“Que
el camino de nuestra entrega sea camino de cruz, de alegría y amor”
(Notas de conciencia de la
Madre María Elvira)
En estas palabras tan
sencillas se encuentra el secreto de la vida cristiana y por ello el secreto de
la vida consagrada y sacerdotal.
Toda forma de vida
cristiana es sequela Christi –seguimiento
de Cristo-. El cristiano es un discípulo del Maestro, un seguidor de Jesucristo.
Ese seguimiento de Cristo se habrá de concretar luego de una forma particular y
específica en los distintos estados de vida. Cada uno de ellos conlleva unas
determinadas exigencias de vida y el desempeño de un servicio propio en la
edificación de la Iglesia y en la extensión del reino de Dios. “Porque así como
el cuerpo es uno, y tiene muchos miembros, pero todos los miembros del cuerpo,
siendo muchos, son un solo cuerpo, así también Cristo. Porque por un solo
Espíritu fuimos todos bautizados en un cuerpo, sean judíos o griegos, sean
esclavos o libres; y a todos se nos dio a beber de un mismo Espíritu. Además,
el cuerpo no es un solo miembro, sino muchos”. (1 Cor 12, 12-14)
La espiritualidad de María
Elvira fue siempre cristocéntrica. No se
anduvo por las ramas, sino que partió y fundamentó su camino humano, espiritual
y vocacional en lo esencial de la vida cristiana: ser seguidora de Cristo,
acercar Cristo a los hombres y los hombres a Cristo.
En el seno de la
Fraternidad de Cristo Sacerdote y Santa María Reina se enriqueció espiritualmente,
al tiempo que contribuyó de manera personal
a forjar la espiritualidad vivida por los distintos miembros de la misma. Una espiritualidad
centrada en Cristo, una espiritualidad de comunión entre los distintos miembros
que conforman la Fraternidad, cada uno desde su propio estado de vida, pero
bebiendo todos en la misma fuente de espiritualidad que brota del bautismo, y
persiguiendo juntos la meta común, que como hemos dicho no podría ser otra que
la séquela Christi.
No deberíamos pasar por
alto un matiz del todo importante que en la vivencia espiritual de la Madre
María Elvira fue un pilar basal: entender la vida como un camino. Y la vida es
un todo, engloba todos los aspectos y dimensiones de la persona: intelectual,
afectivo, psicológico, espiritual; en definitiva la dimensión humana y
espiritual.
Se trata de un camino por
el que se avanza en constante crecimiento personal; con un rumbo fijo marcado
por la brújula del Evangelio, y con una meta determinada: que se haga realidad
en uno mismo el “vivo yo, pero no soy yo, es Cristo quien vive en mí” (Gál
2, 20)
Ese camino hacia la
madurez humana y espiritual, es decir hacia la plenitud personal, encuentra su
permanente inspiración en la Santísima Humanidad de Cristo – perfectus Deus,
perfectus homo-. Y en el camino se avanza hasta llegar a la meta con la
eficacia de la gracia de Dios y el combate espiritual que uno mismo ha de
librar en el día a día.
El camino de la vida
cristiana, particularizada en las diversas vocaciones y estados de vida, es un
camino de entrega. Entrega que no se hace de una vez, sino que se renueva y se
concreta todos y cada uno de los días de la propia vida. Es en el día a día
donde se renuevan las promesas bautismales, donde se renuevan las promesas
matrimoniales, los votos religiosos y las promesas sacerdotales. En el día a
día.
María Elvira escribe en sus
notas de conciencia que el camino de nuestra entrega habrá de ser un camino de
cruz, de alegría y de amor. Es lo que se desprende la entraña misma del
Evangelio.
Un camino de entrega: “Porque
el que quiera salvar su vida, la perderá; y el que pierda su vida por causa de
mí, la hallará” (Mt 16,25), dice Jesús.
Un camino de cruz: "El
que quiera seguirme, que se niegue a sí mismo, cargue con su cruz cada día y se
venga conmigo” (Mt 16,24)
Un camino de alegría:
“También
vosotros estáis tristes ahora, pero volveré a veros y se alegrará vuestro
corazón y vuestra alegría nadie os la podrá quitar” (Jn
16,22)
Un camino de amor: “Como
el Padre me amó, también yo os he amado; permaneced en mi amor”
(Jn 15,9)
Entrega, cruz, alegría y
amor son dones que quienes la conocimos vimos reflejados en la vida de la Madre
María Elvira y fuimos testigos de su lucha por hacerlos presentes en su vida y de
su confianza en Dios y en María para lograr vivirlos cada día con mayor
perfección.
Manuel María de Jesús F.F.
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