REGNUM MARIAE

REGNUM MARIAE
COR JESU ADVENIAT REGNUM TUUM, ADVENIAT PER MARIAM! "La Inmaculada debe conquistar el mundo entero y cada individuo, así podrá llevar todo de nuevo a Dios. Es por esto que es tan importante reconocerla por quien Ella es y someternos por completo a Ella y a su reinado, el cual es todo bondad. Tenemos que ganar el universo y cada individuo ahora y en el futuro, hasta el fin de los tiempos, para la Inmaculada y a través de Ella para el Sagrado Corazón de Jesús. Por eso nuestro ideal debe ser: influenciar todo nuestro alrededor para ganar almas para la Inmaculada, para que Ella reine en todos los corazones que viven y los que vivirán en el futuro. Para esta misión debemos consagrarnos a la Inmaculada sin límites ni reservas." (San Maximiliano María Kolbe)

martes, 21 de junio de 2016

"EL HOMBRE DEL AÑO 2000 TIENE NECESIDAD DEL CORAZÓN DE CRISTO"

La Devoción al Sagrado Corazón de Jesús es la principal devoción cristiana porque en ella se contiene el compendio de toda la religión, a saber el amor a Dios por encima de todas las cosas y el amor al prójimo como a uno mismo por amor a Dios. Es la norma de vida más perfecta, porque al contemplar el Corazón de Jesús aprendemos de Él el verdadero comportamiento que ha de tener y practicar un cristiano.
“Vosotros me llamáis el Maestro y el Señor, y decís bien, porque lo soy”. Los cristianos no tenemos otro Maestro por el que debamos guiarnos y de quien debamos aprender que el Sagrado Corazón de Jesús. Y no tenemos otro Señor por el que debamos dejarnos gobernar más que Nuestro Señor Jesucristo.
San Juan Pablo II, al que todos recordamos, enseñaba que “el hombre del año 2000 tiene necesidad del Corazón de Cristo para conocer a Dios y para conocerse a sí mismo; tiene necesidad de Él para construir la civilización del Amor”.
Realmente están equivocados todos aquellos que puedan pensar que la Devoción al Corazón de Cristo es algo pasado de moda, trasnochado, propio de tiempos pasados. Y están errados porque la devoción al Corazón de Jesús no es sólo la principal devoción cristiana, sino que es la Devoción cristiana por excelencia.
¿Qué significa tener devoción?: significa tener la voluntad de entregarse al servicio de Dios. ¿Y quién es el Sagrado Corazón de Jesús sino Dios mismo, la Segunda Persona de la Santísima Trinidad que se encarnó en el seno virginal de Santa María y se hizo hombre para redimirnos del pecado y para salvarnos de la muerte eterna.
Tener devoción al Corazón de Jesús significa, pues, tener la firme decisión de entregarse a su amor y a su servicio. Por ello ser cristiano implica y requiere tener una devoción profundísima al Corazón del Redentor.
Nos decimos personas religiosas, pero ¿somos conscientes de lo que significa la verdadera religión? “La verdadera religión consiste en entrar en sintonía con el Corazón de Cristo, “rico en misericordia”.
No seremos verdaderamente cristianos y por lo tanto no seremos personas auténticamente religiosas si no perseguimos como ideal de nuestra vida el llegar a tener en nosotros los mismos sentimientos del Corazón de Cristo Jesús.
¿Cuáles eran esos sentimientos? Dos, fundamentalmente: buscar la gloria del Padre y procurar la salvación del género de humano.
Así, también nosotros, hemos de buscar el glorificar a Dios con toda nuestra vida: abriéndonos a su amor, correspondiendo a la inmensidad de su amor, ajustando nuestra vida a sus mandamientos y a sus enseñanzas.
En definitiva, se trata de “ofrecernos a nosotros mismos, cada día, junto con Cristo, como hostia viva, santa y grata a Dios”, haciendo de nuestro ser y de nuestro obrar un culto espiritual agradable a Dios.
Y así, también nosotros, al igual que el Corazón de Jesús debemos sentir un celo profundo e inquietante por la salvación de todos los hombres. A esa salvación podemos contribuir dando testimonio de nuestra fe con obras y cuando sea necesario también con palabras. Orando y sacrificándonos por la conversión de los pobres pecadores y por la salvación de los fieles difuntos. Ofreciendo a Dios por las manos de María y en unión con Jesús inmolado en el Altar nuestros trabajos de cada día, nuestros sufrimientos y nuestras penas.
El ideal del cristiano no es otro que alcanzar la meta de la que nos habla el Apóstol San Pablo: “Vivo yo, más no soy yo, sino que es Cristo quien vive en Mí”.
Hemos de alcanzar ese grado de unión y de identificación con el Corazón de Jesús. Es esto mismo lo que le pedimos cuando rezamos: “Sagrado Corazón de Jesús, haced mi Corazón semejante al vuestro”
¿Comprendemos ahora la necesidad de ser devotos del Corazón de Jesús? ¿La necesidad de aprender de Él, de su vida y de sus enseñanzas?
¿Comprendemos la necesidad de vivir lo más íntimamente posible unidos a Él mediante una vida de oración, una vida eucarística y una frecuente práctica del sacramento de la Penitencia? Sólo así, podrá Jesús ir purificando y transformando nuestros pobres corazones para hacerlos semejantes al suyo. Amén.
Manuel María de Jesús 

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