7 de junio de 2020
Domingo de la Santísima Trinidad
Señor Presidente,
En los últimos meses hemos sido testigos de la formación de dos lados opuestos que yo llamaría Bíblicos: los hijos de la luz y los hijos de la oscuridad. Los hijos de la luz constituyen la parte más conspicua de humanidad, mientras que los hijos de la oscuridad representan una minoría absoluta. Y Sin embargo, los primeros son objeto de una especie de discriminación que los coloca en una situación de inferioridad moral con respecto a sus adversarios, quienes a menudo sostienen posiciones estratégicas en el gobierno, en la política, en la economía y en los medios. De una manera aparentemente inexplicable, los buenos han sido tomados como rehenes por los malvados y por aquellos que los ayudan, ya sea por interés propio o por miedo.
Estos dos lados, que tienen una naturaleza Bíblica, siguen la clara separación entre la descendencia de la Mujer y la descendencia de la Serpiente. Por un lado, están aquellos que, aunque tienen mil defectos y debilidades, están motivados por el deseo de hacer el bien, ser honestos, formar una familia, por trabajar, por dar prosperidad a su tierra natal, para ayudar a necesitados y, en obediencia a la Ley de Dios, merecer el Reino de los Cielos. Por otro lado, hay quienes se sirven a sí mismos, que no tienen nada de principios morales, que quieren demoler la familia y la nación, explotan a los trabajadores para hacerse excesivamente ricos, fomentan divisiones internas y guerras, y acumulan poder y dinero: para ellos la ilusión falaz del bienestar temporal algún día, si no se arrepienten, cederá ante el terrible destino que les espera, lejos de Dios, en condenación eterna.
En la sociedad, señor presidente, estas dos realidades opuestas coexisten como enemigos eternos, así como Dios y Satanás son enemigos eternos. Y parece que los hijos de la oscuridad, a quienes podemos identificar fácilmente con el Estado Profundo al cual usted se ha opuesto sabiamente y que está librando una guerra feroz contra usted en estos días – han decidido mostrar sus cartas, por así decirlo, revelando ahora sus planes. Ellos parecen estar tan seguros de tener todo bajo control que han dejado de lado esa circunspección que hasta ahora tenían al menos parcialmente de ocultar sus verdaderas intenciones. Las investigaciones ya en curso revelarán la verdadera responsabilidad de quienes manejaron la emergencia de Covid no solo en el área de la atención médica, sino también en política, economía y medios de comunicación. Probablemente descubriremos que en esta colosal operación de ingeniería social hay personas que han decidido el destino de la humanidad, apropiándose del derecho a actuar contra la voluntad de los ciudadanos y sus representantes en los gobiernos de las naciones.
También descubriremos que los disturbios en estos días fueron provocados por aquellos quienes, al ver que el virus se desvanece inevitablemente y que la alarma social de la pandemia está disminuyendo, necesariamente han tenido que provocar disturbios civiles, porque serían seguidos por una represión que, aunque legítima, podría ser condenada como una agresión injustificada contra la población. Lo mismo también está sucediendo en Europa, en perfecta sincronía. Está bastante claro que el uso de protestas callejeras es fundamental para los propósitos de aquellos que desean ver a alguien elegido en las próximas elecciones presidenciales quien encarne los objetivos del Estado Profundoy que exprese esos objetivos fielmente y con convicción. No sorprendería si, en unos pocos meses, nos enteramos una vez más que escondidos detrás de esos actos de vandalismo y violencia hay quienes esperan sacar provecho de la disolución del orden social para construir un mundo sin libertad: Solve et Coagula, como enseña el adagio Masónico.
Aunque pueda parecer desconcertante, las alineaciones opuestas que he descrito también se encuentran en círculos religiosos. Hay Pastores fieles que cuidan el rebaño de Cristo, pero también hay mercenarios infieles que buscan esparcir el rebaño y entregar las ovejas para que sean devoradas por lobos hambrientos. No es sorprendente que esos mercenarios sean aliados de los hijos de la oscuridad y odien a los hijos de la luz: así como hay un Estado Profundo, también hay una iglesia profunda que traiciona sus deberes y renuncia a sus compromisos apropiados ante Dios. Así el Enemigo Invisible, contra quien los buenos gobernantes luchan en los asuntos públicos, también es contrarrestado por buenos pastores en la esfera eclesiástica. Es una batalla espiritual, de la que hablé en mi reciente Apelación que se publicó el 8 de mayo.
Por primera vez, Estados Unidos tiene en usted un presidente que defiende valientemente el derecho a la vida, a quien no le da vergüenza denunciar la persecución de cristianos en todo el mundo, que habla de Jesucristo y del derecho de los ciudadanos a la libertad de culto. Su participación en la Marcha Por La Vida, y más recientemente su proclamación del mes de abril como el Mes de Prevención de Abuso Infantil Nacional, son acciones que confirman de qué lado usted desea seguir luchando. Y me atrevo a creer que los dos estamos del mismo lado en esta batalla, aunque con diferentes armas.
Por esta razón, creo que el ataque al cual usted fue sometido después de su visita al Santuario Nacional de San Juan Pablo II forma parte de la narrativa orquestada de los medios que no busca luchar contra el racismo y llamar al orden social, sino agravar las disposiciones; no es para traer justicia, sino para legitimar la violencia y el crimen; no para servir a la verdad, sino para favorecer a una facción política. Y es desconcertante que haya obispos, —como aquellos a quienes recientemente he denunciado— quienes, por sus palabras, prueban que están alineados con el lado opuesto. Están subordinados al estado profundo, al globalismo, al pensamiento alineado, al Nuevo Orden Mundial que invocan cada vez con más frecuencia en nombre de una hermandad universal que no tiene nada de cristiano, sino que evoca los ideales Masónicos de aquellos que quieren dominar el mundo expulsando a Dios de los tribunales, de las escuelas, de las familias, y tal vez incluso fuera de las iglesias.
El pueblo estadounidense es maduro y ahora ha entendido cuánto los principales medios de comunicación no quieren difundir la verdad sino buscan silenciarla y distorsionarla, difundiendo la mentira que es útil para los propósitos de sus maestros. Sin embargo, es importante que los buenos, que son la mayoría, se despierten de su lentitud y no acepten ser engañados por una minoría de personas deshonestas con propósitos no reconocibles. Es necesario que los buenos, los hijos de la luz, se unan y hagan oír sus voces. ¿Qué manera más efectiva hay para hacer esto, señor presidente, que, en oración, pidiéndole al Señor que lo proteja a usted, a los Estados Unidos y a toda la humanidad de este enorme ataque del enemigo? Ante el poder de la oración, los engaños de los hijos de las tinieblas colapsarán, sus complots serán revelados, se mostrará su traición, su poder aterrador terminará en nada, sacado a la luz y expuesto por lo que es: un engaño infernal.
Sr. Presidente, mi oración se dirige constantemente la amada nación estadounidense, donde tuve el privilegio y el honor de ser enviado por el Papa Benedicto XVI como nuncio apostólico. En esta hora dramática y decisiva para toda la humanidad, yo estoy orando por usted y también por todos los que están a su lado en el gobierno de los Estados Unidos. Confío en que el pueblo estadounidense esté unido conmigo y en oración al Dios Todopoderoso.
Unidos contra el Enemigo Invisible de toda la humanidad, los bendigo a ustedes y a la Primera Dama, a la amada nación estadounidense, y a todos los hombres y mujeres de buena voluntad.
+ Carlo María Viganó
Arzobispo Titular de Ulpiana
Ex nuncio apostólico en los Estados Unidos de América
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