Niños hambrientos en los campos
de refugiados, mientras los fabricantes de armas hacen fiesta en los salones.
Es la imagen que el Papa Francisco evocó en la Misa de esta mañana en la Casa
de Santa Marta. La homilía del Pontífice fue un llamamiento a la paz y contra
toda guerra, en el mundo así como en las familias. El Papa insistió en que la
paz no puede ser solamente una “palabra” y exhortó a todos los cristianos a no
“acostumbrarse” al escándalo de la guerra.
¿De dónde provienen las luchas y
las querellas que hay entre ustedes? El Santo Padre se inspiró en la Epístola
del Apóstol Santiago, en la Primera Lectura, para elevar una vibrante condena
de todas las guerras. Y comentando las peleas entre los discípulos de Jesús
para ver quién fuese el más grande entre ellos, puso en evidencia que cuando
“los corazones se alejan nace la guerra”. “Cada día, en los periódicos,
encontramos guerras – constató con amargura – en tal lugar dos, cinco muertos”,
en otro lugar más víctimas:
“Y los muertos parecen hacer
parte de una contabilidad cotidiana. ¡Estamos acostumbrados a leer estas cosas!
Si tuviésemos la paciencia de citar todas las guerras que en este momento hay
en el mundo, seguramente llenaríamos muchas páginas. Pareciera que el espíritu
de la guerra se hubiese apoderado de nosotros. Se hacen actos para conmemorar
el centenario de aquella Gran Guerra, tantos millones de muertos… ¡Y todos
escandalizados! Pero ¡hoy es lo mismo! En vez de una gran guerra, pequeñas
guerras en todas partes, pueblos divididos… por conservar los propios intereses
se asesinan, se matan entre ellos”.
“¿De dónde vienen las guerras y
las querellas que hay entre ustedes?”, repitió el Obispo de Roma. “Las guerras,
el odio, la enemistad – respondió – no se compran en el mercado: están aquí, en
el corazón.” Y recordó que cuando de niños, en el catecismo, “nos contaban la
historia de Caín y Abel, todos estábamos escandalizados”, no se podía creer que
uno mate el hermano. Pero, hoy, “tantos millones se matan entre hermanos, entre
ellos. Pero estamos acostumbrados”. La Primera Guerra Mundial, dijo, “nos
escandaliza, pero no la gran guerra un poco por todas partes”, un poco
“escondida, ¡no escandaliza! Y tantos mueren por un pedazo de tierra, por una
ambición, por un odio, por un celo racial”. “La pasión – agregó – nos lleva a
la guerra, al espíritu del mundo”:
“También normalmente ante un
conflicto, nos encontramos ante una situación curiosa: salir adelante para
resolverlo, peleando. Con el lenguaje de la guerra. ¡No viene antes el lenguaje
de la paz! ¿Y las consecuencias? Piensen en los niños hambrientos en los campos
de refugiados… Piensen solamente en eso: ¡es el fruto de la guerra! Y si
quieren piensen en los grandes salones, en las fiestas que hacen aquellos que
son los patrones de la industria de las armas, que fabrican las armas, las
armas que terminan allí. El niño enfermo, hambriento, en un campo de refugiados
y las grandes fiestas, la vida bella que tienen aquellos que fabrican las
armas”.
“¿Qué ocurre en nuestro
corazón?”, repitió. El Apóstol Santiago, agregó Francisco, nos da un consejo
sencillo: “Acérquense a Dios y Él se acercará a ustedes”. Por lo tanto,
advirtió sobre “este espíritu de guerra, que nos aleja de Dios, que no está
lejos de nosotros” está “también en nuestra casa ”:
“Cuantas familias destruidas
porque el papá, la mamá no son capaces de encontrar el camino de la paz y
prefieren la guerra, hacer causa… ¡La guerra destruye! ‘¿De dónde provienen las
luchas y las querellas que hay entre ustedes? ¿No es precisamente de las
pasiones que combaten en sus mismos miembros’? En el corazón. Hoy les propongo
rezar por la paz, por aquella paz que parece haberse convertido sólo en una
palabra, nada más. Para que esta palabra tenga la capacidad de actuar, sigamos
el consejo del Apóstol Santiago: ‘¡Reconozcan su miseria!”.
Aquella miseria, continuó, de
donde provienen las guerras: “Las guerras en las familias, las guerras en los
barrios, las guerras en todas partes”. “¿Quién de nosotros ha llorado – se
preguntó – cuando lee el periódico, cuando en la televisión ve aquellas
imágenes? Tantos muertos”. “Que la alegría de ustedes – dijo retomando al
Apóstol Santiago – se transforme en llanto, y el gozo, en tristeza…”. Esto,
agregó Francisco, “es lo que hoy, 25 de febrero, debe hacer un cristiano ante tantas
guerras, en todas partes”: “Llorar, hacer luto, humillarse”. “Que el Señor –
concluyó – nos haga entender esto y nos salve del acostumbrarnos a las noticias
de guerra”.
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