“Cuando
honramos este Corazón: Deseamos honrar en la Virgen Madre de Jesús, no
solamente alguno de sus misterios y alguna de sus acciones, como su nacimiento,
o su presentación, o su visitación, o su purificación; no solamente alguna de
sus cualidades, como Madre de Dios, o Hija del Padre, o esposa del Espíritu
Santo, o Templo de la Santísima Trinidad, o Reina del cielo y de la tierra; ni
siquiera solamente su dignísima Persona; sino que deseamos honrar primero y
principalmente en ella la fuente y el origen de la Santidad y de la dignidad de
todos sus misterios, de todas sus acciones, de todas sus cualidades y de su
persona misma; es decir su amor y su caridad, puesto que, según todos los
Santos Doctores, el amor y la caridad son la medida del mérito y el principio
de toda Santidad”.
“Permaneced
en este Corazón Maternal de vuestra Madre. Que sea el lugar de vuestro reposo,
vuestra ciudad de refugio, vuestra fortaleza inexpugnable, vuestro jardín de
delicias, vuestro Paraíso Terrestre”.
“El
Corazón de la Virgen está lleno de la sabiduría y del amor de Dios que todos
los otros corazones”.
“El
Corazón de María es una expresión perfecta y un maravilloso compendio de la
Vida de Dios”.
“Como
el esposo y la esposa no deben tener más que un corazón y un alma, haced de
modo, oh Reina de mi corazón que yo no tenga más que un alma, un espíritu, una
voluntad y un corazón con Vos. Para ello quitadme el corazón y dadme el
vuestro, según vuestra promesa, para que pueda cantar eternamente”.
“Oh
qué benignidad, la caridad ardiente de María me ha robado el corazón para
ofrecerme el suyo”.
“Una
de las más útiles e importantes maneras de honrar el dignísimo Corazón de la
Reina de las virtudes, consiste en procurar imitar e imprimir en el corazón una
imagen viva de su santidad, de su dulzura y mansedumbre, de su humildad, su
pureza, su devoción, su sabiduría, su prudencia, su paciencia, su obediencia,
su vigilancia, su fidelidad, su amor y todas las demás virtudes”.
“Ave
Cor. Los que reciten esta salutación con devoción les dará los deseos de
purificarse cada vez más de toda especie de pecado para que sean aptos para
recibir los dones, gracias y bendiciones divinas”.
“Pero,
entre todas las maravillas, he aquí una que sobrepasa las otras: es el Corazón
incomparable de esta grande Reina; es lo más admirable que hay en Ella..., es
el principio y la fuente de todas las cosas extrañas y extraordinarias que hay
en Ella... Porque ha sido por la humildad, pureza y amor de su santísimo
Corazón, por lo que ha llegado a la dignidad sublime de Madre de Dios, y, por
consiguiente, por lo que se ha hecho digna de todas las gracias, favores y
privilegios de que Dios la ha llenado”.
San Juan Eudes
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