*Año de la Vida Consagrada
LA
VIDA RELIGIOSA: UNA FORMA
PARTICULAR DE CONSAGRACIÓN A DIOS
5.
La consagración es la base de la vida religiosa. Al afirmarlo, la Iglesia
quiere poner en primer lugar la iniciativa de Dios y la relación transformante
con El que implica la vida religiosa. La consagración es una acción divina.
Dios llama a una persona y la separa para dedicársela a Si mismo de modo
particular. Al mismo tiempo, da la gracia de responder, de tal manera que la
consagración se exprese, por parte del hombre, en una entrega de sí, profunda y
libre. La interrelación resultante es puro don: es una alianza de mutuo amor y
fidelidad, de comunión y misión para gloria de Dios, gozo de la persona consagrada
y salvación del mundo.
6.
Jesús mismo es Aquel a quien el Padre consagró y envió en el más alto de los
modos (cf. Jn 10, 86). En El se resumen todas las consagraciones de la antigua
Ley, que simbolizaban la suya y en El está consagrado el nuevo Pueblo de Dios,
de ahí en adelante misteriosamente unido a El. Por el bautismo Jesús comparte
su vida con cada cristiano; cada uno es santificado en el Hijo; cada uno es
llamado a la santidad; cada uno es enviado a compartir la misión de Cristo, con
capacidad de crecer en el amor y en el servicio del Señor. Este don bautismal
es la consagración fundamental cristiana y viene a ser raíz de todas las demás.
7.
Jesús vivió su consagración precisamente como Hijo de Dios: dependiendo del
Padre, amándole sobre todas las cosas y entregado por entero a su voluntad.
Estos aspectos de su vida como Hijo son compartidos por todos los cristianos. A
algunos, sin embargo, para bien de todos, Dios da el don de seguir más de cerca
a Cristo en su pobreza, su castidad y su obediencia por medio de la profesión
pública de estos consejos con la mediación de la Iglesia. Esta profesión, a
imitación de Cristo, pone de manifiesto una consagración particular que está «
enraizada en la consagración del bautismo y la expresa con mayor plenitud » (PC
5). La expresión « con mayor plenitud » nos hace pensar en el dominio de la
Persona divina del Verbo sobre la naturaleza humana que asumió y nos invita a
una respuesta como la de Jesús: un don de sí mismo a Dios de una manera que
sólo El puede hacer posible y que es testimonio de su santidad y de su ser
absoluto. Una tal consagración es un don de Dios: una gracia gratuitamente
dada.
8.
Cuando la consagración por la profesión de los consejos es confirmada, como
respuesta definitiva a Dios, con un compromiso público tomado ante la Iglesia,
pertenece a la vida y santidad de la Iglesia (cf. LG 44). Es la Iglesia quien
autentica el don y es mediadora de la consagración. Los cristianos así
consagrados se esfuerzan por vivir desde ahora lo que será la vida futura. Una
vida semejante « manifiesta más cumplidamente a todos los creyentes la
presencia de los bienes celestiales ya en posesión aquí abajo » (LG 44). De
esta manera, tales cristianos « dan un testimonio contundente y excepcional de
que el mundo no puede ser transfigurado y ofrecido a Dios sin el espíritu de las
bienaventuranzas » (LG 31).
9.
La unión con Cristo por la consagración, mediante la profesión de los consejos,
puede ser vivida en medio del mundo, puede actuar con obras del mundo y
expresarse a la manera del mundo. Esta es la vocación especial de los
institutos seculares, definidos por Pío XII como « consagrados a Dios y a los
otros » en el mundo y « con los medios del mundo » (Primo felicíter, V y II).
Por sí mismos los consejos no separan necesariamente del mundo. En efecto, es
un don de Dios a la Iglesia que la consagración mediante la profesión de los
consejos pueda tomar la forma de una vida para ser vivida como fermento
escondido. Los cristianos así consagrados realizan su obra de salvación
comunicando el amor de Cristo, por medio de su presencia en el mundo y de su
santificación desde dentro del mundo. Su estilo de vida y presencia no se
distingue externamente del de los otros cristianos. Su testimonio se da en el
ambiente común de sus vidas. Esta forma discreta de testimonio proviene de la
misma naturaleza de su vocación secular y forma parte del modo propio con que
su consagración debe vivirse (cf. PC 11).
10.
En cambio, no puede decirse lo mismo de aquellos a quienes la consagración por
la profesión de los consejos constituye como religiosos. La naturaleza misma de
la vocación religiosa lleva consigo el testimonio público de Cristo y de la
Iglesia. La profesión religiosa se realiza mediante votos que la Iglesia recibe
como públicos. La forma estable de vida común en un instituto canónicamente
erigido por la autoridad eclesiástica competente, manifiesta en forma visible
la alianza y comunión que la vida religiosa expresa. Desde el momento mismo del
ingreso en el noviciado, una cierta separación de la familia y de la vida
profesional, habla potentemente de lo absoluto de Dios; pero al mismo tiempo,
se establece un vínculo nuevo y más profundo en Cristo con la familia que se ha
dejado. Este vínculo se refuerza aún más cuando el desprendimiento de otras
relaciones, ocupaciones y formas de diversión en sí legítimas, siguen
reflejando públicamente en la vida lo absoluto de Dios. Otro aspecto de la
naturaleza pública de la consagración religiosa está en el apostolado de los
religiosos que, en cierto sentido, es siempre comunitario. La presencia
religiosa es visible tanto en las formas de actuar, como en las de vestir o en
el estilo de vida.
11.
La consagración religiosa se vive dentro de un determinado instituto, siguiendo
unas Constituciones que la Iglesia, por su autoridad, acepta y aprueba. Esto
significa que la consagración se vive según un esquema específico que pone de
manifiesto y profundiza la propia identidad. Esa identidad proviene de la
acción del Espíritu Santo, que constituye el don fundacional del instituto y
crea un tipo particular de espiritualidad, de vida, de apostolado y de
tradición (cfr. MR 11). Cuando se contemplan las numerosas familias religiosas,
queda uno asombrado ante la riqueza de dones fundacionales. El Concilio insiste
en la necesidad de fomentarlos como dones que son de Dios (cf PC 2b). Ellos
determinan la naturaleza, espíritu, fin y carácter, que forman el patrimonio
espiritual de cada instituto y constituyen el fundamento del sentido de
identidad, que es un elemento clave en la fidelidad de cada religioso (cf ET
51).
12.
En el caso de institutos dedicados a obras de apostolado, la consagración
religiosa presenta aún otra característica: la participación en la misión de
Cristo en forma específica y concreta. Perfecta Caritatis recuerda que la
naturaleza misma de estos institutos exige « la actividad apostólica y las
obras de caridad » (PC 8). Por el mero hecho de su consagración, los miembros
de estos institutos están dedicados a Dios y disponibles para ser enviados. Su
vocación implica la proclamación activa del Evangelio por medio de «obras de
caridad, confiadas al instituto por la Iglesia y realizadas en su nombre» (PC
8). Por esta razón, la actividad apostólica de tales institutos no es
simplemente un esfuerzo humano para hacer el bien, sino « una acción
profundamente eclesial» (EN 60) que hunde sus raíces en la unión con Cristo,
enviado por el Padre para realizar su obra y que expresa una consagración por
parte de Dios, que envía a los religiosos para servir a Cristo en sus miembros
de determinadas maneras (cf EN 69), de acuerdo con los dones fundacionales del
instituto (cf MR 15). « Toda la vida de tales religiosos debe estar imbuída de
espíritu apostólico y toda su actividad apostólica de espíritu religioso » (PC
8).
CONGREGACIÓN
PARA LOS RELIGIOSOS E INSTITUTOS SECULARES
ELEMENTOS
ESENCIALES DE LA DOCTRINA DE LA IGLESIA SOBRE LA VIDA RELIGIOSA
DIRIGIDOS
A LOS INSTITUTOS DEDICADOS A OBRAS APOSTÓLICAS
No hay comentarios:
Publicar un comentario