REGNUM MARIAE

REGNUM MARIAE
COR JESU ADVENIAT REGNUM TUUM, ADVENIAT PER MARIAM! "La Inmaculada debe conquistar el mundo entero y cada individuo, así podrá llevar todo de nuevo a Dios. Es por esto que es tan importante reconocerla por quien Ella es y someternos por completo a Ella y a su reinado, el cual es todo bondad. Tenemos que ganar el universo y cada individuo ahora y en el futuro, hasta el fin de los tiempos, para la Inmaculada y a través de Ella para el Sagrado Corazón de Jesús. Por eso nuestro ideal debe ser: influenciar todo nuestro alrededor para ganar almas para la Inmaculada, para que Ella reine en todos los corazones que viven y los que vivirán en el futuro. Para esta misión debemos consagrarnos a la Inmaculada sin límites ni reservas." (San Maximiliano María Kolbe)

miércoles, 20 de agosto de 2014

REALEZA DE LA BIENAVENTURADA VIRGEN


Santa María, en verdad, es la Reina y Señora de toda la Creación. Y se dice que en verdad es Reina para indicar que su realeza no es sólo de honor y excelencia, que la hace superior a toda criatura, sino que además tiene verdadera potestad y dominio sobre todas ellas.
Las razones de esta realeza son: Siendo Madre del Rey de reyes y del Señor de todos los que dominan, Ella debe ser Reina y Señora; y, habiéndonos rescatado Cristo con su sangre, a Ella como corredentora, le corresponde tener parte en su reinado. Un reinado de infinito amor y misericordia, que Nuestro Señor Jesús quiere ejercitarlo con la cooperación de su Madre.
Al ser Santa María Reina de toda la Creación, es también Reina de los Ángeles y de los Santos. El poder de éstos no puede compararse con el poder y la eficacia de la Santísima Virgen ante el trono de Dios, que demuestra su admirable poderío en tener siempre a sus pies a la serpiente infernal, en defender a sus hijos y devotos de las asechanzas malditas de Satanás, y en proteger a la Iglesia que le canta con júbilo: Tú sola has destruido todas las herejías del universo mundo.
En las letanías lauretanas invocamos a María como Reina de los Ángeles, de los Patriarcas, de los Profetas, de los Apóstoles, de los Mártires, de los Confesores, de las Vírgenes y de todos los Santos; como Reina concebida sin pecado original y elevada al Cielo. Y también, como Reina del santísimo Rosario, de la familia y de la paz.
La Realeza de María aparece frecuentemente en la iconografía de la Virgen. El arte cristiano ya a partir del Concilio de Éfeso (año 431) ha venido representando a María como Reina y Emperatriz, sentada en trono real, con las insignias de la realeza, e incluso en ocasiones la muestra siendo Ella coronada por su Hijo. Y así vemos en infinidades de imágenes y cuadros de la Madre de Dios con los atributos propios de la realeza: el manto, la corona y el cetro, como Reina que es. También la vemos representada con la aureola de doce estrellas por ser Señora de Israel y del Nuevo Pueblo de Dios, la Iglesia. En otras representaciones, la luna bajo sus pies y el sol como vestido, la proclaman Emperatriz del universo todo.

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