UN EDICTO MALIGNO DEL PAPA FRANCISCO
Mons. Rob Mutsaerts
Obispo auxiliar de’s-Hertogenbosch
El Papa Francisco promueve la sinodalidad: todos deben poder hablar, todos deben ser escuchados. Este no es el caso de su recientemente publicado motu proprio Traditionis Custodes, un ukase [edicto imperial] que debe poner fin inmediatamente a la misa tradicional en latín. Al hacerlo, Francisco atraviesa con una gran línea de fuerza el Summorum Pontificum, el motu proprio del Papa Benedicto que dio un amplio alcance a la antigua misa.
El
hecho de que Francisco utilice aquí la palanca del poder sin ninguna consulta
indica que está perdiendo autoridad. Esto ya se puso de manifiesto antes,
cuando la Conferencia Episcopal Alemana no hizo caso a los consejos del Papa
sobre el proceso de sinodalidad. Lo mismo ocurrió en Estados Unidos cuando el
papa Francisco pidió a la Conferencia Episcopal que no preparara un documento
sobre la comunión digna. El Papa debió pensar que sería mejor [en este caso] no
dar más consejos, sino un auto de ejecución, ¡ahora que estamos hablando de la
misa tradicional!
El
lenguaje utilizado se parece mucho a una declaración de guerra. Todos los
papas, desde Pablo VI, han dejado siempre espacios para la misa antigua. Si
se hizo algún cambio [en esa apertura], fueron revisiones menores -véase, por
ejemplo, los indultos de 1984 y 1989. Juan Pablo II creía firmemente que los
obispos debían ser generosos al permitir la Misa Tridentina. Benedicto
abrió la puerta de par en par con Summorum Pontificum: "Lo que era sagrado
entonces es sagrado ahora". Francisco da un fuerte portazo con Traditionis
Custodes. Se siente como una traición y es una bofetada a sus predecesores.
Por
cierto, la Iglesia nunca ha abolido las liturgias. Ni siquiera Trento [lo
hizo]. Francisco rompe completamente con esta tradición. El motu proprio
contiene, de forma breve y contundente, algunas proposiciones y mandatos. Las
cosas se explican con más detalle mediante una declaración más larga que la
acompaña. Esta declaración contiene bastantes errores de hecho. Uno de
ellos es la afirmación de que lo que hizo Pablo VI después del Vaticano II es
lo mismo que hizo Pío V después de Trento. Esto está completamente alejado de
la verdad. Recuerde que antes de esa época [de Trento] había varios
manuscritos transcritos en circulación y habían surgido liturgias locales aquí
y allá. La situación era un caos.
Trento
quería restaurar las liturgias, eliminar las inexactitudes y comprobar la
ortodoxia. A Trento no le preocupaba reescribir la liturgia, ni nuevas
adiciones, ni nuevas oraciones eucarísticas, ni un nuevo leccionario, ni un
nuevo calendario. Se trataba de asegurar una continuidad orgánica
ininterrumpida. El misal de 1570 se remonta al misal de 1474 y así hasta el
siglo IV. Hubo una continuidad desde el siglo IV en adelante. Después del siglo
XV, hay cuatro siglos más de continuidad. De vez en cuando, había a lo sumo
algunos cambios menores: la adición de una fiesta, una conmemoración o una
rúbrica.
En
el documento conciliar Sacrosanctum Concilium, el Vaticano II pidió reformas
litúrgicas. En general, se trata de un documento conservador. Se mantuvo el
latín y los cantos gregorianos conservaron su lugar legítimo en la liturgia.
Sin embargo, los desarrollos que siguieron al Vaticano II están muy alejados de
los documentos conciliares. El infame "espíritu del concilio" no
se encuentra en ninguna parte de los textos conciliares. Sólo el 17% de
las oraciones del antiguo misal de Trento se encuentran [intactas] en el nuevo
misal de Pablo VI. Difícilmente se puede hablar de continuidad, de un
desarrollo orgánico. Benedicto reconoció esto, y por esa razón dio amplio
espacio a la Misa Antigua. Incluso dijo que nadie necesitaba su permiso
("lo que era sagrado entonces sigue siendo sagrado ahora").
El
Papa Francisco pretende ahora que su motu proprio pertenece al desarrollo
orgánico de la Iglesia, lo que contradice totalmente la realidad. Al hacer
prácticamente imposible la misa en latín, rompe por fin con la milenaria
tradición litúrgica de la Iglesia católica romana. La liturgia no es un juguete
de los papas; es el patrimonio de la Iglesia. La Misa antigua no es una
cuestión de nostalgia o de gusto. El Papa debe ser el guardián de la Tradición;
el Papa es un jardinero, no un fabricante. El derecho canónico no es sólo
una cuestión de derecho positivo; también existe el derecho natural y el
derecho divino, y, además, existe la Tradición que no puede ser simplemente
dejada de lado.
Lo
que hace aquí el Papa Francisco no tiene nada que ver con la evangelización y
menos aún con la misericordia. Es más bien ideología.
Vaya
a cualquier parroquia donde se celebre la Misa Antigua. ¿Qué se encuentra allí?
Gente que sólo quiere ser católica. Por lo general, no son personas que se
enzarzan en disputas teológicas, ni están en contra del Vaticano II (aunque sí
de la forma en que se aplicó).
Aman la misa en latín por su sacralidad, su trascendencia, la salvación de las almas que es central en ella, la dignidad de la liturgia. Se encuentran familias numerosas; la gente se siente acogida. Sólo se celebra en un pequeño número de lugares. ¿Por qué el Papa quiere negar esto a la gente? Vuelvo a lo que dije antes: es la ideología. O es el Vaticano II -incluyendo su aplicación, con todas sus aberraciones- o nada. El número relativamente pequeño de creyentes (un número que crece, por cierto, a medida que el Novus Ordo se derrumba) que se siente a gusto con la misa tradicional debe ser erradicado y lo será. Eso es ideología y maldad.
Si
realmente quiere evangelizar, ser verdaderamente misericordioso, apoyar a las
familias católicas, entonces (deje que se) celebre con honor la Misa
Tridentina. A partir de la fecha del motu proprio, la Misa Antigua no puede
celebrarse en las iglesias parroquiales (¿dónde entonces?); se necesita un
permiso explícito de su obispo, que puede permitirla sólo en determinados días;
para los que se ordenen en el futuro y quieran celebrar la Misa Antigua, el
obispo debe pedir consejo a Roma. ¡Qué dictatorial, qué poco pastoral, qué poco
misericordioso quiere ser!
Francisco,
en el artículo 1 de su motu proprio, llama al Novus Ordo (la misa actual)
"la única expresión de la Lex Orandi del Rito Romano". Por lo tanto,
ya no distingue entre la Forma Ordinaria (Pablo VI) y la Forma Extraordinaria
(Misa Tridentina). Siempre se ha dicho que ambas son expresiones de la Lex
Orandi, no sólo el Novus Ordo. De nuevo, ¡la Misa Antigua nunca fue
abolida! Nunca oigo a Bergoglio hablar de los muchos abusos litúrgicos que
existen aquí y allá en innumerables parroquias. En las parroquias todo es
posible, excepto la Misa Tridentina. Se lanzan todas las armas para erradicar
la Misa Antigua.
¿Por
qué? Por el amor de Dios, ¿por qué? ¿Qué es esta obsesión de Francisco de
querer desarraigar a ese pequeño grupo de tradicionalistas? El Papa debería ser
el guardián de la tradición, no el carcelero de la tradición. Mientras que
Amoris Laetitia destaca por su vaguedad, Traditionis Custodes es una
declaración de guerra perfectamente clara.
Sospecho que Francisco se está disparando en el pie con este motu proprio. Para la Sociedad de San Pío X será una buena noticia. Nunca habrán podido adivinar lo en deuda que estarían con el Papa Francisco.
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