REGNUM MARIAE

REGNUM MARIAE
COR JESU ADVENIAT REGNUM TUUM, ADVENIAT PER MARIAM! "La Inmaculada debe conquistar el mundo entero y cada individuo, así podrá llevar todo de nuevo a Dios. Es por esto que es tan importante reconocerla por quien Ella es y someternos por completo a Ella y a su reinado, el cual es todo bondad. Tenemos que ganar el universo y cada individuo ahora y en el futuro, hasta el fin de los tiempos, para la Inmaculada y a través de Ella para el Sagrado Corazón de Jesús. Por eso nuestro ideal debe ser: influenciar todo nuestro alrededor para ganar almas para la Inmaculada, para que Ella reine en todos los corazones que viven y los que vivirán en el futuro. Para esta misión debemos consagrarnos a la Inmaculada sin límites ni reservas." (San Maximiliano María Kolbe)

miércoles, 26 de febrero de 2014

LA VIRGEN MARÍA NOS HACE SENTIR HERMANOS


No se puede tratar filialmente a Nuestra Madre y pensar sólo en nosotros mismos. No se puede tratar a la Virgen y vivir encadenados a egoístas problemas personales, creados a menudo por uno mismo. La Virgen María nos lleva a Jesús, y Jesús es el Primogénito entre muchos hermanos. Conocer a Jesús supone aprender y decidirse a vivir entregados al servicio de los demás. 
Todo cristiano ha de vivir como María, mirando a Dios, a la Iglesia y al mundo, sin dejar de preocuparse activamente por la salvación de las almas. Hemos de colaborar empecinadamente con la gracia de Dios en cuanto se refiere a nuestra vida interior y en el desarrollo de las virtudes cristianas, sintiéndonos en todo momento miembros del Cuerpo Místico de Cristo, que es su Iglesia. La santidad personal, misterio de gracia recibida y de correspondencia personal, beneficia a todos los miembros del Cuerpo, nuestros hermanos. Si caminamos de la mano de la Virgen Santísima, Ella hará que nos sintamos hermanos de todos los hombres: porque todos somos hijos de ese Dios, del que Ella es Hija, Esposa y Madre, y por lo mismo también entrañable Madre nuestra.
         Los problemas de los hermanos no deberían sernos ajenos. El sentido de fraternidad cristiana ha de estar profundamente arraigado en nuestra alma, de tal manera que ningún hermano nos sea indiferente.
 Santa María, Madre de Jesús, que lo crió, lo educó y lo acompañó en su vida terrena y que ahora está junto a Él en los Cielos, nos ayudará a reconocer a Jesús que pasa a nuestro lado y se nos hace presente en las necesidades de nuestros hermanos los hombres, muy especialmente a través de los que viven a nuestro lado y con los que compartimos la andadura diaria.
         Debemos tratar a la Virgen María, Madre de Dios y Madre nuestra,  como a una persona viva, porque sobre ella no ha triunfado la muerte, sino que está en cuerpo y alma junto a Dios Padre, junto a su Hijo, junto al Espíritu Santo. Sólo así podremos experimentar su acción materna y de su mano irá creciendo en nosotros la conciencia de nuestra filiación divina, creceremos en espíritu y sensibilidad fraterna.
         La fe católica reconoce en la Virgen María un signo privilegiado del amor de Dios. Para comprender el misterio que la envuelve hemos de hacernos como niños, y porque Ella es Madre nos enseñará a querer como hijos, a querer de verdad, sin medida, a ser sencillos, sin esas complicaciones que nacen de la actitud egoísta de pensar sólo en sí mismo, a estar alegres. Si buscamos a la Virgen María, a través de Ella encontraremos a Jesús, y comprenderemos un poco de lo que hay en ese Corazón Divino que se humilló y no hizo alarde de su categoría por la salvación de los hombres, sus hermanos.

Hna. Mª Elvira de la Santa Cruz MF

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