El
nombre de asunción, aunque algunas veces se usa por los Padres y escritores
para significar el paso de los que mueren en el Señor, comúnmente ha sido
reservado para indicar aquella singularísima prerrogativa de la Bienaventurada
Virgen que alcanzó después de su muerte; esto es, que su cuerpo fuera
trasladado al cielo. Entre la ascensión y la asunción existe esta diferencia:
la ascensión se dice de Cristo Señor, que subió al cielo por su propia virtud;
pero la asunción se dice de la Virgen, que después de resucitada fue por
singular privilegio elevada en cuerpo y alma al cielo.
La
asunción de la Bienaventurada Virgen algunas veces es llamada pausación,
término, dormición, natalicio, tránsito; pero ha prevalecido el nombre de
asunción que, como más apto para significar esta prerrogativa, fue mandado que
se conservara por decreto de la Comisión encargada de la corrección del
Breviario durante el pontificado de Benedicto XIV.
La
asunción, considerada estrictamente, prescinde de la muerte y de la
resurrección, y no significa más que la traslación gloriosa de la Virgen en
cuerpo y alma al cielo; porque la asunción habría tenido plena realidad, aún si
María hubiese sido transportada al cielo con su cuerpo glorificado, sin que
hubieran precedido la muerte y la resurrección. La asunción no está en conexión
necesaria con la incorrupción en el sepulcro, pues como nota Renaudin:
"Admitida la incorrupción del cuerpo de la Virgen por apartar este
deshonor de la Madre de Dios, no se seguiría de esto la asunción, porque dicha
preservación pudo hacerse de tres modos: por la mera incorrupción, separados de
modo permanente el cuerpo y el alma; por la resurrección gloriosa; y por la
glorificación, sin pasar por la muerte".
Sin
embargo, si se considera la asunción en concreto, y según se nos presenta de
hecho en la liturgia y en los documentos de los Padres y teólogos, ciertamente
comprende todos estos elementos: muerte previa, preservación de la corrupción
en el sepulcro y resurrección anticipada; y así, en razón de ello, ha de
decirse que la asunción consiste en la unión del cuerpo con el alma gloriosa,
precedida de la muerte, pero no de la consiguiente corrupción en el sepulcro, e
iniciada por la resurrección.
Sobre
lo cual advierte Janssens: "Cuidadosamente ha de distinguirse entre las
cosas que son por sí mismas objeto de la historia, como la muerte de la
Bienaventurada María, su resurrección entre los muertos, su sublimación a las
alturas, y las que constituyen el objeto de la teología, como es la
incorrupción permanente del cuerpo, la resurrección, en cuanto que es gloriosa,
y el consorcio de María en la plenísima victoria de su Hijo. Del primer género
de los hechos acaso podrá juzgar la historia; mas de los segundos hay que
juzgar según las normas de la teología. Y ciertamente es de desear que se
advierta que, aunque faltasen los testimonios históricos del primer género de
hechos, no por eso cabría concluir que no existe revelación alguna del otro
género de verdades».
Es
de fe que María, en cuanto al alma, fue elevada al cielo, porque todo justo a
quien nada falta que expiar, inmediatamente después de la muerte entra a gozar
de la visión de Dios. Por lo que toda la cuestión es de la asunción corporal de
la Virgen.
-
Si bien los protestantes en general niegan la asunción corporal de María, los
griegos cismáticos no lo hacen; Más aun, el Concilio de Armenia (1342) lo
confiesa expresamente: "Ha de saberse que la Iglesia de los armenios cree
y profesa que la santa Madre de Dios, por virtud de Cristo, fue elevada
corporalmente al cielo”.
La
asunción corporal de María a los cielos puede probarse recurriendo a argumentos
extraídos de la Escritura, de los testimonios de los Padres, de la liturgia,
del común sentir de los fieles y de la unánime opinión de los teólogos.
El
primero de los textos escriturarios es el del Génesis 3, 15: "Enemistades
pondré entre ti y la mujer, entre tu linaje y "su linaje; ella quebrantará
tu cabeza... “Las enemistades establecidas por Dios entre la mujer y el
demonio, entre el linaje de la mujer y el linaje del demonio, se ordenan a que
la mujer y su linaje, ella con Él y por Él, quebrante la cabeza del demonio y
obtenga sobre él un triunfo completo. Este triunfo que Cristo consiguió de
Satanás, en el que María se presenta íntima e indisolublemente unida a su Hijo,
no es sólo el triunfo del pecado y de la concupiscencia, sino también de la
muerte. Así como Cristo resucitado triunfa plenamente de la muerte, así a
María, íntimamente asociada a Cristo, le corresponde la misma victoria sobre la
muerte por su gloriosa resurrección anticipada y asunción al cielo.
El
segundo es el que trae Lucas 1, 28: "Dios te salve, llena de gracia, el
Señor es contigo, bendita tu entre las mujeres... “María es saludada llena de
gracia; mas la plenitud de gracia es el cúmulo y afluencia de todas las
gracias, desde la gracia inicial o concepción inmaculada hasta la gracia final
o glorificación total en el cielo. María es llamada bendita entre las mujeres;
la maldición, común a las mujeres y los hombres, es triple: de la culpa, de la
concupiscencia y de la muerte. Así como la Madre de Dios es llamada bendita por
haber escapado a la maldición de la culpa y de la concupiscencia, de la misma
manera por haber escapado de la muerte, en cuanto fue librada de su esclavitud
por la resurrección anticipada, Por esto dice Santo Tomás: "tres
maldiciones fueron lanzadas sobre los hombres por el pecado... La tercera fue
común a los hombres y a las mujeres, a saber: que se convertirían en polvo. Y
de ésta estuvo libre la Bienaventurada Virgen, porque subió corporalmente al
cielo. Pues creemos que después de la muerte resucitó y fue elevada al cielo».
Por
lo que respecta a los Padres, los más antiguos, hasta el siglo V nada dicen
expresamente de la asunción corporal de María, exceptuando tal vez a San
Epifanio, que aunque dude de la muerte de la Virgen, parece no hesitar de su
asunción. "¿Cómo no poseerá María con su carne santa el reino de los
cielos, ella que no cometió deshonestidad ni adulterio, ni fue petulante, ni
realizó obra alguna torpe de la carne, sino que permaneció limpia?"
No
debe extrañar el silencio de los Padres de esta época, pues combatiendo contra
los docetas y valentinianos, que decían que el cuerpo de Cristo era celestial o
sideral, y contra los colyridianos, que intentaban presentar a María como
diosa, acaso debieron juzgar más oportuno callar sobre la asunción corporal de
la Virgen para no dar ocasión a estos herejes de propagar sus errores.
Pero
desde el siglo V en adelante, Padres y escritores enseñaron claramente la
asunción corporal de la Madre de Dios. Así, San Gregorio de Tours: "El
Señor mandó trasladar al paraíso en una nube el cuerpo santo (de María), donde
ahora, recobrada el alma, y alegrándose con sus elegidos, goza de los bienes
eternos, que no tendrán fin". San Juan Damasceno: "Tu alma no
descendió al infierno, ni tu carne sufrió corrupción. Tu cuerpo inmaculado y
limpio de toda mancha no fue abandonado a la tierra, sino que tú, Reina;
Soberana, Señora y verdadera Madre de Dios, fuiste trasladada a las reales
mansiones del cielo”. San Fulberto de Chartres: "Cree la piedad cristiana
que Cristo Dios, Hijo de Dios, resucitó gloriosamente a su La fiesta de la
Asunción de la Virgen, que ahora se celebra solemnemente en la Iglesia
universal, se re monta a los primeros siglos. Por lo que toca a la iglesia
oriental, algunos piensan que se celebraba ya ti siglo V, porque la
conmemoraban los nestorianos y monofisitas, que en aquel siglo se separaron de
la Iglesia, y no es creíble que éstos hayan tomado de ella tal fiesta después
de su separación. A mediados del siglo VI se celebraba esta fiesta entre los
orientales el día 18 de enero.
Por
lo que respecta a la Iglesia occidental, es probable que la fiesta de la
Asunción fuese celebrada en Roma en el siglo V pues en cierto Sacramentario, en
la misa del 15 de agosto se halla la siguiente oración: "Recibe, Señor,
los dones que te ofrecemos en la repetida solemnidad de la Bienaventurada María,
porque redunda en tu alabanza que verdaderamente haya sido elevada a tu
gloria". Y consta ciertamente que esta fiesta se solemnizaba en Roma por
el año 650, el día 15 de agosto, y desde este tiempo no ha dejado de
celebrarse.
Todo
el pueblo cristiano, como bien ordenado ejército, está unido a sus Pastores en
la profesión de la gloriosa Asunción de la Santísima Virgen. San Antonino,
obispo de Florencia, dice: "Al tercer día fue elevada con su cuerpo
resucitado; esto es piadosamente creído por los fieles y confirmado por los
doctores. Lo que parece había ya sentido el salmo 131 cuando dice: «Levántate,
Señor, de tu reposo, tu y el arca de tu santificación». Mas el arca de
santificación fue el cuerpo de la Madre... Este arca de santificación, esto es,
llena de cosas santas, se levantó a descansar cuando fue elevada, corporalmente
al cielo". Estos mismos fieles, adoctrinados por sus Pastores, confiesan
la asunción corporal de María, como aparece por las devociones populares y
congregaciones instituidas en su honor; y singularmente por los innumerables
templos dedicados a su Asunción, sobresaliendo de un modo especial España, que
tiene consagradas a tan glorioso misterio las catedrales de Toledo, Sevilla,
Valladolid, Burgos, Córdoba, León, etc.
En
cuanto a los teólogos, desde época de la escolástica todos enseñan este
misterio explícitamente. San Alberto: "Luego resta que (el lazo de la
muerte) no pudo significar incineración; por lo que el sentido será: no pudo
ser oprimida por los lazos de la muerte, esto es, no pudo ser reducida a
cenizas. Y si no hubiera resucitado inmediatamente, se hubiera convertido en
ceniza, como los demás cuerpos". San Buenaventura: "Los santos
doctores se esfuerzan razonablemente en probar, y los fieles lo aceptan, que la
Bienaventurada María ha sido también elevada corporalmente al cielo y el cuerpo
está ya plenamente glorificado con el alma". Santo Tomás:
"Razonablemente se cree que aquella que engendró al Unigénito del Padre
recibió mayores privilegios de gracia que todos los santos"; mas a los
privilegios de gracia pertenecen manifiestamente la resurrección anticipada del
cuerpo de María y su gloriosa asunción, ya que a la gracia consumada, que
principalmente es la gloria del alma, pertenece también la gloria del cuerpo,
que del alma redunda en la carne.
"Por
tanto, después de elevar a Dios muchas y reiteradas preces e invocar la luz del
Espíritu de la Verdad, para gloria de Dios Omnipotente, que otorgó a la Virgen
María su especial benevolencia; para honor de su Hijo, Rey inmortal de los siglos
y vencedor del pecado y de la muerte; para acrecentar la gloria de esta misma
Augusta Madre y para gloria y alegría de toda la Iglesia, por la autoridad de
Nuestro Señor Jesucristo, de los bienaventurados apóstoles Pedro y Pablo, y por
la Nuestra, pronunciamos, declaramos y definimos ser Dogma de Revelación Divina
que la Inmaculada Madre de Dios, siempre Virgen María, cumplido el curso de su
vida terrena, fue asunta en cuerpo y alma a la gloria celeste" [Fórmula
definitoria de Pío XII, bula dogmática "Munificentissimus Deus ", 1
de noviembre de 1950].
GREGORIO
ALASTRUEY ("Tratado de la Virgen Santísima")
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