN LA CRUZ
V. Te adoramos, oh Cristo, y te bendecimos.
R. Pues por tu santa cruz redimiste al mundo.
[V. Adoramus te, Christe, et benedicimus tibi
R. Quia per sanctam crucem tuam redemisti mundum.]
“Enséñame, Señor, a morir contigo para resucitar a una vida nueva. Que sepa renunciar a todos mis pensamientos y sólo querer los tuyos, a todos mis planes, afectos, ilusiones, y sólo querer todo lo tuyo...
Sufrir y gozar:¡eso es amar!
Cuánto duele el sufrir; pero qué hermoso hacerlo por Ti, ¡oh, Señor!"
Padrenuestro, Avemaría y Gloria.
Jesús, pequé: Ten piedad y misericordia de mí.
Bendita y alabada sea la pasión y muerte de nuestro Señor Jesucristo y los dolores de su santísima Madre, triste y afligida al pie de la cruz. Amén, Jesús.
DECIMOTERCERA ESTACIÓN:
JESÚS ES PUESTO EN LOS BRAZOS DE SU MADRE
V. Te adoramos, oh Cristo, y te bendecimos.
R. Pues por tu santa cruz redimiste al mundo.
[V. Adoramus te, Christe, et benedicimus tibi
R. Quia per sanctam crucem tuam redemisti mundum.]
¡Cuánto he aprendido y aprendo cada vez que os contemplo, Madre!
Sois la gran enseñanza del amor, la escuela en la que se nos enseña a dar la vida por los demás, por medio del sufrimiento silencioso y ofrecido a Dios...
Señor, que al contemplarte en tu Pasión, aprenda a amar el dolor y junto con tu Madre y mi Madre, María, permanezca siempre calladamente a los pies de tu Cruz".
Padrenuestro, Avemaría y Gloria.
Jesús, pequé: Ten piedad y misericordia de mí.
Bendita y alabada sea la pasión y muerte de nuestro Señor Jesucristo y los dolores de su santísima Madre, triste y afligida al pie de la cruz. Amén, Jesús.
DECIMOCUARTA ESTACIÓN:
JESÚS ES COLOCADO EN EL SEPULCRO
V. Te adoramos, oh Cristo, y te bendecimos.
R. Pues por tu santa cruz redimiste al mundo.
[V. Adoramus te, Christe, et benedicimus tibi
R. Quia per sanctam crucem tuam redemisti mundum.]
“Ser uno con Cristo, ser toda para Él; entrar hasta el fondo del alma y llenarme tan sólo de Él.
Yo sólo quiero, Señor, habitar en tu morada todos los días de mi vida, con toda el alma...
Tengo una batalla interior que librar mientras de verdad, dentro y fuera de mí, no grite: ¡Sólo Dios basta!"
Padrenuestro, Avemaría y Gloria.
Jesús, pequé: Ten piedad y misericordia de mí.
Bendita y alabada sea la pasión y muerte de nuestro Señor Jesucristo y los dolores de su santísima Madre, triste y afligida al pie de la cruz. Amén, Jesús.
Oremos: 
Señor Jesucristo, tú nos has concedido acompañarte, con María tu Madre, en los misterios de tu pasión, muerte y sepultura, para que te acompañemos también en tu resurrección; concédenos caminar contigo por los nuevos caminos del amor y de la paz que nos has enseñado. Tú que vives y reinas por los siglos de los siglos. Amén

Padrenuestro, Avemaría y Gloria por la intenciones del Romano Pontífice.

domingo, 20 de marzo de 2016

IN MEMORIAM

MADRE MARÍA ELVIRA DE LA SANTA CRUZ
COFUNDADORA DE LAS HERMANAS MISIONERAS DE LA FRATERNIDAD
X ANIVERSARIO DE SU MUERTE (19-III-2006)
Psalmus 129
De profúndis clamávi ad te, Dómine :
Dómine, exáudi vocem meam :
Fiant aures tuæ intendéntes,
in vocem deprecatiónis meæ.
Si iniquitátes observáveris, Dómine :
Dómine, quis sustinébit ?
Quia apud te propitiátio est :
et propter legem tuam sustínui te, Dómine.
Sustínuit ánima mea in verbo eius :
sperávit ánima mea in Dómino.
A custódia matutína usque ad noctem :
speret Israel in Dómino.
Quia apud Dóminum misericórdia :
et copiósa apud eum redémptio.
Et ipse rédimet Israel,
ex ómnibus iniquitátibus eius.

* Pater noster...

Réquiem ætérnam dona eis, Dómine.
Et lux perpétua lúceat eis.

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"El justo, aunque muera prematuarmente, tendrá el descanso. Vejez venerable no son los muchos días, ni se mide por el número de los años; que las canas del hombre son la prudencia; la edad avanzada, una vida sin tacha. Agradó a Dios, y Dios lo amó; vivía entre pecadores, y Dios se lo llevó; lo arrebató para que la malicia no pervirtiera su conciencia, para que la perfidia no sedujera su alma.
La fascinación del vicio oscurece lo bueno, el vértigo de la pasión pervierte una mente sin malicia. Madurando en pocos años, llenó mucho tiempo. Como su alma era agradable a Dios, lo sacó aprisa de en medio de la maldad. Lo vieron las gentes, pero no lo entendieron, no reflexionaron sobre ello; la gracia y la misericordia son para los elegidos del Señor, y la visitación para sus santos" (Sab. 4, 7-15)