Por las
montañas
María
recorría los senderos
prodigando
en su ternura
el amor que
fue su sueño.
Con Isabel
se quedó saboreando hermoso encuentro
y Juan
Bautista saltó de puro gozo en su seno.
¿De dónde,
pues viene a mi la Madre de mi Señor?
Asombro,
gozo y gran paz en ese abrazo de madres.
María
espera a Jesús,
Isabel al
Precursor en minutos muy de cielo,
henchidos
de amor sus pechos.
Esa Virgen
quiere cielo de su Dios enamorada.
Es cierto,
cierto, y muy cierto
que antes
la espada abrirá su corazón de amor lleno,
cual dijera
Simeón.
En las
Bodas de Caná devuelve alegría a novios
al hacer
que ese su Hijo convirtiera el agua en vino.
¡Oh, María,
dulce Madre,
hoy subes,
subes al cielo
donde la
gloria y la paz destilan sólo armonía
y los
ángeles te llevan a mirar esos Jardines
donde
pétalos de rosa, azucenas y jazmines
te
envolverán, Madre mía.
Los justos
cómo te esperan
y afinan
los instrumentos.
Es tanto y
tanto el contento de esa pléyade de santos.
Mucha
música en la Fiesta
preparada
con esmero para Mamita,
la Virgen:
MARÍA,
tu regalo
fue Jesús.
Y la Virgen
quiere cielo para abrirnos el camino
dejando
atrás tantas penas,
las
apreturas del alma que se dan en esta tierra.
Sólo te
digo, María, tierna Madre
y tan
querida, Virgen
y flor
florecida en aromas celestiales:
Condúceme,
Madre buena,
a los goces
de la Vida.
Esa Virgen
quiere cielo y nos habla de esperanza,
con María
ya se alcanzan las delicias de la Vida y:
Dios te
salve, María.
Quiero
estar muy junto a ti
en la
Ciudad del Encanto
sin
tristezas ni quebrantos en esa Patria querida:
Cielo,
cielo, todo cielo.
Bajo tu
Amparo,
María,
cielo,
cielo, sólo cielo.
(Aldo
Gastón Alvarez Lizama)
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