Jesús
Eucarístico está entre nosotros
Cuando
San Juan Vianney llegó a la villita insignificante de Ars, alguien le dijo con
amargura: "¡Aquí no hay nada que hacer!", y el Santo le replicó:
"Por lo tanto, hay mucho por hacer." E inmediatamente comenzó a
actuar. ¿Qué fue lo que hizo? Se levantaba a las 2:00 de la mañana e iba a orar
cerca del altar en la Iglesia obscura. Recitaba el Oficio Divino, hacía su
meditación y se preparaba para la Santa Misa. Después del Santo Sacrificio de
la Misa, hacía su Acción de Gracias y permanecía en oración hasta el mediodía.
Siempre permanecía en oración arrodillado en el piso sin soporte alguno, con el
Rosario entre sus dedos y sus ojos fijos en el Tabernáculo. Las cosas siguieron
así por un corto tiempo. Pero entonces... tuvo que empezar a cambiar su
horario; y las cosas llegaron a tal punto, que se requirió un cambio completo
en su programa. Jesús Eucarístico y la Santísima Virgen María, atrajeron poco a
poco almas a esa pobre parroquia, hasta el punto de que la Iglesia no parecía
bastante grande para contener la multitud, y el Confesionario del Santo Curato
se vio inundado con hileras interminables de penitentes. El santo cura se vio
obligado a escuchar confesiones por 10, 15 y hasta 18 horas diarias. ¿Cómo fue
que se logro tal transformación? Esta había sido una Iglesia pobre, con un
altar sin usarse por mucho tiempo, un Tabernáculo vacío, un confesionario
anticuado, y un sacerdote de poco talento, sin medios para hacer nada. ¿Como
pudieron estas cosas sufrir un cambio tan asombroso en esa villita obscura? Podemos
hacer la misma pregunta estos días, refiriéndonos a San Juan Rotundo, un pueblo
en Gargano, Italia. Hasta hace unas pocas décadas, era un lugar obscuro,
ignorado entre los despeñaderos escabrosos de un promontorio. Hoy día, San
Giovanni Rotunda es un centro de vida espiritual y cultural, y su reputación es
internacional. También aquí hubo un fraile enfermizo y poco prometedor, un
Convento antiguo y malgastado, una Iglesia descuidada y un Tabernáculo siempre
abandonado en el que este pobre fraile se acababa entre sus dedos las cuentas
del Rosario, en una recitación incansable. ¿Cómo se realizó el cambio? ¿Qué fue
lo que causó la maravillosa transformación que vino a Ars y a San Giovanni
Rotondo, al grado que cientos de miles y quizá millones de personas, han ido
ahí de todas partes del mundo? Sólo Dios pudo lograr tales transformaciones,
usando según Su manera, "y aun lo que no es, para destruir lo que
es." (1 Cor. 1:28) Todo se debe a Él, al poder divino e infinito de la
Eucaristía, a la gran fuerza de atracción que irradia de todo Tabernáculo, y
que irradió de los Tabernáculos de Ars y San Giovanni Rotondo, y que tocó a las
almas por medio del ministerio de esos dos sacerdotes, verdaderos
"Ministros del Tabernáculo y Distribuidores de los misterios de Dios."
(1 Cor. 4:1) Preguntemos: ¿Qué es la Eucaristía? Es Dios entre nosotros. Es
Nuestro Señor Jesucristo presente en los Tabernáculos de nuestras Iglesias, con
Su Cuerpo, Sangre, Alma y Divinidad. Es Jesús oculto bajo las especies de pan,
pero real y físicamente presente en la Hostia consagrada, de modo que El vive
en medio de nosotros, trabaja en nosotros y para nosotros y está a nuestra
disposición. Jesús Eucarístico es el verdadero Emmanuel, "Dios con
nosotros." (Mateo 1:23) "La Fe de la Iglesia nos dice el Papa Pío XII
es ésta: Que es Uno y el mismo, el Verbo de Dios y el Hijo de María, quien
sufrió en la Cruz, quien está presente en la Eucaristía, y quien reina en el
Cielo." Jesús Eucarístico está aquí, con nosotros, como un hermano, como
un amigo, como el esposo de nuestras almas. Él desea venir a nosotros, ser
nuestro alimento para la vida eterna, nuestro amor, nuestro sostén. Él quiere
hacernos parte de su Cuerpo Místico en el que Él nos pueda redimir y salvar, y
así, llevarnos al Reino de los Cielos para hacernos partícipes de la felicidad
eterna de amor. Con la Eucaristía, Dios os ha dado verdaderamente todo. San
Agustín exclamó: "Aún cuando Dios es Todopoderoso, es incapaz de dar más;
aún cuando es Sabiduría Suprema, no sabe cómo dar más; aun cuando es
inmensamente rico, no tiene más que dar." A la Eucaristía entonces debemos
ir. A Jesús debemos volver; a Jesús, quien desea darse a nosotros a fin de
hacernos suyos convirtiéndonos "como Dioses." "Jesús, Alimento
de las almas fuertes, - decía Santa Gemma Galgani, - fortaléceme, purifícame,
hazme como Dios." Recibamos la Eucaristía con un corazón puro y ardiente.
Así es como lo han hecho los Santos. No debiera ser muy difícil para nosotros
familiarizarnos con este misterio inefable. El estudio, meditación y reflexión
sobre la Eucaristía, debe ocupar un lugar muy importante en nuestro programa
diario. Será el momento más rico en bendiciones en nuestro día.
CONOCER,
AMAR, VIVIR LA EUCARISTIA
A
fin de explorar cuando menos algo de la inmensa riqueza que se reserva en el
Misterio de la Eucaristía, vamos a tomar un ejercicio que usa a la vez y
constantemente la mente, el corazón y la voluntad.
Primero, usa la mente. Aquí
uno medita en la Eucaristía de una manera atenta y ordenada. Esto se puede
hacer con libros que nos inspiren a descubrir personalmente y a meditar
profundamente en este Misterio de Amor. Un folleto sencillo pero rico en su
contenido, es "Visitas al Sacratísimo Sacramento y a la Santísima Virgen
María", de San Alfonso M. de Ligorio. También se pueden obtener dos
folletos preciosos por San Pedro Julián Eymard intitulados: "La Presencia
Real", y "Sagrada Comunión". Podríamos sobre todo aprender de la
escuela de San Pedro Julian Eymard, quien fue inigualable Apóstol de la
Eucaristía. Su vocación y misión era la de llevar Cristianos a la Eucaristía.
Cuando fundó la Congregación de Sacerdotes del Santísimo Sacramento, él ofreció
su vida por el Reinado Eucarístico de Jesús. En ese tiempo, él escribió estas
palabras ardientes: "Querido Jesús, aquí está mi vida. Heme dispuesto a
comer piedras y a morir abandonado, con tal de poder erigirte un trono y darte
una familia de amigos, una nación de adoradores." ¡Si tan sólo
conociéramos el regalo de Dios quien es amor y quien se da a nosotros como un Regalo
lleno de Amor! "La Eucaristía, - decía San Bernardo - es ese amor que
sobrepasa todos los amores en el Cielo y en la tierra." Y Santo Tomás de
Aquino escribió: "La Eucaristía es el Sacramento de Amor: significa Amor,
produce Amor." Un día, un príncipe árabe, Abd-ed-Kader, al pasar por las
calles de Marsella con un oficial Francés, se encontró con un Sacerdote que
llevaba los Sagrados Viáticos a un hombre moribundo. El oficial Francés se
detuvo, se descubrió la cabeza y se arrodilló. Su amigo le preguntó la razón de
esa ceremonia. "Rindo adoración a mi Dios, a quien el sacerdote lleva a un
enfermo," replicó el oficial. "¿Cómo es posible, - dijo el príncipe,
- que tú creas que Dios, quien es tan grande, se haga tan chiquito y permita
que se le lleve aún a las casas de los pobres? Nosotros los Mahometanos tenemos
una idea mucho más grande de Dios." El oficial respondió: "Eso se
debe a que ustedes sólo tienen una idea de la grandeza de Dios; porque ustedes
no conocen Su Amor." Para confirmar esto, San Pedro Eymard declara:
"La Eucaristía es la prueba suprema del amor de Jesús. Después de esto no
existe nada, más que el Cielo mismo." Sin embargo, cuántos cristianos no
conocemos la vasta extensión del amor contenido en la Eucaristía.
Segundo. -
Para explorar la riqueza de la Eucaristía, usamos el corazón. Si todo cristiano
ha de amar a Jesucristo, ("si algún hombre no ama a Nuestro Señor
Jesucristo, que sea condenado.") (1 Cor. 16:22). El amor por la Eucaristía
debe brotar del corazón y estar siempre vivo en todos nosotros. Ahora bien, aún
el amor necesita ejercitarse. El corazón necesita ejercitarse para amar a Dios
verdadero, para desear al Autor de la Vida. (Actos 3:15) La Sagrada Comunión
representa el punto más excelso en este ejercicio de amor, cuyas llamas consumidoras
unen el corazón de una criatura y Jesús. Santa Gemma Galgani podía exclamar
respecto a esto: "No puedo más evitar el pensamiento de que en el
maravilloso designio de Su Amor, Jesús se hace a Sí mismo perceptible, y se
muestra a la más insignificante de las criaturas en todo el esplendor de Su
Corazón." ¿Y qué podemos decir acerca de los ejercicios del corazón de
Santa Gemma, quien deseaba ser una "tienda de amor" en que pudiera
hospedar por siempre a Jesús con ella? Ella deseaba tener un lugarcito en el
Ciborio, para poder estar siempre con Jesús. La Santa pedía llegar a ser una
bola ardiente de amor para Jesús. Cuando Santa Teresa del Niño Jesús estaba
seriamente enferma, se arrastraba con gran esfuerzo a la Iglesia para recibir a
Jesús. Una mañana, después de la Sagrada Comunión, estaba exhausta en su celda.
Una de las monjas le hizo notar que no debía esforzarse tanto. La Santa
replicó; "¿Oh, que son estos sufrimientos en comparación con una Sagrada
Comunión?" Su queja dulce consistía en que no podía recibir la Sagrada
Comunión a diario. (En esos tiempos no era permitido). Ardientemente suplicaba
a Jesús: "Permanece dentro de mí, igual que permaneces en el Tabernáculo.
No retires nunca Tu presencia de tu Pequeña Anfitriona." Cuando Santa Margarita
María Alacoque abandonó el mundo para consagrarse a Dios en el Convento, hizo
un voto privado y lo firmó con su sangre: "Todo por la Eucaristía; nada
por mí." Es inútil tratar de describir el amor abrasador de la Santa por
la Eucaristía. Cuando no podía recibir la Sagrada Comunión, se deshacía en
ardientes expresiones de amor tales como estas: "Deseo tanto recibir la
Sagrada Comunión, que si tuviera que caminar descalza por un sendero de fuego a
fin de obtenerla, lo haría con indecible gozo." Santa Catalina de Siena
decía seguido a su Confesor: "Padre, tengo hambre; por el amor de Dios, dele
a esta alma su alimento, su Señor en la Eucaristía." Y otra de sus
confidencias: "Cuando no puedo recibir a mi Señor, voy a la Iglesia, y ahí
volteo a verlo, y lo veo de nuevo... y esto me satisface." A esto llamamos
"Ejercicios del Corazón."
Tercero. - Para encontrar las riquezas de
la Eucaristía, uno debe-ejercitar la voluntad. Uno debe hacer esto trayendo las
lecciones divinas de la Eucaristía dentro de su vida. ¿De que serviría
descubrir el valor infinito de la Eucaristía según meditamos sobre ella y
buscamos amarla a la hora de la Comunión, si no procedemos entonces a vivirla?
La Eucaristía nos enseña un amor que va más allá de todo lo que se puede decir.
Enseña un sacrificio propio total, y una lección inigualable de humildad y
aniquilamiento propio. Enseña paciencia y dedicación sin restricciones. ¿Pero
que es lo que sacamos de todo esto? ¡Ciertamente que deberíamos lograr algo!
¿Podemos continuar indiferentes y hacer nada cuando Jesús nos ha amado tanto y
aún nos ama con esta gran generosidad hasta el final? (Juan 13:1) Si nos
sentimos frágiles, necesitamos acudir a El, para hablarle y no dudar en pedirle
Su ayuda y sostén, pues El es el mismo quien dijo: "Sin Mí, ustedes no
pueden hacer nada." (Juan 15:5) En primer lugar, vayamos frente a Él:
"Venid a Mí ... y Yo los refrescaré." (Mat. 11:28) ¡Visitémoslo a
menudo, entrando a una Iglesia siempre que podamos y pasando un ratito ante el
Tabernáculo, y poniendo tanto nuestro corazón cerca de Él y nuestro cuerpo ante
el Suyo! Los santos estuvieron siempre ansiosos de visitar a Jesús en el
Santísimo Sacramento, de hacer Horas Santas de Adoración, Comuniones espirituales, oraciones, jaculatorias y actos tiernos de amor que salen del
corazón. Cuanto beneficio sacaron ellos de esto, y cuántos beneficios nos obtuvieron. Un día en Turín, un amigo que era compañero de la Universidad,
preguntó a Pedro Jorge Frassati: "Vamos a tomarnos un aperitivo."
Pedro Jorge aprovechó la ocasión y replico, indicando a su amigo la cercana
Iglesia de Santo Domingo: "Pero, por supuesto, vamos a tomarlo en ese
café." Entrando a la Iglesia, rezaron por un momento cerca al Tabernáculo;
luego se acercaron a la caja de las ofrendas y Pedro Jorge dijo; "Aquí
está el aperitivo." ¡Y de los bolsillos de los dos jóvenes, salieron
limosnas para los pobres! Pensando acerca de la Eucaristía durante un sermón,
San Juan Crisóstomo preguntó una ocasión: "¿Cómo podemos hacer de nuestros
cuerpos una Hostia?" Y él mismo replicó: "No permitan que sus ojos
vean cosas malas, y habrán ofrecido una sacrificio; no permitan que sus lenguas
ofrezcan palabras inadecuadas, y habrán hecho una ofrenda; no permitan que sus
manos cometan pecado, y habrán ofrecido un holocausto." Nada más recuerden
los ojos de Santa Colette, - siempre bajos y recogidos en dulce modestia. ¿Por
que? Una vez ella dió la respuesta: "Mis ojos, los he llenado con Jesús,
sobre quien los he fijado a la hora de la Elevación de la Hostia durante la
Misa, y no deseo reemplazarlo con ninguna otra imagen." Pensemos en la
edificación y reserva de los Santos al hablar, usando con exactitud la lengua
que ha sido consagrada por el contacto con el Cuerpo de Jesús. Recuerden las
buenas obras que las almas, llenas de amor por la Eucaristía, han realizado,
porque Jesús comunicó Sus propios sentimientos de amor a todos los hermanos,
especialmente a los más necesitados. ¿No podemos también nosotros ejercitar así
nuestra voluntad? Aprendamos de los Santos y comencemos a continuar sus buenas
obras. Jesús "me ha amado y se ha sacrificado por mí." (Gal. 2:20)
Padre Stéfano Manelli
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