La mirada. ¡Qué importante es!
¡Cuántas cosas pueden decirse con una mirada! Afecto, aliento, compasión, amor,
pero también reproche, envidia, soberbia, incluso odio. Con frecuencia, la
mirada dice más que las palabras, o dice aquello que las palabras no pueden o
no se atreven a decir.
¿A quién mira la Virgen María?
Nos mira a todos, a cada uno de nosotros. Y, ¿cómo nos mira? Nos mira como
Madre, con ternura, con misericordia, con amor. Así ha mirado al hijo Jesús en
todos los momentos de su vida, gozosos, luminosos, dolorosos, gloriosos, como
contemplamos en los Misterios del Santo Rosario, simplemente con amor.
Cuando estamos cansados,
desanimados, abrumados por los problemas, volvámonos a María, sintamos su
mirada que dice a nuestro corazón: "¡Animo, hijo, que yo te
sostengo!" La Virgen nos conoce bien, es madre, sabe muy bien cuáles son
nuestras alegrías y nuestras dificultades, nuestras esperanzas y nuestras
desilusiones. Cuando sintamos el peso de nuestras debilidades, de nuestros
pecados, volvámonos a María, que dice a nuestro corazón: "!Levántate,
acude a mi Hijo Jesús!, en Él encontrarás acogida, misericordia y nueva fuerza
para continuar el camino".
La mirada de María no se dirige
solamente a nosotros. Al pie de la cruz, cuando Jesús le confía al Apóstol
Juan, y con él a todos nosotros, diciendo: "Mujer, ahí tienes a tu
hijo", los ojos de María están fijos en Jesús. Y María nos dice, como en
las Bodas de Caná: "Haced lo que Él os diga". María indica a Jesús,
nos invita a dar testimonio de Jesús, nos guía siempre a su Hijo Jesús, porque
sólo en Él hay salvación, sólo Él puede trasformar el agua de la soledad, de la
dificultad, del pecado, en el vino del encuentro, de la alegría, del perdón.
Sólo Él.
"Bienaventurada porque has
creído". María es bienaventurada por su fe en Dios, por su fe, porque la
mirada de su corazón ha estado siempre fija en Dios, en el Hijo de Dios que ha
llevado en su seno y que ha contemplado en la cruz. En la Adoración del
Santísimo Sacramento, María nos dice: "Mira a mi Hijo Jesús, ten los ojos
fijos en Él, escúchalo, habla con Él. Él te mira con amor. No tengas miedo. Él
te enseñará a seguirlo para dar testimonio de Él en las grandes y pequeñas
obras de tu vida, en las relaciones de familia, en tu trabajo, en los momentos
de fiesta; te enseñará a salir de ti mismo, de ti misma, para mirar a los demás
con amor, como Él, que te ha amado y te ama, no de palabra, sino con
obras".
¡Oh María!, haznos sentir tu
mirada de Madre, guíanos a tu Hijo, haz que no seamos cristianos "de
escaparate", sino de los que saben "mancharse la manos" para
construir con tu Hijo Jesús su Reino de amor, de alegría y de paz”.
Fuente: Caminar ( monja contemplativa)
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