HOMILÍA DEL PATRIARCA LATINO DE JERUSALÉN
12 de mayo de 2014 en el Santuario de Nuestra Señora de Fátima
Queridos obispos, sacerdotes, religiosas y demás
consagrados,
Respetables
autoridades civiles, regionales y nacionales,
Queridos
hermanos y hermanas, venidos de Portugal y demás peregrinos del mundo entero
que soportasteis el cansancio del viaje por el gran amor que tenéis a la Virgen
de Fátima.
He venido de Jerusalén
para participar en esta fiesta en honor a María.
Agradezco
de corazón al Señor D. Antonio Marto, obispo de Leiría-Fátima, por haberme
convidado a presidir esta bella peregrinación en torno a Nuestra señora, y
agradezco a todos los que han organizado esta peregrinación internacional.
He
venido a presentar a Nuestra Señora las súplicas de sus hijos de Medio Oriente
y del Mundo entero y, de un modo especial, pedirle por las necesidades de los
cristianos y de todos los habitantes de su patria: la Tierra Santa.
He
venido también para dar testimonio junto con vosotros de la importancia, o
mejor, de la centralidad de la devoción mariana en la vida de todo cristiano, y
para incentivaros a ser más confiados en la fuerza de tan buena y poderosa
Madre. Fátima es una señal indiscutible de la fuerza de María Santísima en la
historia de la Humanidad. Sin Fátima, hasta incluso nuestros días no se
entenderían bien.
Entre
las llamadas de la Virgen de Fátima, como vosotros mismos conocéis, está la
llamada a la conversión, al ofrecimiento voluntario de todos nuestros
sufrimientos –del miedo y de las angustias que causan en nosotros la injusticia
en el mundo- para la gloria de Dios y la salvación de las almas.
De
ahí que Fátima sea una repetición fiel e histórica de aquello que sucedió en
Caná de Galilea.
La
Virgen María quiso aquí, en Fátima, como en Caná, intervenir a favor de la
Humanidad. Y aquí como allá, indicó el camino de salvación: “Haced lo que Él os
diga” (Jn 2, 1-11)
Sí,
queridos Hemanos, debemos hacer lo que Jesús nos dice. Ese es el modo para dar
Gloria al Padre y obtener las gracias de
que el mundo, tan herido, necesita de forma urgentísima.
María es una solamente.
Ella
nació en Palestina –en cierto sentido es también nuestra parroquiana- y desde
allí comenzó su misión a lo largo del tiempo y del espacio, bendiciendo la
historia humana con su presencia benéfica.
Todos
los santuarios marianos del mundo poseen algo de esta presencia de María, y
entre ellos se complementan y se “reclaman mutuamente”
-Nazaret nos recuerda el “Sí” de María. “Sí” purísimo, incondicional y fecundo:
-Belén nos recuerda su Maternidad divina y virginal.
-Jerusalén, santuario del Gólgota y del Sepulcro Vacío: nos recuerda la Virgen
de los Dolores, mas también la Virgen de la Esperanza, finalmente, la Virgen
Gozosa de la Resurrección.
Y
así el mundo entero:
-
La Virgen en La Salette nos recuerda las
lágrimas de Nuestra Señora y su esperanza en medio del sufrimiento.
-
Lourdes, su Inmaculada Concepción como fuente de gracias celestiales;
-
Guadalupe, su providencia amorosa y maternidad universal;
-
El Pilar, su solidez de Reina y Madre…
-
Fátima, la fuerza de su Inmaculado Corazón, como fuente de salvación para la
Humanidad.
Por
la necesidad urgente en la que se encontraba, y se encuentra, la vid de
millones y millones de seres humanos, el mensaje de Fátima se hace un clamor
vigoroso de Nuestra Madre del Cielo.
Ella
aquí nos llama a la conversión; a que dejemos de ofender a Dios; a ofrecer
sacrificios por la conversión de los pobres pecadores que se condenan, porque
nadie reza por ellos, a reparar las ofensas cometidas contra el Corazón de
María Inmaculada y contra Su Hijo.
La
Virgen aquí nos llama a consolar el Corazón de Jesús, que tanto sufre,
abandonado de amor. Esto lo entendió muy bien el pequeño Beato Francisco Marto,
que no hacía otra cosa sino querer consolar a Jesús sufriente, presente en el
Santísimo Sacramento del Altar. Era así que pasaba mucho tiempo delante del
Santísimo…para consolar a Jesús. ¡Qué ejemplo de bondad!
La
Virgen aquí nos llamó a rezar por la paz, por el Papa, por todos. ¡Qué amor por
el Santo Padre experimentó la pequeña Beata Jacinta! Grande ejemplo para
nosotros también; para que aprendamos a amar al “Dulce Cristo en la tierra! Y a
rezar por él. ¡Y tenemos al Papa Francisco que merece todo esto y aún más!
Sí,
queridos hermanos y hermanas, desde que María Santísima se convirtió en la
Madre de Dios con su FIAT, con su "Hágase en mí, según tu Palabra” que
pronunció en Nazaret, desde ese instante, la Virgen nunca más paró.
Desde
Nazaret, comenzó su acción evangelizadora. Acción que nunca cesó. Acción que
continúa en el tiempo y en el espacio.
Ella
va por los caminos del mundo, intentando guiar a sus hijos, para que vuelvan a
Dios Padre, y tratando que aquellos que todavía no conocen a Dios lo conozcan,
lo amen y lo sigan.
He venido de Jerusalén para pediros también
que recéis por todos los habitantes de nuestra región: cristianos, judíos,
musulmanes: por todos.
Por
favor, no os olvidéis de vuestros hermanos, los cristianos de Tierra Santa.
Podéis
ayudarlos rezando por ellos, pero también –cada uno en su campo de acción-
contribuyendo a que se cumplan las leyes internacionales y los verdaderos
derechos de las Naciones, y que vuelva la paz a la Tierra del Príncipe de la
Paz.
Contemplando
un número tan grande de peregrinos, vemos también diversos grupos y asociaciones internacionales, que trabajan
por la justicia y por la paz en el mundo; y a todos los organizadores de esta
bella fiesta en honor de María, a todos vosotros, agradezco vuestra presencia
aquí hoy.
También
está presente una representación de los Caballeros y Damas de la Orden de
Caballería del Santo Sepulcro de Jerusalén venida de Portugal, de Italia, de
Brasil y de otros lugares.
Muchas
gracias por vuestra solidaridad y dedicación en sostener las numerosas obras a
favor de los cristianos de Tierra Santa.
Como
sabéis, el Papa Francisco, dentro de algunos días, irá como peregrino a
Jordania, a Palestina y a Israel.
Fátima
está íntimamente unida a la misión universal del “Obispo vestido de blanco”.
Ayudemos al Papa en su misión de gracia y de paz, rezando y ofreciendo
sacrificios.
Tomemos,
también, su ejemplo y peregrinemos a Tierra Santa, donde están vuestra raíces y
donde se concretizó la Historia de nuestra Salvación. ¡Os espero a todos con
mucho gusto!
Es
de noche. Hay tinieblas…y sombras de muerte. ¡Sí, es de noche! Noche cerrada
sobre el mundo. Si la Virgen de Fátima hablaba sobre las tinieblas del error,
de la guerra, de la perdición de muchos…hoy, infelizmente, no parece que
estemos mucho mejor… ¡Sí, es noche cerrada! Mas a pesar de todas esas tinieblas, brilla una
pequeña luz de Esperanza. Es la Virgen Santísima que brilla como una lámpara en
un lugar oscuro…¡Sabemos que después del sábado llega la Resurrección y la
Alegría!
María
estuvo al pie de la Cruz de Cristo, su Hijo, y permanece al pie de la cruz de
sus hijos. Porque la agonía del Señor continúa con la agonía de todos los
hombres, de los pobres y de todas las víctimas de la injusticia.
¡Amigos,
no tengáis miedo! Aquél que salió del Sepulcro de Jerusalén tiene una fuerza
tal que ningún movimiento político o pseudopolítico, ninguna sociedad humana,
ninguna ley inicua…podrá jamás vencer.
La
luz de nuestra esperanza se fundamenta, definitivamente, en la fuerza
omnipotente del Señor que dice: “No tangáis miedo” “Yo estaré siempre con
vosotros” (Jo 16,33; cf. Is 41,10; Mt 28,20).
Y
María, en este sentido, es también Madre de la Esperanza: porque nos recuerda y
enseña que “nada es imposible para Dios” (Lc 1,37).
El
Medio Oriente está en llamas. La situación geopolítica es más que frágil. Por
todos los lados hay guerras y rumores de
guerra. ¿Qué hacer? ¿En quién confiar? ¿A quién recurrir? A Cristo. Porque Él
no falla ni puede fallar. Por eso dice: “No se turbe vuestro corazón. Creéis en
Dios. Creed también Mí” (Jo 14,1). Es como si el eco de su voz fuerte
continuase a decirnos: ¡No tengáis miedo! A pesar de las injusticias; a pesar
del número reducido de fieles en la Tierra Santa; a pesar del número tan
elevado de refugiados; a pesar de la familia casi destruida; a pesar de todos
los pesares: “¡No tengáis miedo!” (Jo 16,33), “Sabed que Yo estoy siempre con
vosotros hasta el fin de los tiempos” (Mt 28,20).
Virgen
Santísima, venimos aquí desde muy lejos para presentarte las intenciones de tus
hijos e hijas del mundo entero.
-Te
ofrecemos nuestro corazón y nuestros deseos e intenciones de ser buenos
cristianos;
-Te
ofrecemos nuestras buenas acciones y todo lo que poseemos;
-
Consérvanos en la gracia santificante. Vela por la salud de nuestros cuerpos.
-
Protege nuestras familias:
-Que
nuestros niños conozcan a Tu Hijo, cumpliendo sus mandamientos;
-Que nuestros jóvenes vivan en el amor de Dios, viviendo virtuosamente;
-Que los hombres y mujeres se amen y se respeten, como el Señor ordena y vivan en paz y fidelidad, respetándola
pureza y la vida;
-Que los ancianos y enfermos sean protegidos de quien los desprecia;
-Que todos vivamos íntimamente unidos a Jesús.
Te
consagramos todo lo que somos y tenemos. ¡Ese es nuestro presente de amor, con
ocasión de tu fiesta de hoy!
Y
Tú, Virgen Santísima, concédenos lo que tienes: Danos tu paz, tu ternura, tu
perseverancia en el bien, tu serenidad.
Enséñanos
a vivir para Dios y para el prójimo.
Haznos
semejantes a Ti, ya que si somos en verdad tus hijos a Ti debemos asemejarnos.
Amén.
† Fouad Twal
Patriarca Latino de Jerusalén
Traducción: Blog Regnum Mariae
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