EL
SANTO ROSARIO, PRENDA DILECTA
DEL INMACULADO CORAZÓN DE MARÍA
La
meditación de los principales misterios de la vida de Jesús y de Mana
constituye como el alma del Rosario, así como el rezo vocal de los
Padrenuestros y Avemarías constituye como su cuerpo material. Ambas cosas son
absolutamente necesarias para que exista el Rosario. Quien se limitare a rezar
los Padrenuestros y Avemarías, pero sin meditar en los misterios, haría, sin
duda, una excelente oración, pero no rezaría el Rosario. Y el que meditara
atentamente los misterios, pero sin rezar los Padrenuestros y Avemarías, haría
una excelente meditación, pero es claro que tampoco habría rezado el Rosario.
Para que exista el Rosarios preciso, imprescindiblemente, juntar las dos cosas:
rezo de las oraciones y meditación de los misterios.
¿De
qué modo se puede rezar eficazmente el Rosario?
Para
obtener del santo Rosario toda su eficacia impetratoria y santificadora, es
evidente que no basta rezarlo de una manera mecánica y distraída, como podría
hacerlo una cinta magnetofónica. Es preciso rezarlo digna, atenta y devotamente,
como cualquier otra oración vocal.
En
teoría hay que reconocer que es difícil rezar bien el Rosario, precisamente
porque hay que juntar la oración vocal con la mental, so pena de invalidarlo en
cuanto Rosario. Pero en la práctica es fácil encontrar algunos procedimientos
que ayudan eficazmente al rezo correcto y piadoso de la gran devoción mariana.
El
Rosario debe rezarse dignamente. Esta primera condición exige, como programa
mínimo, que el rezo del Rosario se haga de una manera decorosa, como corresponde
a la majestad de Dios, a quien principalmente dirigimos nuestra oración.
El
mejor procedimiento es rezarlo de rodillas ante el Sagrario o ante una devota
imagen de María, pero en general puede rezarse en cualquier otra postura digna
modestamente sentado, paseando por el campo, etc. Sería indecoroso rezarlo en
la cama- salvo por razón de enfermedad, o interrumpiéndolo constantemente para
contestar a preguntas ajenas al rezo, o en un lugar público y concurrido que
hiciera poco menos que imposible la atención.
El
Rosario debe rezarse atentamente. La atención es necesaria para evitar la
irreverencia que supondría si fuera plenamente voluntaria. ¿Cómo queremos que
Dios nos escuche, si empezamos por no escucharnos a nosotros mismos?
Sin
embargo, no toda distracción es culpable. No tenemos el control despótico sobre
nuestra imaginación, sino únicamente político, y no podemos evitar que se nos
escape sin permiso, como un siervo desobediente e indómito, que tal es "la
loca de la casa" (la imaginación). Las distracciones involuntarias no
invalidan el efecto meritorio e impetratorio de la oración, con tal que se haga
lo posible por contenerlas y evitarlas. Escuchemos a Santo Tomás explicando
admirablemente este punto interesantísimo al preguntarse "si la oración debe
ser atenta":
"Esta
cuestión afecta principalmente a la oración vocal. Y para resolverla con
acierto hay que distinguir, en primer lugar, lo que es mejor y lo que es
absolutamente necesario. Es evidente que para obtener el fin de la oración es
mejor que sea atenta. Sin embargo, si nos fijamos en lo que es absolutamente
necesario, hay que distinguir en la oración un triple efecto: meritorio,
impetratorio y cierto espiritual deleite que produce en el alma del que ora.
"Para
los efectos meritorio e impetratorio, no es necesario que la oración sea atenta
de una manera constantemente actual (o sea, todos y cada uno de los momentos)
sino que basta y es suficiente la atención virtual, que es aquella que se puso
al principio de la oración y perdura a todo lo largo de ella aunque se
produzcan distracciones involuntarias. Desde luego, si faltara la primera
intención, la oración no sería meritoria ni impetratoria. En cambio, la
atención actual es absolutamente necesaria para obtener aquel espiritual
deleite que lleva consigo la oración fervorosa, que es incompatible con la
distracción, aunque sea involuntaria.
"Téngase
en cuenta, además, que en la oración vocal puede ponerse una triple atención.
La primera y más imperfecta se refiere a la correcta pronunciación de las
palabras de que consta. La segunda se fija en el sentido de esas palabras. La
tercera, finalmente, pone todo su empeño en el fin de la oración, o sea, en
Dios y en la cosa por la que se ora. Esta última es la más importante y
necesaria y pueden tenerla incluso las personas de cortos alcances o que no
entienden el sentido de las palabras que pronuncian (por ejemplo, por rezar en
latín). Esta última atención puede ser tan intensa que arrebate la mente a
Dios, hasta `el punto de hacernos perder de vista todas las demás cosas".
Teniendo
en cuenta estos principios del Doctor Angélico y con el fin de facilitar la
atención en el rezo del santo Rosario y extraer de él su máxima eficacia
santificadora, puede seguirse el siguiente método, que ha sido ensayado con éxito
por muchas personas que sufrían distracciones en el rezo del mismo:
1°.
Durante el rezo del Padrenuestro, fijarse únicamente en el sentido maravilloso
de cada una de las palabras, sin pensar para nada en el misterio
correspondiente del Rosario, ya que es psicológicamente imposible atender
eficazmente a dos cosas a la vez.
2°.
Durante el rezo de las tres primeras Avemarías, fijarse exclusivamente en el
sentido de esas Avemarías, saludando a la Virgen con ellas y sin tener para
nada en cuenta el misterio a que pertenecen, por la razón ya indicada.
3°.
Durante el rezo de las tres siguientes Avemarías, pensar solamente en el
misterio correspondiente que se está rezando, sin pensar para nada en las
Avemarías que se recitan.
4°.
Durante las tres o cuatro Avemarías finales, pensar sólo en las consecuencias
prácticas que se desprenden del misterio correspondiente (ej.: humildad de
María, su amor a la cruz, etc.)
5°.
Durante el Gloria, pensar únicamente en glorificar con él a la Santísima
Trinidad.
En
segundo término, el Rosario ha de rezarse devotamente. La devoción consiste en
una prontitud del ánimo para las cosas tocantes al servicio de Dios. Es
imposible que el alma no se sienta llena de devoción si reza tan perfectamente
como le es posible el Rosario.
Una
cosa importantísima hemos de advertir aquí. El fin principal de toda oración
vocal o mental es unir el alma con Dios de la manera más íntima realizable.
Todo lo demás, incluso la impetración de las gracias que pedimos, es secundario
en relación a esta finalidad suprema. De donde hay que concluir que, si durante
el rezo del Rosario o de cualquier otra oración vocal no obligatoria se
sintiera el alma llena de un amor de Dios tan intenso que el rezo le resultara
muy penoso o poco menos que imposible, habría que suspender inmediatamente el
rezo sin escrúpulo alguno, para "dejarse abrasar en silencio" por
aquella llama de amor viva "que sabe a vida eterna y paga toda deuda"
como dice San Juan de la Cruz.
El
rezo del Rosario en las condiciones que acabamos de indicar constituye una de
las más grandes y claras señales de predestinación que podemos alcanzar en este
mundo, al reunir la eficacia infalible de la oración impetratoria de la
perseverancia final y la poderosísima intercesión de María como mediadora
universal de todas las gracias. Quiera Dios conceder a cada uno de los lectores
el deseo ardiente de un gran devoto de la Virgen en su doble advocación del
Carmen y del Rosario:
Cuando
con blanco sudario
cubran
los despojos míos,
¡sálveme
tu escapulario
y
tengan mis dedos fríos
las
cuentas de tu Rosario!
ANTONIO
ROYO MARÍN O.P
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