REGNUM MARIAE

REGNUM MARIAE
COR JESU ADVENIAT REGNUM TUUM, ADVENIAT PER MARIAM! "La Inmaculada debe conquistar el mundo entero y cada individuo, así podrá llevar todo de nuevo a Dios. Es por esto que es tan importante reconocerla por quien Ella es y someternos por completo a Ella y a su reinado, el cual es todo bondad. Tenemos que ganar el universo y cada individuo ahora y en el futuro, hasta el fin de los tiempos, para la Inmaculada y a través de Ella para el Sagrado Corazón de Jesús. Por eso nuestro ideal debe ser: influenciar todo nuestro alrededor para ganar almas para la Inmaculada, para que Ella reine en todos los corazones que viven y los que vivirán en el futuro. Para esta misión debemos consagrarnos a la Inmaculada sin límites ni reservas." (San Maximiliano María Kolbe)

sábado, 18 de marzo de 2017

LA GLORIA DE DIOS Y LA SALVACIÓN DE LAS ALMAS

“Tú sabes, Señor, que nuestro único deseo es tu deseo: dar gloria a Dios y salvar almas para Ti”
(Notas de conciencia de la Madre María Elvira)
Al ir leyendo las notas de conciencia que la Madre María Elvira escribió en sus cuadernos aparecen como una constante estos dos objetivos de su vida espiritual: la glorificación de Dios y la salvación de los hombres.
En ella no aparece una dicotomía entre la glorificación de Dios, la salvación del prójimo y su propia salvación. Por el contrario, todo apunta a un único objetivo: que Dios sea glorificado en todo y que la gloria de Dios brille en su creación y en todas sus criaturas.
Como cuarto voto, característico de las Misioneras de la Fraternidad, ella había profesado el voto de buscar la perfección en el amor.
Este voto es como el antídoto contra la rutina espiritual, contra la tibieza vocacional. Podríamos decir que obliga e impulsa a vivir en un permanente acto de amor que contribuye a vivir cada día con mayor perfección la obediencia, la pobreza y la castidad que se han profesado.
Sólo desde el amor se puede comprender la vida de consagración. Esta consiste en una respuesta de amor del vocacionado a una propuesta amorosa de Dios. Mediante esa propuesta y la respuesta afirmativa del consagrado se funden el corazón del llamado con el corazón divino.
Es el amor el que hace nuevas todas las cosas, por lo que buscar la perfección en el amor empuja al consagrado a vivir en una permanente tensión espiritual que hace crecer su entrega a Dios y a los hermanos. La consagración entera se renueva en cada acto que se realiza porque todos son fecundados por la fuerza vivificante del amor a Dios que es el último fin al que tiende la vida del consagrado. Y así cuando se vive desde el amor de Dios y para el amor de Dios, entonces Dios es glorificado y su gloria resplandece en nuestro mundo.
María Elvira, en la práctica del voto de perfección en el amor, encontró un medio fantástico para vivir constantemente en la santa presencia de Dios, puesto que todos los actos de su vida comenzaban inspirándose en Dios y buscaban como fin que Dios fuese amado y glorificado. De esta forma vivía también la dimensión contemplativa de su vocación, al ser consciente de vivir en todo momento en la santa presencia de Dios, lo que lejos de alejarla de gustar de los momentos de adoración eucarística y de la práctica de la oración, contribuía a que los desease con mayor intensidad: “Llévame al silencio interior, a la contemplación; a un lugar apartado en el que sólo Tú y yo podamos vernos y así de veras aprenderé, aún a pesar de la soledad y el sufrimiento, a amarte de verdad y a seguirte abrazada a la Cruz; a donde quiera que Tú vayas”
La Madre María Elvira era una buscadora constante de Dios, que en eso consiste la vida religiosa según la Regla del Patriarca San Benito. Ella lo expresa claramente cuando escribe: “Que en cada acto del día, Señor, tan sólo te busque a Ti. Que en Ti ponga mi principio y a Ti te busque como mi fin”, y también cuando así se expresa: “Que nada ni nadie me distraiga y aparte de tu amor. Tan sólo Tú has llenado mi vida y me has colmado de bendiciones”
La búsqueda de la perfección en el amor ayudó a María Elvira a vivir en espíritu de oración continua. Esto quedó muy bien reflejado en sus anotaciones espirituales. No hay cosa que no refiriese a Dios. Su actividad interior consistía en un ofrecerse continuado juntamente con Cristo y con María. Mucho más que ofrecer a Dios todas sus acciones, lo que hacía era ofrecerse a sí misma juntamente con Cristo. Así se desplegaba en ella el sacerdocio bautismal, que consiste en dejarse transformar por el Espíritu en ofrenda permanente, y en ofrecerse como hostia viva, santa y grata a Dios.
¿Cómo no iba a hacer suya la causa de la salvación de las almas si esta era la causa de Cristo? María Elvira sólo aspira a la identificación con Cristo: “Haz, Señor, que yo sea un fiel reflejo tuyo. Que arda siempre en amor por Ti, y que quien me mire vea tu presencia en mí”.
Identificarse con Cristo conlleva identificarse con su causa y hacer de esta la causa de la propia vida.
María Elvira de la Santa Cruz lo vio con claridad e hizo de ello la causa de su vida y de todo su amor: la gloria de Dios y la salvación de las almas.
Manuel María de Jesús F.F.

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