Los miembros de la Fraternidad de Cristo Sacerdote y Santa María Reina ruegan una oración por el eterno descanso de Dom Gérard Calvet, primer Abad del monasterio de Santa Magdalena de Le Barroux
El
28 de febrero de 2017 fue el noveno aniversario de la muerte de Dom Gérard
Calvet O.S.B. (1927-2008), fundador y primer Abad del monasterio Sainte-Madeleine
di Le Barroux.
Un texto de Dom Gérard:
Conozcan
la vida de los antiguos monjes, que en un tiempo se agrupaban en los bosques de
Alemania, donde no querían fundar academias, ni tenían el gusto de disertar
sobre abstracciones.
Qué hacían?
Deforestaban,
rezaban, leían en el gran libro de la Sagrada Escritura, se desarrollaban en el
arte de vivir juntos, en medio de las poblaciones bárbaras que trataban de
imitarlos, cuando no los masacraban.
Hermanos,
abran sus ejemplares de la santa regla,
no encontrarán un sistema de evangelización; descubrirán la traza de esta
atmósfera dulce, tranquila, de la tierra: un tiempo consagrado a la oración y
al trabajo de los campos, la salmodia del día y de la noche, regulado y
dispuesto no según un parámetro humano, sino en función de la posición del sol
en el cielo.
Veréis
el cuidado que el hombre de Dios presta las cosas de la tierra: "se
encuentra todo lo necesario , es decir, el agua, el molino, el huerto (RB 66) […]
creemos que para el almuerzo […] son suficientes dos platos cocidos (RB 39) […]
creemos que a todos puede bastar un cuarto de vino por cabeza (RB 40) […] basta
para cada monje una túnica y una cogulla, esta última de lana pesada para el
invierno y ligera o lisa para el verano (RB 55) […] en cada temporada, tanto la
hora del almuerzo como la cena deben fijarse de manera que todo se puede hacer
con la luz del sol, ut cum luz fiant omnia (RB 41)".
Hay
allí una gran dulzura.
Lo
que Newman llamaba el carácter virgiliano del monacato.
Añadimos
la santa Liturgia, con su ciclo anual de las fiestas, que por sí solo es todo
un poema: vivir paso a paso los misterios del Señor Jesús; una poesía fresca,
tan simple, de la cual no se cansan los humildes y los sabios. Sí, es el
espíritu benedictino.
Fuente: Romualdica
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