Santa
María, en verdad, es la Reina y Señora de toda la Creación. Y se dice que en
verdad es Reina para indicar que su realeza no es sólo de honor y excelencia,
que la hace superior a toda criatura, sino que además tiene verdadera potestad
y dominio sobre todas ellas.
Las
razones de esta realeza son: Siendo Madre del Rey de reyes y del Señor de todos
los que dominan, Ella debe ser Reina y Señora; y, habiéndonos rescatado Cristo
con su sangre, a Ella como corredentora, le corresponde tener parte en su reinado.
Un reinado de infinito amor y misericordia, que Nuestro Señor Jesús quiere
ejercitarlo con la cooperación de su Madre.
Al
ser Santa María Reina de toda la Creación, es también Reina de los Ángeles y de
los Santos. El poder de éstos no puede compararse con el poder y la eficacia de
la Santísima Virgen ante el trono de Dios, que demuestra su admirable poderío
en tener siempre a sus pies a la serpiente infernal, en defender a sus hijos y
devotos de las asechanzas malditas de Satanás, y en proteger a la Iglesia que
le canta con júbilo: Tú sola has destruido todas las herejías del universo
mundo.
En
las letanías lauretanas invocamos a María como Reina de los Ángeles, de los
Patriarcas, de los Profetas, de los Apóstoles, de los Mártires, de los
Confesores, de las Vírgenes y de todos los Santos; como Reina concebida sin
pecado original y elevada al Cielo. Y también, como Reina del santísimo Rosario,
de la familia y de la paz.
La
Realeza de María aparece frecuentemente en la iconografía de la Virgen. El arte
cristiano ya a partir del Concilio de Éfeso (año 431) ha venido representando a
María como Reina y Emperatriz, sentada en trono real, con las insignias de la
realeza, e incluso en ocasiones la muestra siendo Ella coronada por su Hijo. Y
así vemos en infinidades de imágenes y cuadros de la Madre de Dios con los
atributos propios de la realeza: el manto, la corona y el cetro, como Reina que
es. También la vemos representada con la aureola de doce estrellas por ser
Señora de Israel y del Nuevo Pueblo de Dios, la Iglesia. En otras
representaciones, la luna bajo sus pies y el sol como vestido, la proclaman
Emperatriz del universo todo.
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