Juan
Bautista de La Salle es el fundador de los Hermanos de las Escuelas Cristianas.
Nació en la ciudad francesa de Reims en 1651 y murió un día de Viernes Santo en
la ciudad de Rouen, el 7 de abril de 1719
Juan
Bautista no se conformó con vivir de acuerdo a su clase social adinerada, sino
que movido siempre y en todo por un profundo espíritu de fe repartió sus bienes
a favor de los más necesitados y consagró su vida a la educación de la niñez,
especialmente de los hijos de los artesanos. Renovó la pedagogía de la enseñanza,
lo cual se refleja en la Guía de las
Escuelas de la que es autor. Abrió las primeras escuelas profesionales y creó
las Escuelas Normales para la formación de los maestros. Fundó un Comunidad
religiosa de Hermanos dedicados a la formación de la infancia y de la juventud,
siempre pioneros en el ejercicio de la docencia en todo el mundo.
Alguien
ha escrito con acierto: “Si San Juan Bautista de la Salle viviera hoy aquí en
la tierra abriría los ojos aterrado al ver que la educación se ha secularizado,
o sea, que se ha organizado como si Dios no existiera y sólo se preocupa por
hacer de los seres humanos unos animalitos muy bien amaestrados, pero sin fe,
sin mirar a la eternidad ni importarle nada la salvación del alma. Porque para
él, lo imprescindible, lo que constituía su obsesión, era obtener la salvación
del alma de los educandos y hacerlos crecer en la fe. Si no hubiera sido por
estos dos fines, él no habría emprendido ninguna obra especial, porque esto era
lo que en verdad le interesaba y le llamaba la atención: hacer que los
educandos amaran y obedecieran a Dios y consiguieran llegar al reino eterno del
cielo”
Juan
Bautista estudió en el famoso Seminario de San Suplicio de París donde recibió una
sólida formación que le sirvió para toda su vida. Fue ordenado sacerdote y por
su posición social y sus hermosas cualidades parecía destinado para altos
cargos eclesiásticos, de hecho era canónigo de la catedral de Reims desde los
13 años de edad.
Al
morir su director espiritual, Nicolás Roland, lo dejó como encargado de un orfelinato para niñas pobres, dirigido por las
Hermanas del Niño Jesús. Allí en esa obra lo esperaba la Divina Providencia
para encaminarlo hacia la gran obra que le tenía destinada: ser el reformador
de la educación.
La
Salle le dio un viraje de 180 grados a los antiguos métodos de educación. Antes
se enseñaba a cada niño individualmente. Ahora La Salle los reúne por grupos
para darles clases (en la actualidad eso parece tan natural, pero en aquel
tiempo era una novedad). Antiguamente se educaba con base en gritos y golpes.
El padre Juan Bautista reemplazó el sistema del terror por el método del amor y
de la convicción. Y los resultados fueron maravillosos. La gente se quedaba
admirada al ver cómo mejoraba totalmente la juventud al ser educada con los
métodos de nuestro santo.
No
les enseñaba solamente cosas teóricas y abstractas, sino sobre todo aquellos
conocimientos prácticos que más les iban a ser de utilidad en la vida diaria. Y
todo con base en la religión y la amabilidad.
La
Salle empezó a reunir a sus profesores para instruirlos en el arte de educar y
para formarlos fervorosamente en la vida religiosa. Y con los más entusiastas
fundó la Comunidad de Hermanos de las Escuelas Cristianas.El éxito de los
Hermanos fue inmenso desde el principio
de su congregación, y ya en vida del santo abrieron colegios en muchas ciudades
y en varias naciones. Un 15 de agosto los consagró San Juan Bautista a la
Santísima Virgen y han permanecido fervorosos propagadores de la devoción a la
Madre de Dios. Tan grande era la devoción de Juan Bautista a la Virgen
Santísima que siempre llevaba entre sus manos el santo rosario para ir
desgranando las avemarías. Las gentes llegaron a identificarlo como el “sacerdote
del rosario”. Y en sus Escuelas los Hermanos junto con los alumnos rezaban a
diario esta oración tan querida por la Madre celestial.
Al
principio la mayor parte de los maestros le fallaron porque el santo era tan
bondadoso que no podía imaginar mala voluntad en ninguno de sus discípulos.
Para él todo el mundo era bueno, y por mucho que lo hubieran ofendido estaba
siempre dispuesto a perdonar y a volver a recibir al que había faltado. Y tuvo
la prueba dolorosísima de ver que algunos lo engañaron y se dejaron contagiar
por el espíritu del mundo. Pero luego sus asesores lo convencieron para que no
aceptara a ciertos sujetos no confiables y que expulsara a algunos que se
habían vuelto indignos. Y el santo aceptando con toda humildad y mansedumbre
los buenos consejos recibidos procedió a purificar muy a tiempo su
congregación.
Siendo
de familia muy rica, repartió todos sus bienes entre los pobres y se dedicó a
vivir como un verdadero pobre. Los últimos años cuando renunció a ser Superior
General de su Congregación, pedía permiso al superior hasta para hacer los más
pequeños gastos. Los viajes aunque a veces muy largos, los hacía casi siempre a
pie, y pidiendo limosna para alimentarse por el camino, durmiendo en casitas
pobrísimas, llenas de plagas y de incomodidades.
Una
vez pasó todos los tres meses del crudísimo invierno, en una habitación sin
calefacción y con ventanas llenas de rendijas y con varios grados bajo cero.
Esto le trajo un terrible reumatismo que durante todo el resto de su vida le
produjo tremendos dolores y las anticuadas curaciones que le hicieron para ese
mal lo torturaron todavía mucho más.
En
su juventud, por ser de familia muy adinerada, había gozado de una alimentación
refinada y muy sabrosa. Cuando se dedicó a vivir la pobreza de una comunidad
fervorosa y en la cual, los alimentos eran rudos y desagradables, tenía que
aguantar muchas horas sin comer, para que su estómago fuera capaz de recibirle
esos alimentos tan burdos.
Su
sotana y su manteo eran tan pobres y descoloridos, que un pobre no se los
hubiera aceptado como limosna.
Su
humildad era tan grande que se creía indigno de ser el superior de la
comunidad. Estaba siempre dispuesto a dejar su alto puesto y alguna vez que por
dolorosas calumnias dispuso la autoridad superior quitarlo de ese cargo, él
aceptó inmediatamente. Pero todos los Hermanos firmaron un memorial anunciando
que no aceptaban por el momento a ningún otro como superior sino al Santo
Fundador y tuvo que aceptar el seguir con el superiorato.
No
se cansaba de recomendar con sus palabras y sus buenos ejemplos, a sus
religiosos y amigos que la preocupación número uno del educador debe ser
siempre el tratar de que los educandos crezcan en el amor a Dios y en la
caridad hacia el prójimo, y que cada maestro debe esforzarse con toda su alma
por tratar de que los jovencitos conserven su inocencia si no la han perdido o
que recuperen su amistad con Dios por medio de la conversión y de un inmenso
horror al pecado y a todo lo que pueda hacer daño a la santidad y a todo lo que
se oponga a la eterna salvación.
Pasaba
muchas horas en oración y les insistía a sus religiosos que lo que más éxito
consigue en la labor de un educador es orar, dar buen ejemplo y tratar a todos
como Cristo lo recomendó en el evangelio: "haciendo a los demás todo el
bien que deseamos que los demás no hagan a nosotros".
San
Juan Bautista de la Salle murió el 7 de abril de 1619 a los 68 años. Fue
declarado santo por el Sumo Pontífice León XIII en el año 1900. El Papa Pío XII
lo nombró Patrono Universal de los maestros.
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