Bajo tu
amparo nos acogemos,
santa Madre de Dios;
no desatiendas las súplicas
que te dirigimos
en nuestras necesidades,
antes bien
líbranos siempre de todo peligro,
¡oh Virgen gloriosa y bendita!
Amén.
¡OH MARÍA, SALUD DE LOS ENFERMOS, ROGAD POR NOSOTROS!
SAN SEBASTIÁN
Oh glorioso mártir San Sebastián, que derramaste tu sangre y diste
tu vida como testimonio de fe en nuestro Señor
Jesucristo, del mismo Señor alcánzanos la gracia de vencer a nuestros enemigos;
el mundo, el demonio y le carne.
Con tu poderosa intercesión, líbranos a todos de la peste,
el hambre y la guerra, sobre todo de la peste moral que precipita en
el abismo a tantas almas. San Sebastián, ruega por nosotros.
Amén.
SANTA RITA DE CASIA
Bajo el peso del dolor, a ti, querida Santa Rita, yo recurro confiado en ser escuchado. Libera, te ruego, mi pobre corazón de las angustias que lo oprimen y devuelve la calma a mi espíritu, lleno de preocupaciones.
Tú que fuiste elegida por Dios como abogada de los casos más desesperados, obtén la gracia que ardientemente te pido [pedir la gracia que se desea].
Si mis culpas son un obstáculo para el cumplimiento de mis deseos, obténme de Dios la gracia del arrepentimiento y del perdón mediante una sincera confesión.
No permitas que durante más tiempo yo derrame lágrimas de amargura.
Oh santa de la espina y de la rosa, premia mi gran esperanza en ti, y en todas partes daré a conocer tu gran misericordia con las almas afligidas.
Oh Esposa de Jesús Crucificado, ayúdame a bien vivir y a bien morir. Amen.
Oración a San Roque contra el coronavirus
Misericordiosísimo y benignísimo Señor Jesucristo, que con paternal providencia castigas nuestras culpas, y por la infección del aire nos quitas la salud y la vida corporal, para que reconociéndonos y humillándonos en vuestro acatamiento, nos des la vida espiritual de nuestras almas:
Yo os suplico humildemente por la intercesión de San Roque, que si es para vuestra mayor gloria, y provecho de nuestras almas, me guardes a mí y a toda esta familia y patria de cualquiera enfermedad y mal contagioso y pestilente, y nos des entera salud del alma y cuerpo, para que en vuestro santo templo te alabemos y perpetuamente te sirvamos.
Y tú, oh bienaventurado Santo, que para ejemplo de paciencia, y mayor confianza en vuestro patrocinio, quiso Dios que fueres herido de pestilencia, y que en vuestro cuerpo padecieses lo que otros padecen, y de vuestros males aprendieses a compadeceros de los ajenos y socorrieses a los que están en semejante agonía y aflicción.
Míranos con piadosos ojos, y líbranos, si nos conviene, de toda mortandad, por medio de tus fervorosas oraciones, alcánzanos gracia del Señor, para que en nuestro cuerpo sano o enfermo viva nuestra alma sana, y por esta vida temporal, breve y caduca lleguemos a la eterna y gloriosa, y con vos gocemos de ella en los siglos de los siglos.
Amén.
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