REGNUM MARIAE

REGNUM MARIAE
COR JESU ADVENIAT REGNUM TUUM, ADVENIAT PER MARIAM! "La Inmaculada debe conquistar el mundo entero y cada individuo, así podrá llevar todo de nuevo a Dios. Es por esto que es tan importante reconocerla por quien Ella es y someternos por completo a Ella y a su reinado, el cual es todo bondad. Tenemos que ganar el universo y cada individuo ahora y en el futuro, hasta el fin de los tiempos, para la Inmaculada y a través de Ella para el Sagrado Corazón de Jesús. Por eso nuestro ideal debe ser: influenciar todo nuestro alrededor para ganar almas para la Inmaculada, para que Ella reine en todos los corazones que viven y los que vivirán en el futuro. Para esta misión debemos consagrarnos a la Inmaculada sin límites ni reservas." (San Maximiliano María Kolbe)

miércoles, 15 de octubre de 2014

EL PODER DEL INFIERNO SOBRE LA TIERRA


* Para se leído y meditado personalmente, y en grupos de oración y reflexión cristiana

1. Ir de la luz a las tinieblas
Septiembre 20, 2014
María
Ven, Yo quiero llevarte a la oscuridad del Infierno. Sólo entonces puedes entender los acontecimientos que están ocurriendo y la fealdad del pecado. Habrá etapas en esta oscuridad y por último, llegaremos al centro, cara a cara con satanás y sus legiones.
El camino de la luz a la oscuridad comienza lentamente. Es como un ocaso. La persona todavía cree, todavía practica su fe, pero en ciertas áreas de la vida ellos comienzan a dejar atrás la Ley de Dios. Aumentan las atracciones que nunca antes eran toleradas. Las prácticas religiosas llegan a ser secundarias y de rutina. La flor se desgaja de sus raíces profundas de fe y ya no se alimenta del suelo.
La persona no puede luchar más contra la cultura y pronto se convierte en uno con ella. Las alegrías encontradas en las prácticas religiosas se desvanecen y el corazón se consume en metas mundanas. El alma se hace impotente frente a las tentaciones y sucumbe más y más en un estilo de vida que anteriormente habría rechazado.
El alma aún no ha caído en las tinieblas, pero bordea el precipicio, tropieza con frecuencia, se levanta lentamente y está muy debilitada, mientras Satanás espera su momento, listo para reclamar un alma que había vivido en la luz.
Comentario: Oh, lector, si estas palabras te describen, entiende que Nuestra Señora te ama y te está ofreciendo la ayuda que necesitas para volver rápidamente a la luz.


2. El mecanismo de Satanás
Septiembre 21, 2014
María
Algunas veces la tierra tiembla, los cielos se oscurecen y las olas se agitan, como sucede con los huracanes, terremotos y tornados. Todos estos son símbolos de los poderes destructivos del Infierno. Se libera una fuerza que perturba el orden existente. Aunque algunas manifestaciones de la Tierra tienen una raíz satánica, las fuerzas más grandes del Infierno se muestran en los acontecimientos humanos como la ira, las disputas, los malentendidos, el rompimiento de las promesas, la destrucción de las relaciones, la codicia, los escándalos, algunas veces una completa y repentina destrucción de lo que parecía tan estable.
Estas fuezas del Infierno no se manifiestan en desastres naturales, sino dentro de la persona humana. Todos están sujetos a estas fuerzas y muchos creen equivocadamente que se trata de confusiones o errores humanos. Realmente, el Infierno se está desatando y, si no se derrota, las fuerzas seguirán expandiéndose. Satanás sólo quiere destruir, derribar y arruinar.
Sin embargo, los poderes del Infierno llegan a otro nivel cuando se valen de los corazones que están comprometidos con el mal, corazones retorcidos que han tomado decisiones perversas y han escogido deliberadamente los caminos del mal.
Satanás eleva a estas personas, les da puestos de autoridad, llena sus bolsillos con dinero, derrama sobre ellos enormes poderes políticos, los protege de sus enemigos y los mantiene en el poder hasta que ya no le sirven para sus propósitos. Estas personas están por todas partes, en el mundo y en la Iglesia, en los negocios y en la educación, en la política y en la ciencia. Sin saberlo, ellos forman un mecanismo de maldad que los protege unos a los otros y luchan por las mismas causas. Ellos son inteligentes, poderosos, son  aceptados por muchos, con frecuencia bien acicalados, con un alto nivel de educación e incluso son encantadores.
Ellos persuaden a los demás, lideran causas y tienen un discurso brillante. No tienen amor por la verdad y no ven el mal quebrantando la Ley de Dios. Todo es por conveniencia propia, cualquier cosa entra en sus metas distorsionadas.
La sociedad está al borde del abismo porque satanás es dueño de muchos miles de personas. Sus pasiones son desordenadas y sus egos dominan sus pensamientos. Ellos son su vanguardia, sus instrumentos para llevar al mundo al borde del precipicio, donde ya se dirige a menos que los poderes de Mi Inmaculado Corazón sean liberados pronto.
Ninguna mente humana puede detectar la maquinaria de satanás y ninguna fuerza humana puede destruirla. Sólo la Mujer vestida de Sol es su gran Adversaria.
Comentario: Nuestra Señora da una aguda descripción de lo que está ocurriendo ante nuestros ojos, pero que en realidad no se ve.

lunes, 13 de octubre de 2014

13 DE OCTUBRE, EL MILAGRO DEL SOL


Para el 13 de octubre estaba anunciado un milagro y que la Señora diría quien es. Había unas 70.000 personas bajo una lluvia torrencial. Por el camino, mucha gente solicitaba la ayuda de Santa María. Llegados a la encina, la multitud reza el rosario. Lucia, por un movimiento interior, pidió que cerrasen los paraguas. Todos empapados. Poco después llegó nuestra Señora sobre la encina.
- ¿Qué quiere usted de mí? 

- Quiero decirte que hagan aquí una capilla en honor mío, que soy la Señora del rosario, que continúen rezando el rosario todos los días. La guerra está acabándose y los soldados volverán pronto a sus casas. 
- Tenía muchas cosas que pedirle: si curaba a unos enfermos, si convertía a unos pecadores, etc. 
- Unos, sí; otros, no. Es preciso que se enmienden; que pidan perdón de sus pecados. Que no ofendan más a Dios nuestro Señor, que ya está muy ofendido.

 Después de esas palabras, Santa María señaló hacia el sol. De pronto cesó la lluvia y las nubes negras se disiparon. El sol se veía como un disco de plata que se podía mirar sin deslumbrarse. Está rodeado de una corona brillante.
De pronto, el sol tiembla, se sacude, y da vueltas sobre sí mismo como una rueda de fuego, proyectando en todas direcciones haces de luz de colores. La multitud se ve teñida de amarillo, verde, rojo, azul, morado... Esto duró dos o tres minutos, luego el sol se detiene unos instantes y recomienza su danza de luz. Así hasta tres veces.
A continuación, se ve al sol desprenderse del cielo, y cae sobre la tierra en zig-zag. La multitud está arrodillada en el barro y hace actos de fe y de dolor de los pecados. ¡Dios mío, misericordia! 

El sol se detiene en su caída y, también en zig-zag, recupera su posición en el cielo. Han pasado unos diez minutos en total. Las 70.000 personas presentes lo vieron, incluso gente a más de 5 km. vieron lo mismo. 
Los vestidos de la gente, antes empapados, están ahora perfectamente secos.

“Aparecieron, al lado del sol, San José con el Niño Jesús y Nuestra Señora del Rosario. Era la Sagrada Familia. La Virgen estaba vestida de blanco, con un manto azul. San José también estaba vestido de blanco y el Niño Jesús de rojo claro. San José bendijo a la multitud, haciendo tres veces la señal de la Cruz. El Niño Jesús hizo lo mismo.
Siguió la visión de Nuestra Señora de los Dolores y de Nuestro Señor agobiado de dolor en el camino del Calvario. Nuestro Señor hizo la señal de la Cruz para bendecir al pueblo. Nuestra Señora no tenía espada en el pecho. Lucía veía solamente la parte superior del cuerpo de Nuestro Señor.
Finalmente apareció, en una visión gloriosa, Nuestra Señora del Carmen, coronada Reina del cielo y de la tierra, con el Niño Jesús en los brazos.”


El papa Pío XII volvió a ver este milagro del sol desde los jardines del Vaticano, 33 años más tarde, en tres días sucesivos, el 30 y 31 de octubre y 1 de noviembre de 1950 como confirmación del Cielo, a la proclamación por él del dogma de la Asunción de la Virgen María en cuerpo y alma al Cielo, el 1 de noviembre.

martes, 7 de octubre de 2014

BREVE EXPLICACIÓN DEL AVEMARÍA



57) ¿Estáis en la miseria del pecado? Invocad a la divina María; decidle: "Ave", que quiere decir: "Te saludo con profundo respeto, oh Señora, que eres sin pecado, sin desgracia." Ella os librará del mal de vuestros pecados.
¿Estáis en las tinieblas de la ignorancia o del error? Venid a María; decidle: "Ave, María", es decir: "Iluminada con los rayos del sol de justicia." Ella os comunicará sus luces.
¿Estáis separados del camino del cielo? Invocad a María, que quiere decir: Estrella del mar y Estrella polar que guía nuestra navegación en este mundo. Ella os conducirá al puerto de eterna salvación.
¿Estáis afligidos? Recurrid a María, que quiere decir: "mar amargo", que fue llena de amarguras en este mundo, al presente cambiada en mar de purísimas dulzuras en el cielo. Ella convertirá vuestra tristeza en alegría y vuestras aflicciones en consuelos.
¿Habéis perdido la gracia? Honrad la abundancia de gracias de que Dios llenó a la Santísima Virgen; decidle:
"Llena de Gracia" y de todos los dones del Espíritu Santo. Ella os dará sus gracias.
¿Os sentís solos y abandonados de Dios? Dirigíos a María y decidle: "El Señor es contigo" más noble e íntimamente que en los justos y los santos, porque eres con Él una misma cosa; pues, siendo tu Hijo, su carne es tu carne, y, dado que eres su Madre, estás con el Señor por perfecta semejanza y mutua caridad. Decidle, en fin: "Toda la Trinidad Santísima está contigo, pues Tú eres su Templo precioso." Ella os colocará bajo la protección y salvaguardia de Dios.
¿Habéis llegado a ser objeto de la maldición de Dios? Decid: "Eres bendita entre todas las mujeres" y de todas las naciones por tu pureza y fecundidad; Tú cambiaste la maldición divina en bendición. Ella os bendecirá.
¿Estáis hambrientos del pan de la gracia y del pan de la vida? Acercaos a la que ha llevado el pan vivo que descendió del cielo; decidle: "Bendito es el fruto de tu vientre", que concebiste sin detrimento de tu virginidad, que llevaste sin trabajo y que diste a la vida sin dolor. Sea bendito "Jesús", que rescató del cautiverio al mundo, que curó al mundo enfermo, resucitó al hombre muerto, hizo volver al desterrado, justificó al hombre criminal, salvó al hombre condenado. Sin duda vuestra alma será saciada del pan de la gracia en esta vida y de la gloria eterna en la otra. Amén.


58) Concluid vuestra oración con la Iglesia, y decid: "Santa María", santa en cuerpo y alma, santa por tu abnegación singular y eterna en el servicio de Dios, santa en calidad de Madre de Dios, que te ha dotado de una santidad eminente, como convenía a tan infinita dignidad.
"Madre de Dios" y también Madre nuestra, nuestra Abogada y Mediadora, Tesorera y Dispensadora de las gracias de Dios, procúranos prontamente el perdón de nuestros pecados y nuestra reconciliación con la Majestad divina.
"Ruega por nosotros, pecadores", pues tienes tanta compasión con los miserables, que no desprecias ni rechazas a los pecadores, sin los cuales no serías la Madre del Salvador.
"Ruega por nosotros ahora", durante el tiempo de esta corta vida frágil y miserable; "ahora", porque sólo nos pertenece el momento presente; ahora, que estamos acometidos y rodeados noche y día de poderosos y crueles enemigos.
 "Y en la hora de nuestra muerte", tan terrible y peligrosa, en que nuestras fuerzas estarán agotadas, en que nuestros espíritus y nuestros cuerpos estarán abatidos por el dolor y el terror; en la hora de nuestra muerte, en que Satanás redoblará sus esfuerzos por nuestra eterna perdición; en esa hora en que se decidirá nuestra suerte dichosa o desgraciada para toda la eternidad. Ven en auxilio de tus pobres hijos; Oh Madre compasiva, abogada y refugio de los pecadores; aleja de nosotros en la hora de la muerte a los demonios, enemigos y acusadores nuestros, cuyo aspecto horroroso nos espanta. Ven a iluminarnos en las tinieblas de la muerte. Condúcenos, acompáñanos al tribunal de nuestro Juez, tu Hijo, intercede por nosotros para que nos perdone y nos reciba en el número de tus escogidos en la mansión de la gloria eterna. "Amén." Así sea.

59) ¿Quién no admirará la excelencia del Santo Rosario, compuesto de dos partes divinas: la oración dominical y la salutación angélica? ¿Hay oración más grata a Dios y a la Santísima Virgen, más fácil, más dulce y más saludable para los hombres? Tengámoslas siempre en el corazón y en la boca para honrar a la Santísima Trinidad, a Jesucristo nuestro salvador y a su Santísima Madre. Además, al fin de cada decena es conveniente añadir el gloria: Gloria al Padre y al Hijo y al Espíritu Santo. Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos.
Amén.
San Luis María Grignión de Montfort
"El secreto admirable del Santísimo Rosario"

PROMESAS DE LA SANTÍSIMA VIRGEN


La Santísima Virgen hizo estas 15 promesas (reveladas al Beato Alano de la Roche) para aquellos que cultiven la devoción por el santo rosario:
    1. El que me sirva, rezando diariamente mi rosario, recibirá cualquier gracia que me pida.
    2. Prometo mi especialísima protección y grandes beneficios a los que devotamente recen mi rosario.
    3. El rosario será un fortísimo escudo de defensa contra el infierno, destruirá los vicios, librará de los pecados y exterminará las herejías.
    4. El rosario hará germinar las virtudes y también hará que sus devotos obtengan la misericordia divina; sustituirá en el corazón de los hombres el amor del mundo por el amor de Dios y los elevará a desear las cosas celestiales y eternas. ¡Cuántas almas por este medio se santificarán!
    5. El alma que se encomiende por el rosario no perecerá.
    6. El que con devoción rezare mi rosario, considerando sus sagrados misterios, no se verá oprimido por la desgracia, ni morirá de muerte desgraciada; se convertirá si es pecador, perseverará en la gracia si es justo; y en todo caso será admitido a la vida eterna.
    7. Los verdaderos devotos de mi rosario no morirán sin los auxilios de la Iglesia.
    8. Quiero que todos los devotos de mi rosario tenga en vida y en muerte la luz y la plenitud de la gracia, y sean partícipes de los méritos de los bienaventurados.
    9. Libraré pronto del Purgatorio a las almas devotas del rosario.
    10. Los hijos verdaderos de mi rosario gozarán en el cielo una gloria singular.
    11. Todo lo que me pidan lo alcanzarán por medio del rosario.
    12. Socorreré en todas sus necesidades a los que propaguen mi rosario.
    13. Todos los que recen el rosario tendrán por hermanos en la vida y en la muerte a los bienaventurados del cielo.
    14. Los que rezan mi rosario son todos hijos míos muy amados y hermanos de mi Unigénito Jesús.
    15. La devoción al santo rosario es una señal manifiesta de predestinación a la gloria.

viernes, 3 de octubre de 2014

VIVIR DE AMOR


TERESA, HIJA DE MARÍA


LA ALEGRÍA, CARIDAD EXQUISITA


Querida Teresita:
Tenía yo diecisiete años cuando leí tu autobiografía.
Fue como si me hubiera caído un rayo. «Historia de una florecilla de mayo», la definiste tú, pero a mí me pareció la historia de una «barra de acero» por la fuerza de voluntad, la valentía y la decisión que se desprende de ella. Una vez elegido el camino de la entrega total a Dios, nada pudo cortarte el paso: ni la enfermedad, ni las contradicciones externas, ni las nieblas y tinieblas interiores.
Me acordé de ella cuando me llevaron enfermo al sanatorio. Eran aquéllos unos años en los que no se habían descubierto todavía la penicilina y los antibióticos y la perspectiva que se le presentaba al paciente era una muerte, más o menos próxima.
Me avergoncé de haber pasado un poco de miedo. «Teresa a sus veintitrés años, hasta entonces sana y rebosando vitalidad - me dije -, se inundó de alegría y esperanza cuando sintió que le venía a la boca la primera hemoptisis. Por sí esto fuera poco, y quitándole importancia a su mal, consiguió llevar hasta el final el ayuno a pan y agua. ¿Y tú te vas a echar a temblar? Eres sacerdote, ¡despierta, no hagas el tonto! »


                      
Releyéndote, con ocasión del centenario de tu nacimiento (1873-1973), me conmovió tu modo de amar a Dios y al prójimo. San Agustín ha escrito: «Vamos hacia Dios no caminando, sino amando», También tú llamas a tu camino «senda de amor». Cristo dice: Nadie viene a mí, si el Padre no le atrae. En línea exacta con estas palabras, tú te sentías como un «pajarillo débil y sin alas»; en cambio, viste en Dios al águila que desciende para llevarte sobre sus alas a las alturas. A la gracia divina la llamabas «ascensor», porque te levanta hasta Dios rápidamente y sin fatiga, siendo tú «demasiado pequeña para subir por la empinada escalera de la perfección».
Dije arriba «sin fatiga». Entendámonos: esto, desde un punto de vista; en cambio, desde otro... Estamos en tus últimos meses; tu alma avanza por   una especie de oscura galería, sin ver nada de aquello que antes veía con claridad. «La fe – escribiste - ¡ya no es un velo, sino un muro! » Los padecimientos físicos son tales que te hacen exclamar;  «Si no hubiera tenido la fe, me hubiera quitado la  vida». Pese a todo, seguías diciendo al Señor, con  la voluntad, que lo amabas: «Canto la felicidad  del paraíso, pero sin experimentar alegría; canto  simplemente que quiero creer». Tus últimas palabras fueron: « ¡Dios mío, te amo! »
Te habías ofrecido como víctima al amor misericordioso de Dios. Pero ello no te impedía gozar  de lo hermoso y bueno. Antes de tu última enfermedad, alegre, pintaste, escribiste poesías y dramitas sacros, algunas de cuyas partes interpretas con fino arte de actriz. Durante tu última enfermedad,  en un momento de mejoría, pediste unos pastelillos de chocolate. No te asustaban tus propias imperfecciones, ni aun cuando alguna vez te quedaras dormida de cansancio durante la meditación (« ¡los niños pequeños agradan a sus madres incluso dormidos! »).
Amando al prójimo, te esforzaste por prestar pequeños servicios que, siendo útiles, pasaran inadvertidos y preferir en todo caso a personas molestas y que congeniaban menos contigo. Detrás de aquel rostro nada simpático sabías encontrar el rostro simpatiquísimo de Cristo. Y nadie se daba cuenta de tanto esfuerzo y de esta búsqueda: «Qué misticismo el suyo en la capilla o el trabajo - escribió de ti la priora - y, al mismo tiempo, qué bromista y ocurrente en la recreación, hasta el punto de hacernos desternillar de risa».
  Estas breves líneas, trazadas por mí, cuan lejos están de contener todo tu mensaje a los cristianos. Sin embargo, bastan para trazarnos algunas directrices.
                


     El verdadero amor a Dios casa perfectamente con la decisión firme que se toma y que, dado el caso, se renueva.
     El vacilante Eneas de Metastasio, al decir: Pasto de confusión, saber no puedo - ¡oh, funesta duda! - si me voy o me quedo, demostraba no tener madera de verdadero amante de Dios.
     Mucho más razonable era tu compatriota, el mariscal Foch, quien durante la batalla del Marne, telegrafío; «¡El centro de nuestro ejército cede, el ala izquierda se retira, pero yo sigo atacando! » Un poquito de combatividad y de amor al peligro en el amor al Señor no es una catástrofe. Tú eres de ésas y, por lo mismo, viste en Juana de Arco una «hermana de armas».
     En el Elixir de amor, de Donizzetti, basta la «furtiva lágrima», despuntando en las pestañas de Adina, para devolver la tranquilidad y la felicidad al enamorado Nemorino. Dios, sin embargo, no se contenta con meras lágrimas furtivas. Una lágrima externa le complace en tanto en cuanto manifiesta que dentro, en la voluntad, hay una decisión. Lo   mismo ocurre con las obras externas; le gustan al Señor sólo si van acompañadas de un amor interior. El ayuno religioso había hecho estragos en el   rostro de los fariseos, pero a Cristo no le agradaban aquellas facciones demacradas, porque sabía   que el corazón de los fariseos estaba lejos de Dios. Tú has escrito; «El amor no consiste en los sentimientos, sino en las obras». Pero añadiste: «Dios no tiene necesidad de nuestras obras, sino solamente de nuestro amor». ¡Perfecto!
   Con Dios podemos amar no sé cuántas cosas.  Pero con una condición: que nadie sea amado contra o por encima de la propia medida de Dios. En  otros términos: el amor de Dios no debe ser exclusivo, sino prevalente, al menos en la estimación.
   Jacob enamoróse un día de Raquel y, para hacerla suya, sirvió nada menos que siete años, que «le  parecieron - dice la Biblia - unos cuantos días, dada  la fuerza con que la amaba» y Dios no sólo no  tuvo nada que decir, sino que dio su aprobación  y bendición.
   Otra cosa muy distinta es hisopear y bendecir todos los amores de este mundo. Desgraciadamente, está tratando de hacerlo cierto teólogo que, influenciado por Freud, Kinsey y Marcuse, exalta la «nueva moral sexual». Si no quieren caer en la confusión y el marasmo, en lugar de prestar oídos a estos teólogos, los cristianos deberán dirigirse al Magisterio de la Iglesia, que goza de especial asistencia tanto para conservar intacta la doctrina de Cristo como para adaptarla convenientemente a los nuevos tiempos.                                 
                     


   Ver el rostro de Cristo en el del prójimo es el único criterio que nos garantiza un amor serio a todos, más allá de antipatías, ideologías y simples filantropías.
  Un jovencito - escribe el viejo arzobispo Perini - llama una tarde a la puerta de una casa. Se ha puesto el traje de fiesta y lleva una flor en el ojal. En su interior, el corazón late insistente. ¿Quién sabe cómo van a recibir su chica y la familia de ella la proposición de matrimonio que tímidamente piensa hacerles?
     Abre la puerta ella en persona. Una ojeada y ¡a ruborizarse tocan!, pero la manifiesta complacencia (no hay tal «furtiva lágrima») de la señorita le tranquiliza y se le ensancha el corazón. Entra. Está la madre. Se le hace una señora simpatiquísima; le gustaría abrazarla. Ahí está el padre, a quien ha visto mil veces, pero esta tarde lo ve transfigurado de una luz nueva. Después llegan los dos hermanos; brazos al cuello, saludos calurosos.
     Perini se pregunta: ¿Qué le ha pasado a este jovencito? ¿Qué clase de amores son estos que han brotado de repente como si fueran hongos? Respuesta: no se trata de amores, sino de un solo amor; ama a la chica y el amor que le tiene lo difunde sobre todos sus parientes. Quien ama seriamente a Cristo no puede negarse a amar a los hombres, que son hermanos de Cristo. Sean feos, malos o pesados, debe el amor transfigurarlos un poquillo.
     Amor corriente. Frecuentemente es el único posible. Nunca he tenido ocasión de lanzarme a un torrente para salvar a un hombre en peligro; en cambio, muchísimas veces me han pedido que preste algo, que escriba unas cartas, que facilite unas modestas y nada complicadas indicaciones. Nunca me he encontrado en la calle con un perro rabioso; sí, en cambio, muchas y molestas moscas y mosquitos. No he tenido jamás enemigos que me golpeasen; sí, en cambio, muchas personas que me molestan hablando a gritos en la calle, poniendo la   televisión a todo volumen o, a veces, también haciendo cierto ruido cuando comen.
     Ayudar en lo que esté en nuestras manos, no llevarse mal, ser comprensivos, mantenerse serenos y sonrientes (¡todo lo que se pueda!); en estas ocasiones, eso es amar al prójimo sin retórica y con sentido práctico. Cristo ejerció mucho este tipo de   caridad. ¡Cuánta paciencia al tener que soportar las rivalidades que se traían entre ellos los apóstoles! ¡Cuan atento estaba siempre a animar y encomiar!; «No encontré nunca tanta fe en Israel», dijo del centurión y de la cananea. «Vosotros permanecisteis conmigo incluso en los momentos difíciles», les dice a los apóstoles. Y una vez le pidió por favor la barca a Pedro.
    «Señor de toda cortesía» le llamó Dante. Sabía meterse en el pellejo de los demás, sufrir con ellos. Protegía, defendía, además de perdonar, a los pecadores; así hizo con Zaqueo, con la adúltera, con  la Magdalena.
   Tú, en Lisieux, seguiste sus ejemplos; nosotros en el mundo hagamos otro tanto.


   Cuenta Carnegie de una señora que un día sorprendió a los hombres de la casa - marido e hijos - con la mesa bien puesta y adornada de flores, pero  con un puñado de heno en cada plato. «¿Esto qué  es? ¿Hoy nos vas a poner heno?», le dijeron. «No es eso – respondió - ; en seguida os traigo la comida, pero dejadme que os diga una cosa. Llevo años cocinando, tratando de variar; un día, un arroz; otro, una sopa; hoy, un asado; mañana, una salsa, etcétera. Pero a vosotros nunca se os ha ocurrido decir: ¡Qué rico está esto! ¡Has estado estupenda! Haced el favor de decirme algo; no soy de piedra. ¡No se puede trabajar sin que a uno le reconozcan lo que hace o le animen, sólo por amor al arte! »
   Puede ser corriente también la caridad desprivatizada o social. Se produce una huelga justa; puede ocurrir que a mí, que nada tengo que ver con el conflicto, me sirva de molestia. Aceptar esta molestia, no despotricar, sentirse solidarios con unos hermanos que luchan por la defensa de sus derechos, es también caridad cristiana. Poco ostentosa, mas no por ello menos exquisita.
   Gozo mezclado con el amor cristiano. Aparece ya en el canto de los ángeles en Belén. Forma parte de la esencia del Evangelio, que es «nueva alegre». Es característico de los grandes santos: «Un santo triste es un triste santo», decía Santa Teresa de Avila. «Entre nosotros - apostillaba Santo Domingo Savio - se hace uno santo a base de alegría».
   La alegría puede convertirse en caridad exquisita cuando, precisamente como tú hacías en las recreaciones del Carmelo, se comunica a los demás.
   El irlandés del cuento que muere repentinamente y comparece ante el tribunal divino, estaba muy preocupado, pues el balance de su vida era más bien deficitario. Como había cola, se puso a observar y escuchar. Tras haber consultado el gran fichero, Cristo le dice al primero: «Veo que tuve  hambre y me diste de comer. ¡Muy bien!, ¡entra  en el paraíso!» Al siguiente: «Tuve sed y me diste de beber». A un tercero: «Estuve preso y me  visitaste». Y así sucesivamente.
   Por cada uno que era destinado al paraíso, el irlandés hacía examen y hallaba algo de qué temer; ni había dado de comer, ni de beber, no había visitado ni a presos ni a enfermos. Llegado su turno, temblaba, viendo a Cristo examinar el fichero. Pero, mira por dónde, Cristo levanta la vista y  dice: «No hay mucho escrito. Sin embargo, también tu hiciste algo: estaba triste, decaído, postrado y tú viniste y contaste unos cuantos chistes que  me hicieron reír y me devolvieron el ánimo. ¡Al  paraíso!»
   De acuerdo, es broma, pero subraya bien que  ninguna forma de caridad deja de tenerse en cuenta  o se minimiza.
   Teresa, el amor que tuviste a Dios (y al prójimo por amor a Dios) fue verdaderamente digno de Dios. Así ha de ser nuestro amor: llama, que se alimente de cuanto haya en nosotros de grande y de hermoso y que renuncie a cuanto haya en nosotros de rebelde; victoria, que montándonos en sus alas nos lleve como un obsequio hasta los pies de Dios.
                                       Junio 1973.
Albino Luciani (Juan Pablo I)