57) ¿Estáis en la miseria del pecado? Invocad a la divina María; decidle: "Ave", que quiere decir: "Te saludo con profundo respeto, oh Señora, que eres sin pecado, sin desgracia." Ella os librará del mal de vuestros pecados.
¿Estáis en las tinieblas de la ignorancia o del error? Venid a María; decidle: "Ave, María", es decir: "Iluminada con los rayos del sol de justicia." Ella os comunicará sus luces.
¿Estáis separados del camino del cielo? Invocad a María, que quiere decir: Estrella del mar y Estrella polar que guía nuestra navegación en este mundo. Ella os conducirá al puerto de eterna salvación.
¿Estáis afligidos? Recurrid a María, que quiere decir: "mar amargo", que fue llena de amarguras en este mundo, al presente cambiada en mar de purísimas dulzuras en el cielo. Ella convertirá vuestra tristeza en alegría y vuestras aflicciones en consuelos.
¿Habéis perdido la gracia? Honrad la abundancia de gracias de que Dios llenó a la Santísima Virgen; decidle:
"Llena de Gracia" y de todos los dones del Espíritu Santo. Ella os dará sus gracias.
¿Os sentís solos y abandonados de Dios? Dirigíos a María y decidle: "El Señor es contigo" más noble e íntimamente que en los justos y los santos, porque eres con Él una misma cosa; pues, siendo tu Hijo, su carne es tu carne, y, dado que eres su Madre, estás con el Señor por perfecta semejanza y mutua caridad. Decidle, en fin: "Toda la Trinidad Santísima está contigo, pues Tú eres su Templo precioso." Ella os colocará bajo la protección y salvaguardia de Dios.
¿Habéis llegado a ser objeto de la maldición de Dios? Decid: "Eres bendita entre todas las mujeres" y de todas las naciones por tu pureza y fecundidad; Tú cambiaste la maldición divina en bendición. Ella os bendecirá.
¿Estáis hambrientos del pan de la gracia y del pan de la vida? Acercaos a la que ha llevado el pan vivo que descendió del cielo; decidle: "Bendito es el fruto de tu vientre", que concebiste sin detrimento de tu virginidad, que llevaste sin trabajo y que diste a la vida sin dolor. Sea bendito "Jesús", que rescató del cautiverio al mundo, que curó al mundo enfermo, resucitó al hombre muerto, hizo volver al desterrado, justificó al hombre criminal, salvó al hombre condenado. Sin duda vuestra alma será saciada del pan de la gracia en esta vida y de la gloria eterna en la otra. Amén.
58) Concluid vuestra oración con la Iglesia, y decid: "Santa María", santa en cuerpo y alma, santa por tu abnegación singular y eterna en el servicio de Dios, santa en calidad de Madre de Dios, que te ha dotado de una santidad eminente, como convenía a tan infinita dignidad.
"Madre de Dios" y también Madre nuestra, nuestra Abogada y Mediadora, Tesorera y Dispensadora de las gracias de Dios, procúranos prontamente el perdón de nuestros pecados y nuestra reconciliación con la Majestad divina.
"Ruega por nosotros, pecadores", pues tienes tanta compasión con los miserables, que no desprecias ni rechazas a los pecadores, sin los cuales no serías la Madre del Salvador.
"Ruega por nosotros ahora", durante el tiempo de esta corta vida frágil y miserable; "ahora", porque sólo nos pertenece el momento presente; ahora, que estamos acometidos y rodeados noche y día de poderosos y crueles enemigos.
"Y en la hora de nuestra muerte", tan terrible y peligrosa, en que nuestras fuerzas estarán agotadas, en que nuestros espíritus y nuestros cuerpos estarán abatidos por el dolor y el terror; en la hora de nuestra muerte, en que Satanás redoblará sus esfuerzos por nuestra eterna perdición; en esa hora en que se decidirá nuestra suerte dichosa o desgraciada para toda la eternidad. Ven en auxilio de tus pobres hijos; Oh Madre compasiva, abogada y refugio de los pecadores; aleja de nosotros en la hora de la muerte a los demonios, enemigos y acusadores nuestros, cuyo aspecto horroroso nos espanta. Ven a iluminarnos en las tinieblas de la muerte. Condúcenos, acompáñanos al tribunal de nuestro Juez, tu Hijo, intercede por nosotros para que nos perdone y nos reciba en el número de tus escogidos en la mansión de la gloria eterna. "Amén." Así sea.
59) ¿Quién no admirará la excelencia del Santo Rosario, compuesto de dos partes divinas: la oración dominical y la salutación angélica? ¿Hay oración más grata a Dios y a la Santísima Virgen, más fácil, más dulce y más saludable para los hombres? Tengámoslas siempre en el corazón y en la boca para honrar a la Santísima Trinidad, a Jesucristo nuestro salvador y a su Santísima Madre. Además, al fin de cada decena es conveniente añadir el gloria: Gloria al Padre y al Hijo y al Espíritu Santo. Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos.
Amén.
San Luis María Grignión de Montfort
"El secreto admirable del Santísimo Rosario"
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