* Año de la Vida Consagrada
La
vocación no es un privilegio de pocos. Es un derecho de todos. El mayor pecado
es traicionar o vender la propia vocación, es lo mismo que traicionar a Dios.
Es fracasar en la misión que Él te confió.
La
felicidad personal y la realización auténtica están escondidas en la vocación
personal… Ser feliz consiste en responder a la llamada de Dios.
La
vocación personal condiciona la elección del estado de vida. No se va al
matrimonio porque eso es lo normal, porque así lo hacen todos. Ni uno se hace
sacerdote porque le gusta. Uno se hace sacerdote o se casa porque ésta es la
mejor manera de realizar la propia misión.
La
vocación condiciona también la elección de profesión: no escojo tal carrera o
tal profesión porque me dará mucho dinero, porque me proporcionará mucho
bienestar o mucha seguridad o mucha fama. La pregunta fundamental que uno tiene
que hacerse no es ¿qué carrera o qué profesión escogeré? La pregunta buena es
ésta: ¿Cuál es mi vocación? Y después esta otra: ¿Qué carrera, qué estudios,
que trabajo van mejor con mi vocación?
Vocación
del laico
Santificando
los vínculos humanos y, en primer lugar, los familiares donde tienen origen las
relaciones sociales; sometiéndose a las leyes de su patria. Trabajando como
pastor y agricultor, como albañil, herrero y carpintero, pero siempre por amor
al Padre y a sus hermanos, Jesús es la realización perfecta de la vocación del
LAICO cristiano: Dios llama a éste a participar en la obra de la creación, a
liberarla del influjo del pecado ordenando las realidades cotidianas según su
plan eterno; a santificarse contribuyendo a la salvación del mundo desde
adentro, a modo de sal y levadura, en el matrimonio o en el celibato, en la
familia, la profesión y en las diversas actividades sociales.
Vocación
al Matrimonio
Es,
fundamentalmente, descubrir y desarrollar mi persona, la persona de mi pareja y
nuestra relación de mutua pertenencia. A través de nuestra llamada recíproca de
ser el uno del otro, Dios nos comunica el plan que tiene para nosotros. Lo
vamos comprendiendo a medida que lo realizamos (y viceversa). Comprendemos que
nuestro encuentro no fue fruto del acaso, sino de Su voluntad; que ninguno de
los dos existió nunca sólo en su mente, puesto que nos hizo el uno para el
otro. Sólo amándonos como Él nos ama podemos realizarnos a su imagen y llegar a
ser uno como Él.
En
esta comunión de amor que es siempre fecunda y dadora de vida (aunque no
pudiéramos engendrar biológicamente) está nuestra vocación y nuestro destino:
toda nuestra felicidad en el tiempo y en la eternidad. Realizar mi vocación al
matrimonio, es "madurar" física y psicológicamente, social y
espiritualmente; crecer constantemente primero como persona, y luego como
pareja y familia.
Vocación
Religiosa
Jesús
es la realización plena de la vocación religiosa cuando deja su hogar y su
profesión para consagrarse totalmente a la causa del Reino de Dios; cuando
renuncia al matrimonio para vivir en comunidad con sus discípulos, una vida de
total desprendimiento hecha don y servicio hasta el sacrificio supremo; cuando
anuncia así, en pobreza, castidad y obediencia, el Amor infinito del Padre para
destronar los ídolos y restaurar su soberanía en este mundo.
Esta
vocación es la llamada a "dejarlo todo" para seguir a Cristo "a
tiempo completo" en una comunidad de hermanos que muestre a todos, con el
mismo testimonio de vida pobre, obediente y casta, que Su "Buena
Noticia" es verdadera y Su proyecto realizable; que ya en este mundo
podemos comenzar a ser familia de Dios, como Dios es familia, con su mismo
amor.
Vocación
Sacerdotal
La
vocación sacerdotal es una llamada de Dios y no una iniciativa de los hombres,
necesita de la respuesta permanente en un diálogo de aceptación, en un crecer
constantemente, con las crisis y éxitos propios de todo crecer humano.
Jesucristo
sigue llamando y enviando a algunos hombres para seguirle de una manera más
radical y hacerles "pescadores de hombres" (Mt. 4,19). Continúa
repitiendo a través de la Iglesia, "Como el Padre me envió, así los envío
yo a vosotros".
El
sacerdote es enviado por Jesucristo y no es elegido por el pueblo. Su
sacerdocio es una misión y un servicio que le lleva a realizar la voluntad de
quien le envía y no hacer su propia voluntad; es dar la vida por las ovejas, como
el Buen Pastor, completando en su propio cuerpo lo que falta de los
sufrimientos de Cristo por la Iglesia, ofreciéndose voluntariamente.
Como
Cristo deberá decir "He aquí Padre que he venido para hacer tu
voluntad" (Heb. 10,7).
El
sacerdote es un enviado al servicio del reino de Dios y en colaboración con la
Iglesia entera. Es colaborador del Obispo de quien su misión es imposible
separar. La misión sacerdotal cumple la triple tarea de ser profeta, sacerdote
y pastor. El ministerio sacerdotal es ministerio de la Palabra y de los
Sacramentos y de conducción del pueblo cristiano. La Eucaristía es el eje y el
centro de todo su ministerio.
El
sacerdote, servidor de la fe y testigo del amor de Cristo entre los hombres,
como lo expresa Juan Pablo II, está al servicio de las comunidades cristianas.
El
profeta, el sacerdote y el pastor se encuentran encarnados en hombres concretos
que deberán realizar esta triple misión en forma armoniosa y complementaria a
todo el servicio de la Evangelización, la gran prioridad de la Iglesia.
Evangelizar para el sacerdote, significa entregar la Palabra de Dios, la
Eucaristía, el perdón de los pecados, en una línea pastoral que forma personas
y comunidades al servicio del Pueblo de Dios. Vive su consagración de una forma
exclusiva por medio del Celibato, el cual le garantiza tener un corazón
indiviso, sólo para Dios. Se une a Él por medio de la oración continua, y se
acoge a la Madre de Dios para que le ayude en la vivencia de su vocación.
Ser
sacerdote no es una profesión que se realiza por horas o por turnos. Es una
vocación recibida por Dios que exige la vida enteramente entregada al servicio
sacerdotal.
Fuente: mercaba.org
No hay comentarios:
Publicar un comentario