Declaración final del congreso “Iglesia católica, ¿adónde vas?”
Roma, 7 de abril de 2018
Roma, 7 de abril de 2018
Debido a interpretaciones contradictorias de la exhortación apostólica “Amoris Laetitia”, aumentan el desconcierto y la confusión entre los fieles del mundo entero.
La urgente petición, realizada por cerca de un millón de fieles, además de por 250 hombres de letras, y también por varios cardenales, que pedían una aclaración al Santo Padre acerca de estos temas no ha sido escuchada hasta ahora.
En el grave peligro que todo esto ha creado para la fe y la unidad de la Iglesia, nosotros, miembros bautizados y confirmados del Pueblo de Dios, estamos llamados a reafirmar nuestra fe católica.
Nos autoriza y anima a hacerlo el Concilio Vaticano II, que en “Lumen Gentium”, n.33, afirma: “Así, todo laico, en virtud de los dones que le han sido otorgados, se convierte en testigo y simultáneamente en vivo instrumento de la misión de la misma Iglesia ‘en la medida del don de Cristo’ (Ef 4, 7)”.
Nos anima a hacerlo también el beato John Henry Newman, el cual en su escrito, diríamos profético, “On Consulting the Faithful in Matter of Doctrine”, indicaba, ya en 1859, la importancia que los laicos ofrecieran testimonio de su fe.
Por eso nosotros testimoniamos y confesamos de acuerdo con la tradición auténtica de la Iglesia que:
1) El matrimonio rato y consumado entre dos bautizados solo puede disolverse con la muerte.
2) Por eso los cristianos que, casados con un matrimonio válido, se unen a otra persona mientras su cónyuge sigue todavía en vida, cometen el grave pecado de adulterio.
3) Estamos convencidos que existen mandamientos morales absolutos, que obligan siempre y sin excepciones.
4) Estamos convencidos de que el juicio sobre la posibilidad de administrar la absolución sacramental no se basa sobre la imputabilidad del pecado cometido, sino sobre el propósito del penitente de abandonar un modo de vida contrario a los mandamientos divinos.
5) Estamos convencidos que los divorciados que se han vuelto a casar civilmente y no están dispuestos a vivir en continencia, no pueden acceder a la Comunión eucarística, puesto que se encuentran en una situación que está objetivamente en contradicción con la ley de Dios.
Nuestro Señor Jesucristo dice: “Si permanecéis en mi palabra, seréis de verdad discípulos míos, conoceréis la verdad, y la verdad os hará libres” (Jn 8, 31-32).
Con esta confianza confesamos nuestra fe ante el supremo pastor y maestro de la Iglesia y ante los obispos, y les pedimos que nos confirmen en la fe.
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