REGNUM MARIAE
REGNUM MARIAE

COR JESU ADVENIAT REGNUM TUUM, ADVENIAT PER MARIAM! "La Inmaculada debe conquistar el mundo entero y cada individuo, así podrá llevar todo de nuevo a Dios. Es por esto que es tan importante reconocerla por quien Ella es y someternos por completo a Ella y a su reinado, el cual es todo bondad. Tenemos que ganar el universo y cada individuo ahora y en el futuro, hasta el fin de los tiempos, para la Inmaculada y a través de Ella para el Sagrado Corazón de Jesús. Por eso nuestro ideal debe ser: influenciar todo nuestro alrededor para ganar almas para la Inmaculada, para que Ella reine en todos los corazones que viven y los que vivirán en el futuro. Para esta misión debemos consagrarnos a la Inmaculada sin límites ni reservas." (San Maximiliano María Kolbe)
100 ANIVERSARIO

REGINA MUNDI ET MATER ECCLESIAE
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lunes, 6 de octubre de 2025
viernes, 9 de mayo de 2025
PRÓXIMOS EVENTOS DEL PAPA LEÓN XIV
HOMILIA DEL SANTO PADRE LEÓN XIV EN LA MISA DE CLAUSURA DEL CÓNCLAVE
Capilla Sixtina
Viernes 9 de mayo de 2025
Comenzaré con una palabra en inglés y el resto en italiano.
Pero quiero repetir las palabras del Salmo Responsorial: «Cantaré un cántico nuevo al Señor, porque ha hecho maravillas».
Y, de hecho, no sólo conmigo, sino con todos nosotros. Hermanos
cardenales, mientras celebramos esta mañana, los invito a reconocer las
maravillas que el Señor ha realizado, las bendiciones que el Señor continúa
derramando sobre todos nosotros a través del ministerio de Pedro.
Me habéis llamado a llevar esa cruz, y a ser bendecido con esa misión, y
sé que puedo contar con todos y cada uno de vosotros para caminar conmigo,
mientras continuamos como Iglesia, como comunidad de amigos de Jesús, como
creyentes anunciando la Buena Nueva, anunciando el Evangelio.
«Tú eres elCristo, el Hijo de Dios vivo» ( Mt 16,16).
Con Estas palabras de Pedro, interrogado por el Maestro, junto a los demás
discípulos, sobre su fe en Él, expresan en síntesis la herencia que durante dos
mil años la Iglesia, a través de la sucesión apostólica, ha custodiado,
profundizado y transmitido.
Jesús es el Cristo, el Hijo de Dios vivo, es decir, el único Salvador y
el revelador del rostro del Padre.
En Él, Dios, para hacerse cercano y accesible a los hombres, se nos
reveló en la mirada confiada de un niño, en la mente vivaz de un joven, en los
rasgos maduros de un hombre (cf. Concilio Vaticano II, Constitución
pastoral Gaudium et
spes , 22), hasta aparecerse a los suyos, después de la
resurrección, con su cuerpo glorioso. Nos mostró así un modelo de humanidad
santa que todos podemos imitar, junto con la promesa de un destino eterno que
supera todos nuestros límites y capacidades.
Pedro, en su respuesta, capta ambas cosas: el don de Dios y el camino a
seguir para dejarse transformar por él, dimensiones inseparables de la
salvación, confiadas a la Iglesia para que las anuncie para el bien del género
humano. Confíanoslos a nosotros, elegidos por Él antes de ser formados en el
seno materno (cf. Jr 1,5), regenerados en las aguas del Bautismo y,
más allá de nuestros límites y sin nuestros méritos, conducidos aquí y enviados
desde aquí, para que el Evangelio sea anunciado a toda criatura (cf. Mc 16,15).
En particular, Dios, llamándome mediante vuestro voto a suceder al
Primero de los Apóstoles, me confía este tesoro para que, con su ayuda, sea su
fiel administrador (cf. 1 Co 4, 2) en beneficio de todo el Cuerpo
místico de la Iglesia; para que sea cada vez más una ciudad situada sobre un
monte (cf. Ap 21,10), un arca de salvación que navega en las olas de
la historia, un faro que ilumina las noches del mundo. Y esto no tanto por la
magnificencia de sus estructuras y la grandeza de sus construcciones –como los
monumentos en los que nos encontramos–, sino más bien por la santidad de sus
miembros, de ese «pueblo que Dios se ha adquirido para sí, para que anunciéis
las maravillas de aquel que os llamó de las tinieblas a su luz admirable» ( 1
P 2, 9).
Pero en la raíz de la conversación en la que Pedro hace su profesión de
fe hay también otra pregunta: «La gente», pregunta Jesús, «¿quién dicen que es
el Hijo del Hombre?». ( Mt 16,13). No es una pregunta trivial, sino
que concierne a un aspecto importante de nuestro ministerio: la realidad en la
que vivimos, con sus límites y sus potencialidades, sus interrogantes y sus
creencias.
¿Quién dice la gente que es el Hijo del Hombre? ( Mt 16,13).
Pensando en la escena que estamos reflexionando, podríamos encontrar dos
posibles respuestas a esta pregunta, que dibujan dos actitudes diferentes.
En primer lugar, está la respuesta del mundo. Mateo destaca que la
conversación entre Jesús y sus seguidores sobre su identidad tiene lugar en la
bella ciudad de Cesarea de Filipo, llena de lujosos edificios, enclavada en un
entorno natural encantador, al pie del monte Hermón, pero también cuna de
crueles círculos de poder y escenario de traiciones e infidelidades. Esta
imagen nos habla de un mundo que considera a Jesús una persona totalmente sin
importancia, como mucho un personaje curioso, capaz de suscitar asombro con su
inusual manera de hablar y de actuar. Y así, cuando su presencia se vuelve
molesta por las exigencias de honestidad y las exigencias morales que él exige,
este “mundo” no dudará en rechazarlo y eliminarlo.
Luego está la otra posible respuesta a la pregunta de Jesús: la de la
gente común. Para ellos, el Nazareno no es un “charlatán”: es un hombre recto,
que tiene coraje, que habla bien y que dice las cosas justas, como otros
grandes profetas de la historia de Israel. Por eso lo siguen, al menos mientras
pueden hacerlo sin demasiados riesgos e inconvenientes. Pero lo consideran sólo
un hombre y por eso, en el momento de peligro, durante la Pasión, también ellos
lo abandonan y se van decepcionados.
Lo sorprendente de estas dos actitudes es su actualidad. De hecho,
encarnan ideas que podríamos encontrar fácilmente –expresadas quizá en un
lenguaje diferente, pero idénticas en sustancia– en boca de muchos hombres y
mujeres de nuestro tiempo.
Aún hoy hay muchos contextos en los que la fe cristiana es considerada
algo absurdo, para personas débiles y poco inteligentes; contextos en los que
se prefieren otras certezas, como la tecnología, el dinero, el éxito, el poder,
el placer.
Son ambientes en los que no es fácil testimoniar y anunciar el Evangelio
y donde los que creen son burlados, combatidos, despreciados o, como mucho,
tolerados y compadecidos. Pero precisamente por eso son lugares en los que la
misión es urgente, porque la falta de fe trae a menudo consigo tragedias como
la pérdida del sentido de la vida, el olvido de la misericordia, la violación
de la dignidad de la persona en sus formas más dramáticas, la crisis de la
familia y tantas otras heridas que nuestra sociedad sufre y no poco.
También hoy no faltan contextos en los que Jesús, aunque apreciado como
hombre, es reducido a una especie de líder carismático o superhombre ,
y esto no sólo entre los no creyentes, sino también entre muchos bautizados,
que acaban viviendo, a este nivel, en un ateísmo de facto.
Éste es el mundo que se nos ha confiado, en el que, como tantas veces
nos ha enseñado el Papa Francisco, estamos llamados a testimoniar la fe gozosa
en Cristo Salvador. Por eso también para nosotros es esencial repetir: «Tú eres
el Cristo, el Hijo de Dios vivo» ( Mt 16,16).
Es esencial hacer esto ante todo en nuestra relación personal con Él, en
el compromiso de un camino diario de conversión. Pero también, como Iglesia,
viviendo juntos nuestra pertenencia al Señor y llevando la Buena Noticia a
todos (cf. Concilio Vaticano II, Constitución dogmática Lumen gentium ,
1).
Lo digo ante todo por mí, Sucesor de Pedro, al iniciar mi misión de
Obispo de la Iglesia en Roma, llamado a presidir en la caridad la Iglesia
universal, según la célebre expresión de san Ignacio de Antioquía (cf. Carta
a los Romanos , Saludo). Él, conducido en cadenas a esta ciudad, lugar de
su inminente sacrificio, escribió a los cristianos que allí se encontraban:
«Entonces seré verdaderamente discípulo de Jesucristo, cuando el mundo ya no
vea mi cuerpo» (Carta a los Romanos , IV, 1). Se refería a ser
devorado por las fieras en el circo –y así sucedió–, pero sus palabras
recuerdan en un sentido más general un compromiso indispensable para quien en
la Iglesia ejerce un ministerio de autoridad: desaparecer para que Cristo
permanezca, hacerse pequeño para que Él sea conocido y glorificado (cf. Jn 3,30),
gastarse completamente para que a nadie le falte la oportunidad de conocerlo y
amarlo.
Que Dios me conceda esta gracia, hoy y siempre, con la ayuda de la tiernísima intercesión de María, Madre de la Iglesia.
jueves, 8 de mayo de 2025
LEONEM XIV
«Nuntio vobis gaudium
magnum: habemus papam: eminentissimum et reverendissimum dominum, dominum
Robertus Franciscus, cardinalem Prevost Sanctae Romanae Ecclesiae, qui sibi
nomen imposuit Leonem XIV».
℣. Oremos por nuestro Pontífice
León
℟. Que el Señor le conserve, y le dé vida, y le haga
bienaventurado en la tierra, y no le entregue a la voluntad de sus enemigos.
℣. Tu eres Pedro,
℟. Y sobre esta piedra edificaré mi Iglesia.
Oremos.
Dios, pastor y guía de todos los fieles, mira lleno de bondad a tu siervo, el Papa León, a quien quisiste colocar al frente de tu Iglesia como pastor. Concédele, Te pedimos, la gracia de hacer, por sus palabras y por su ejemplo, que progresen en la virtud aquellos a quienes él preside, y llegue, con el rebaño que le fue confiado, a la vida eterna. Por Nuestro Señor Jesucristo. Amén.
miércoles, 7 de mayo de 2025
SAN JOSÉ, PATRONO Y PROTECTOR DE LA IGLESIA
ORACIÓN A
SAN JOSÉ POR EL CÓNCLAVE
Santísima Trinidad, Padre, Hijo y Espíritu Santo, por intercesión de San José, Patrono de la Iglesia Universal, te imploramos que inspires a los pastores reunidos junto a la tumba del Apóstol Pedro en el próximo cónclave. Manifiesta a ellos tu voluntad, para que elijan, con sabiduría y esperanza, a quien tú quieres por Obispo de Roma y pastor común de tu Iglesia. Concédenos a todos una mirada de fe, para reconocer en él a tu representante, seguirlo y colaborar con él en la misión evangelizadora de todos los pueblos de la tierra. Amén.
SANTO ROSARIO POR EL CÓNCLAVE
ORACIÓN DEL SANTO ROSARIO POR EL CÓNCLAVE EN LA ELECCIÓN DEL NUEVO PAPA
PRIMER MISTERIO
LA RESURRECCIÓN DEL SEÑOR
TODOS:
Señor, igual que
el Apóstol San Pedro también nosotros te decimos con fe y confianza: “Señor, ¿a
quién iremos? Sólo Tú tienes palabras de Vida Eterna”.
SEGUNDO MISTERIO
LA SACENSIÓN DEL SEÑOR
TODOS: Señor,
tú le dijiste al Apóstol: “tú eres Pedro, y sobre esta piedra edificaré mi
iglesia; y las puertas del infierno no prevalecerán contra ella”.Nosotros en
esta tarde te decimos con fe: Creo en la Iglesia que tu fundaste y que es Una,
Santa, Católica y Apostólica y las puertas del infierno no prevalecerán contra
ella.
TERCER MISTERIO
LA VENIDA DL ESPÍRITU SANTO
TODOS: Con la misma fe del
Apóstol San Pedro también nosotros te decimos: Jesús, Tú eres el Señor, “Tú
eres el Cristo, el Hijo de Dios vivo”
CUARTO MISETRIO
LA ASUNCIÓN DE LA VIRGEN
TODOS: Señor, tú le preguntaste al Apóstol:“Simón, hijo de Juan,
¿me amas?” Dos veces te respondió: “Señor, tú sabes que te quiero,” pero la tercera vez se entristeció
recordando las veces que te negó, por eso respondió: “Señor, tú lo sabes todo,
tú sabes que te quiero”. También nosotros hoy te decimos: “Señor, Tú lo sabes
todo. Tú sabes que te amo.
QUINTO MISTERIO
LA CORONACIÓN DE LA VIRGEN
TODOS: Señor, Tú dijiste a Pedro: “Yo te daré las llaves del reino de los cielos; lo que ates en la tierra, será atado en los cielos; y lo que desates en la tierra, será desatado en los cielos”. Hoy te pedimos que concedas a tu Iglesia un Papa santo, un buen Pastor que sea un digno Vicario de Cristo en la tierra.
lunes, 5 de mayo de 2025
CARDENAL LEO: UN MENSAJE LIBRE DE TODA IDEOLOGÍA DAÑINA, DIGNO DE MEDITAR Y ORAR
Mensaje sobre la preparación a
la elección del Romano Pontífice
de Su
Eminencia el Cardenal Frank Leo Arzobispo
Metropolitano de Toronto
A
los fieles de la Arquidiócesis de Toronto: Queridos
hermanos y hermanas, que Jesús y María habiten
en vuestras almas. Como sabéis, me encuentro estos días en Roma, convocado para
la inmensa responsabilidad de elegir un nuevo Papa. Se puede comprender
fácilmente lo onerosa que es esta tarea. Para nosotros los católicos, el oficio
petrino, la persona y el ministerio del Santo Padre, son centrales en nuestra
vida de fe. El Romano Pontífice es de hecho el sucesor del Apóstol de Cristo,
San Pedro. El Catecismo de la Iglesia Católica, n. 881 enseña: «El
Señor hizo de Simón, a quien dio el nombre de Pedro, el único fundamento de su
Iglesia. Le confió las llaves de la Iglesia; lo hizo pastor de todo el rebaño.
El oficio de atar y desatar, que le fue confiado a Pedro, también fue asignado
al Colegio de apóstoles unido a su cabeza. Este oficio pastoral de Pedro y los
demás apóstoles pertenece a los fundamentos de la Iglesia y es continuado por
los obispos bajo la primacía del Papa». Mientras
los cardenales se reúnen para debatir las diversas cualidades que deben
buscarse en el nuevo Pastor universal, así como los desafíos que enfrentan la
Iglesia y la sociedad en general para llevar el Evangelio salvífico de Cristo a
todos, pienso en todos ustedes en Toronto y en la práctica y el testimonio de
la fe en nuestras comunidades y parroquias. Aunque es un tiempo muy intenso,
hecho de escucha y de preguntas, de reflexión y de compartir, la actividad más
importante que realizamos es la oración. Sólo la apertura y disponibilidad al
Espíritu Santo y a sus dones permitirá que la elección papal sea agradable al
Señor. La unidad del Cuerpo de Cristo es fundamental, como lo es la urgencia de
la evangelización y del testimonio. La misión del Papa, también llamado el
“Siervo de los Siervos de Dios”, es preservar la integridad de la fe
apostólica, transmitir fielmente el depósito de la fe, enseñar, guiar, gobernar
y conducir el rebaño de Cristo, y ser una fuerza unificadora que reúne a los
hijos de Dios en la familia espiritual que llamamos Santa Madre Iglesia. Además,
en los números 882-883, el Catecismo afirma:
«El Papa, Obispo de Roma y
sucesor de Pedro, es el principio y fundamento perpetuo y visible de la unidad
tanto de los Obispos como de la multitud de los fieles. En efecto, el Romano
Pontífice, en virtud de su oficio de Vicario de Cristo y Pastor de toda la
Iglesia, tiene sobre ella plena, suprema y universal potestad, que puede
ejercer siempre libremente. El colegio o cuerpo de obispos no tiene autoridad
sino en unión con el Romano Pontífice, sucesor de Pedro como su cabeza. Como
tal, este colegio tiene poder supremo y pleno sobre la Iglesia universal; Pero
este poder no puede ejercerse sin el consentimiento del Romano Pontífice>>
Queridos
fieles de la archidiócesis, los invito a todos a unirse a mí en oración con
intensidad y sinceridad para que los Cardenales reciban sabiduría y
discernimiento de lo Alto; para que el Espíritu de Cristo Resucitado descienda
con poder y abundancia sobre los Cardenales reunidos en la Capilla Sixtina, y
para que quien sea elegido en el próximo cónclave como Sucesor del Príncipe de
los Apóstoles sea digno y santo, humilde y valiente, culto y sabio.
Recemos
juntos todos los días al menos tres Avemarías y
el Acordaos por
esta intención específica. En este mes dedicado de manera especial a María, Madre de la
Iglesia, nuestra madre espiritual en la fe, es decir, en el orden de la gracia,
que su intercesión sea invocada cada día, su nombre alabado por todos los
fieles y la pureza de su fe sea encarnada por todos los que llevan el bendito
nombre de cristianos. También les pido que oren por mí y por mi ministerio, tanto
en Toronto como ahora, especialmente como Cardenal Elector en la Ciudad Eterna. Suyo
devotamente en Jesús, con María,
Frank
Cardenal Leo