REGNUM MARIAE

REGNUM MARIAE
COR JESU ADVENIAT REGNUM TUUM, ADVENIAT PER MARIAM! "La Inmaculada debe conquistar el mundo entero y cada individuo, así podrá llevar todo de nuevo a Dios. Es por esto que es tan importante reconocerla por quien Ella es y someternos por completo a Ella y a su reinado, el cual es todo bondad. Tenemos que ganar el universo y cada individuo ahora y en el futuro, hasta el fin de los tiempos, para la Inmaculada y a través de Ella para el Sagrado Corazón de Jesús. Por eso nuestro ideal debe ser: influenciar todo nuestro alrededor para ganar almas para la Inmaculada, para que Ella reine en todos los corazones que viven y los que vivirán en el futuro. Para esta misión debemos consagrarnos a la Inmaculada sin límites ni reservas." (San Maximiliano María Kolbe)

domingo, 25 de marzo de 2018

IVAS COMO VA EL SOL A UN OCASO DE GLORIA

Hoy la Iglesia te contempla, Jesús, revestido de humildad, sentado sobre los lomos de un borriquillo, encaminándote hacia la Ciudad Santa de Jerusalén.
Tú, el Rey de cielos y tierra, te presentas ante el mundo no con el poder, la fuerza y la gloria que te corresponden, sino con el poder del amor, con la fuerza de quien se hace servidor del Padre y de los hombres, con la gloria de quien sabe abajarse para tender su mano a todos aquellos que lo necesitan.
La Iglesia se llena de gozo al contemplar admirada como los niños hebreos desde su inocencia y su mirada limpia cortan las ramas de los olivos para aclamarte, reconociéndote como el Mesías enviado del Padre para la salvación y redención del género humano.
Al paso del Redentor los niños hebreos y los pobres de Yahveh  extendieron sus mantos sobre el suelo para honrar el paso del Salvador.
Permítenos, Dulce Jesús, que hoy extendamos nosotros nuestros corazones para que te dignes pasar por nuestra vida como Rey y Señor nuestro, como Amigo y Hermano.
Que mientras muchos, dos mil años después, continúan hoy gritando: ¡crucifícale!, ¡crucifícale!, se eleven nuestras voces aclamándote: ¡Bendito el que viene en el Nombre del Señor!
Que nuestras aclamaciones no sean hipócritas, sino una manifestación de que en verdad te aceptamos como nuestro Dios, Rey y Señor.
Manuel María de Jesús

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