REGNUM MARIAE

REGNUM MARIAE
COR JESU ADVENIAT REGNUM TUUM, ADVENIAT PER MARIAM! "La Inmaculada debe conquistar el mundo entero y cada individuo, así podrá llevar todo de nuevo a Dios. Es por esto que es tan importante reconocerla por quien Ella es y someternos por completo a Ella y a su reinado, el cual es todo bondad. Tenemos que ganar el universo y cada individuo ahora y en el futuro, hasta el fin de los tiempos, para la Inmaculada y a través de Ella para el Sagrado Corazón de Jesús. Por eso nuestro ideal debe ser: influenciar todo nuestro alrededor para ganar almas para la Inmaculada, para que Ella reine en todos los corazones que viven y los que vivirán en el futuro. Para esta misión debemos consagrarnos a la Inmaculada sin límites ni reservas." (San Maximiliano María Kolbe)

miércoles, 3 de septiembre de 2014

EL SUFRIMIENTO SALVA DE LA AMBIGÜEDAD


Las dificultades no son siempre una mala cosa, ciertamente no son una mala cosa en sí. Esto es cierto para la vida personal y lo es para la vida pública. Es cierto para la vida espiritual y es cierto, muy cierto, también para la vida de la Iglesia.
El mal es sólo uno:  perder a Cristo y su gracia. El mal es la condenación, no el sufrimiento.
Estamos tan inmersos en la mentalidad pagana de este mundo que no nos damos cuenta que razonamos como él.Muchas veces para nosotros el mal es sufrir y, lo que es peor, valoramos la bondad de las cosas, la corrección de las decisiones y de las obras realizadas, por el hecho de que nos den o no serenidad y tranquilidad. Si no nos hacen sufrir, las cosas para nosotros son buenas.
Esta forma de pensar y sopesar las cosas son lo más alejado del cristianismo que pueda ser. Por ellas pasa el rechazo práctico de la Cruz de Cristo.
Esto es cierto para todas las cosas, también para el retorno a la Tradición y a la Misa de siempre.


En estos años, después de la promulgación del Motu Proprio Summorum Pontificum , con el cual Su Santidad Benedicto XVI declaró abiertamente que la Misa tradicional nunca fue abolida, y le dio el poder a los sacerdotes para volver a celebrarla; después de su entrada en vigor en septiembre de hace siete años, muchos se asustaron tanto de la resistencia puesta en marcha por las curias diocesanas contra el retorno de la Tradición en la Iglesia, hasta tirar la toalla desde el principio, en aquella que debería haber sido una "gloriosa batalla".
Muchos sacerdotes, convencidos en su corazón que era necesario volver a la Misa "Tridentina", tuvieron miedo de las posibles medidas punitivas contra ellos y no hicieron nada; así que los fieles confiados a ellos ni siquiera tuvieron tiempo para darse cuenta de lo que está en juego.
Nos atrevemos a decir que todas estas medidas punitivas, con respecto a los sacerdotes decididos a celebrar según el rito antiguo, con las consiguientes  resistencias y amenazas, pequeñas o grandes restricciones , transferimientos o confinamientos, que en sí mismos son injustos, han sido también un bien.
Sí, el sufrimiento que nos han causado, el sufrimiento causado a los sacerdotes y fieles que pidieron abandonar la desastrosa reforma litúrgica postconciliar, han sido en el fondo un bien que Dios ha permitido providencialmente, para que la lucha por vivir y morir como católicos y no como cripto-protestantes, fuese purificada.



 ¿Qué queremos decir? ¡Simplemente que el sufrimiento experimentado por Cristo, además de santificar a los que viven con Él, nos preserva del mal más profundo para la Iglesia de estos tiempos, que es la ambigüedad!
¿Cómo ha avanzado el desastre en el Catolicismo moderno? Exactamente con el método de la ambigüedad: aparentemente en la Iglesia se salvaba  todo el aspecto tradicional, pero se despojaba de su contenido verdadero y se reinterpretaba de acuerdo a una mentalidad ya no plenamente católica. En el post-concilio sucedió así, traduciendo primero la misa en italiano, a continuación cambiando los textos, después repensando el sacerdocio en un modo más democrático, hasta llegar a la hipótesis moderna de modificación de la moral y de la disciplina de los sacramentos (véase, por ejemplo, la petición de comunión para los divorciados y vueltos a casar en la vida civil). La ambigüedad es el método práctico del modernismo en la Iglesia: fingir respeto por la Tradición, cambiando de hecho la fe y la moral en nombre de la adaptación a los nuevos tiempos y en nombre de una profundización de la fe misma.
La última arma del demonio sería permitir alguna misa tradicional aquí y allá, dentro de un contexto eclesial de hecho modernista y protestantizado, con el fin de "anestesiar" la conciencia de los sacerdotes y de los fieles tradicionales.

En la época del inmediato post-concilio el diablo adormeció la conciencia de muchos católicos en nombre de la obediencia: cuántos obispos, sacerdotes y fieles, llorando, sacrificaron la Verdad sobre el altar de una falsa obediencia, abriéndose a las novedades peligrosas; hoy, en una época no más cristiana y sustancialmente desobediente, el demonio usa otra arma, aquella de la unidad. Así en la Iglesia te pueden conceder un poco de Tradición, siempre que no se convierta en una elección exclusiva, de lo contrario -te dicen- rompe la unidad. En nombre de la unidad de la Iglesia te piden aceptar todas las reformas e innovaciones que hoy están de moda, y que están, literalmente, quemando el campo de Dios, olvidando que la unidad se realiza sobre la fe.
Es por eso que la resistencia de las jerarquías, los sufrimientos de medidas duras, son un dolor bueno, porque nos salvan del engaño de  una falsa obediencia y de una falsa unidad. En una palabra, nos salvan de la ambigüedad.
Volver a la Misa de la Tradición, sin abrazar todo el Catolicismo de la Tradición, sería una locura mortal. Sería mortal mezclar Misa tradicional y apostolado "modernista". Pero de esta locura mortal nos salva propiamente el sufrimiento.
Sí, porque el sufrimiento de las pequeñas y grandes persecuciones de parte de los hermanos en la fe, nos dice que la vida católica de hoy, tal como se vive y se propaga, no tiene nada que ver con la Tradición de la Iglesia.
Cierto, volverá quizás un poco de latín en algún canto; desempolvarán hábitos y estandartes para las procesiones ... pero vivirán todo esto en un modo demasiado humano y no cristiano. Habrá la fachada de un folclore tradicional, pero en su interior habrá una "congregación protestante."

¡Benditos los pequeños y grandes sufrimientos que deberemos  vivir, las pequeñas o grandes marginaciones de las que seremos objeto, queridos sacerdotes y fieles; benditos si nos impiden este engaño mortal, haciéndonos buscar con toda humildad la gracia de Cristo en la Iglesia de siempre.
Fuente: Radicati nella fede

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