REGNUM MARIAE

REGNUM MARIAE
COR JESU ADVENIAT REGNUM TUUM, ADVENIAT PER MARIAM! "La Inmaculada debe conquistar el mundo entero y cada individuo, así podrá llevar todo de nuevo a Dios. Es por esto que es tan importante reconocerla por quien Ella es y someternos por completo a Ella y a su reinado, el cual es todo bondad. Tenemos que ganar el universo y cada individuo ahora y en el futuro, hasta el fin de los tiempos, para la Inmaculada y a través de Ella para el Sagrado Corazón de Jesús. Por eso nuestro ideal debe ser: influenciar todo nuestro alrededor para ganar almas para la Inmaculada, para que Ella reine en todos los corazones que viven y los que vivirán en el futuro. Para esta misión debemos consagrarnos a la Inmaculada sin límites ni reservas." (San Maximiliano María Kolbe)

sábado, 19 de mayo de 2018

PREPARÁNDONOS PARA LA FIESTA DE CRISTO SACERDOTE



Hay deberes que se imponen a la recta conciencia de la gente de bien, y en mayor grado a un sacerdote de Jesucristo. Uno de estos deberes es la gratitud para con aquellos de quienes hemos recibido en el camino de la vida la ayuda y el auxilio de bienes, sean estos materiales, y mayormente aún bienes espirituales.
La gratitud es la virtud de los mejores, y como toda virtud  es gracia recibida de Dios. La persona agradecida no se ensoberbece porque sabe que es Dios mismo quien le infunde ese espíritu de agradecimiento. Sin embargo, la gracia no destruye la naturaleza sino que la eleva, y por ello para alcanzar la virtud de ser uno agradecido con Dios y con el prójimo debe contar antes a nivel natural con un espíritu agradecido, que también es don de Dios y que por la fuerza de su gracia puede alcanzar el grado de virtud.
Los mediocres, los raquíticos de corazón, los soberbios y engreídos jamás serán agradecidos ni con Dios ni con el prójimo en un nivel meramente  humano, y aún menos en el orden sobrenatural.
La gratitud es la virtud que nos lleva a tomar conciencia de los dones que recibimos cada día, a valorar la generosidad del que nos los da y a mover nuestra voluntad para corresponder a estos dones, aprovecharlos, desarrollarlos y ponerlos al servicio de los demás.
Como la gratitud es la virtud de los mejores lo más frecuente es encontrarse en el camino de la vida con el desagradecimiento, porque la masa gris y  común se mueve entre la medianía y los bajos fondos del espíritu humano dominados por el orgullo, la soberbia, la altanería, el desagradecimiento y el encumbramiento del propio yo.
El refranero popular recoge bien este espíritu cicatero que tristemente se ajusta a la realidad: "Cría cuervos y te sacarán los ojos"; "Ningún malagradecido siente el favor recibido";"Hacerle bien al ingrato, es lo mismo que ofenderle";"¿Cuántos enemigos tienes? Tantos como favores he hecho"; "De desagradecidos está el infierno lleno".
Vivimos en una sociedad en la que no tenemos cultura del agradecimiento. Los de mediana edad y los más jóvenes han crecido mal formados en la contracultura de "mis derechos" sin reparar en mis obligaciones, entre las que se encuentra la obligación moral de ser agradecidos con los padres, con los profesores, con los sacerdotes, con todos aquellos de los que ha recibido algún bien por muy pequeño que sea.
Esta contracultura arrastrada en el propio corazón al claustro y a la vida sacerdotal se convierte en el más grande impedimento para que la jerarquía  y los superiores puedan contar con personas generosas, disponibles, desasidas de sí mismas y dispuestas a llegar al holocausto del sacrificio personal.
De igual modo los fieles se encontrarán enfrente de adolescentes caprichosos e inmaduros, a pesar de ser entrados en años, que son el polo opuesto de aquél Corazón manso y humilde de Cristo al que estos debieran hacer presente en medio de las comunidades cristianas y de la sociedad entera.
No es cuestión de impecabilidad, algo con lo que ni el Señor cuenta porque conoce bien el barro del que estamos hechos. Es cuestión de actitud, de purificación del corazón, de recta intención. Es cuestión de virtud.
"LA GENTE QUE MUERDE LA MANO QUE LOS ALIMENTA NORMALMENTE LAME LA BOTA QUE LOS PATEA"
"Hay mucha gente que no sabe agradecer y que a menudo hacen como los gatos (refiriéndome al animal felino), que tiene fama de cerrar los ojos cuando le echan comida para no ver quién se la está echando. La gente que práctica esa forma de ser a menudo dice cuando le hacen un favor que “esa era su obligación”, o “él me hizo el favor porque le dio la gana, yo no lo obligué”, porque con esas frases dejan salir su espíritu de malagradecidos y de ingratitud.
Desde muy pequeño aprendí que “al que a uno le da de comer, nunca su mano debes morder”. Quienes no saben agradecer es porque practican la ingratitud como principio negativo. El ser humano debe tener por norma agradecer hasta a sus enemigos (si es que los tiene), porque les enseñan que de ellos ya no tiene que cuidarse, sino de los que se dicen amigos.
El ingrato, el malagradecido olvida con facilidad los favores y ayudas que ha recibido en el pasado"
El espíritu ingrato invalida e incapacita a toda persona que aspira a entregar su vida al servicio de Dios, de la Iglesia y de los hermanos. Bajo capas de apariencia, de las que a veces ni ellos mismos son conscientes por su propia ceguera y orgullo, este tipo de personas, a no ser que se conviertan por la purificación del corazón, lejos de ser transparencia del Cristo humilde, sufrido, siervo y obediente hasta la muerte de cruz, serán siempre un contra signo de Aquél y de aquello que dicen querer representar.
El ingrato nunca debe a nadie, sólo a él se le debe. Nunca piensa en la posibilidad de haber cometido ofensa, si acaso es siempre el ofendido. Lo último que piensa es en el posible dolor causado a los demás, y si llegara a pensarlo siempre lo justificaría bajo la excusa de haber obrado en razón y justicia.
El ingrato es la encarnación misma del espíritu farisaico contra el que Jesús libró sus más duras batallas y que finalmente le llevó a su Pasión y muerte.
La ingratitud es el anti-evangelio, el mayor cáncer que la Iglesia puede sufrir en sus miembros. No es el pecado, como dice el Papa Francisco, porque pecadores somos todos, sino la corrupción misma, porque el ingrato jamás admitirá su ingratitud ni se moverá ni un milímetro de su "falsa razón".
¿Cómo se puede construir la torre de la santidad y desarrollar el crecimiento de las virtudes teologales y cardinales en un corazón ingrato por naturaleza y por propia elección? ES DEL TODO IMPOSIBLE.
El agradecimiento y la ingratitud no parecen importantes para la mayoría de las personas. Pero Dios ve las cosas de una forma diferente. La ingratitud es uno de los síntomas de una sociedad y de una Iglesia en peligro:“También debes saber esto: que en los postreros días vendrán tiempos peligrosos. Porque habrá hombres amadores de sí mismos, avaros, vanagloriosos, soberbios, blasfemos, desobedientes a los padres, ingratos...” (2 Timoteo 3:1-2) 
"El hombre desagradecido considera todo como algo que Dios le debe desde su nacimiento. Su orgullo lo convence de que el mundo existe para su propio uso. El mismo orgullo que no le permite reconocer el bien de Dios, milita en contra de reconocer el bien que otro ser humano le da. Existe un impedimento adicional para reconocer los favores que otros hacen por nosotros: ello nos fuerza a abandonar la fantasía de que somos auto-suficientes y a cargo de nuestro propio destino. Nos llama a dar gracias a alguien más; nos obliga a dar recíprocamente un bien. Por esto nuestra reacción natural es minimizar o, incluso, negar la importancia de cualquier favor hecho a nosotros".
P. Manuel María de Jesús F.F.

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