REGNUM MARIAE

REGNUM MARIAE
COR JESU ADVENIAT REGNUM TUUM, ADVENIAT PER MARIAM! "La Inmaculada debe conquistar el mundo entero y cada individuo, así podrá llevar todo de nuevo a Dios. Es por esto que es tan importante reconocerla por quien Ella es y someternos por completo a Ella y a su reinado, el cual es todo bondad. Tenemos que ganar el universo y cada individuo ahora y en el futuro, hasta el fin de los tiempos, para la Inmaculada y a través de Ella para el Sagrado Corazón de Jesús. Por eso nuestro ideal debe ser: influenciar todo nuestro alrededor para ganar almas para la Inmaculada, para que Ella reine en todos los corazones que viven y los que vivirán en el futuro. Para esta misión debemos consagrarnos a la Inmaculada sin límites ni reservas." (San Maximiliano María Kolbe)

domingo, 11 de mayo de 2025

EL PAPA VISITA EL SANTUARIO DE NUESTRA SEÑORA DEL BUEN CONSEJO

 


Ante la Bendita Imagen León XIV hizo suya la oración de S. Juan Pablo II

«¡Virgen del Buen Consejo! A ti se eleva la súplica del pueblo cristiano que siempre te ha amado y honrado. A ti hoy confían sus esperanzas y sus penas, sus deseos y sus necesidades, las muchas lágrimas derramadas y el anhelo de un futuro mejor. Vuelve, oh Madre, tu mirada hacia este pueblo, acoge sus generosas intenciones, acompáñalo en su camino hacia un futuro de justicia, solidaridad y paz. Tú, oh Madre, que conoces el camino de la vida y sabes bien lo que anhela el corazón del hombre, no le des ideologías falaces y transitorias, sino la persona de tu Hijo Jesús, camino, verdad y vida, en quien resplandece el misterio de Dios y del hombre. Madre del Buen Consejo, mentes y corazones abiertos, asegura a toda la humanidad el don de la armonía y la paz. Amén».

(S. Juan Pablo II)

viernes, 9 de mayo de 2025

PRÓXIMOS EVENTOS DEL PAPA LEÓN XIV

 


El sábado 10 de mayo , se encontrará con los miembros del Sacro Colegio:  será un momento de comunión y de agradecimiento por el camino recorrido juntos durante la sede vacante, la elección pero también para mirar hacia el futuro de la Iglesia. El domingo 11 de mayo , desde la Logia Central de la Basílica de San Pedro , el Papa León dirigirá por primera vez la oración del Regina Caeli , dirigiéndose a la multitud de fieles reunidos en la Plaza de San Pedro. El lunes 12 de mayo estará dedicado al encuentro con los periodistas de todo el mundo , una oportunidad para saludar a los operadores de la comunicación que han llegado a la Ciudad Eterna para contar estas horas solemnes. El viernes 16 de mayo , León XIV se reunirá con el Cuerpo Diplomático acreditado ante la Santa Sede y los Jefes de Misión : un evento clave para reafirmar el papel de la Santa Sede en la promoción de la paz, el diálogo y la justicia entre los pueblos. El martes 20 de mayo , el Santo Padre tomará posesión de la Basílica Papal de San Pablo Extramuros , uno de los eventos simbólicos de su instalación en las basílicas patriarcales. El miércoles 21 de mayo , se celebrará la primera Audiencia General , en la que el Papa se reunirá con peregrinos y fieles de todo el mundo. El sábado 24 de mayo , está previsto un encuentro muy importante: el Papa León XIV saludará a la Curia Romana y a los empleados del Estado de la Ciudad del Vaticano , a quienes se les confía el servicio diario de la misión del Sucesor de Pedro. El domingo 25 de mayo , después de la oración del Regina Caeli , el Papa León tomará posesión de las Basílicas Papales de San Juan de Letrán , la catedral de Roma, y de Santa María la Mayor.

HOMILIA DEL SANTO PADRE LEÓN XIV EN LA MISA DE CLAUSURA DEL CÓNCLAVE

 







Capilla Sixtina

Viernes 9 de mayo de 2025

Comenzaré con una palabra en inglés y el resto en italiano.

Pero quiero repetir las palabras del Salmo Responsorial: «Cantaré un cántico nuevo al Señor, porque ha hecho maravillas».

Y, de hecho, no sólo conmigo, sino con todos nosotros. Hermanos cardenales, mientras celebramos esta mañana, los invito a reconocer las maravillas que el Señor ha realizado, las bendiciones que el Señor continúa derramando sobre todos nosotros a través del ministerio de Pedro.

Me habéis llamado a llevar esa cruz, y a ser bendecido con esa misión, y sé que puedo contar con todos y cada uno de vosotros para caminar conmigo, mientras continuamos como Iglesia, como comunidad de amigos de Jesús, como creyentes anunciando la Buena Nueva, anunciando el Evangelio.

«Tú eres elCristo, el Hijo de Dios vivo» ( Mt 16,16). Con Estas palabras de Pedro, interrogado por el Maestro, junto a los demás discípulos, sobre su fe en Él, expresan en síntesis la herencia que durante dos mil años la Iglesia, a través de la sucesión apostólica, ha custodiado, profundizado y transmitido.

Jesús es el Cristo, el Hijo de Dios vivo, es decir, el único Salvador y el revelador del rostro del Padre.

En Él, Dios, para hacerse cercano y accesible a los hombres, se nos reveló en la mirada confiada de un niño, en la mente vivaz de un joven, en los rasgos maduros de un hombre (cf. Concilio Vaticano II, Constitución pastoral Gaudium et spes , 22), hasta aparecerse a los suyos, después de la resurrección, con su cuerpo glorioso. Nos mostró así un modelo de humanidad santa que todos podemos imitar, junto con la promesa de un destino eterno que supera todos nuestros límites y capacidades.

Pedro, en su respuesta, capta ambas cosas: el don de Dios y el camino a seguir para dejarse transformar por él, dimensiones inseparables de la salvación, confiadas a la Iglesia para que las anuncie para el bien del género humano. Confíanoslos a nosotros, elegidos por Él antes de ser formados en el seno materno (cf. Jr 1,5), regenerados en las aguas del Bautismo y, más allá de nuestros límites y sin nuestros méritos, conducidos aquí y enviados desde aquí, para que el Evangelio sea anunciado a toda criatura (cf. Mc 16,15).

En particular, Dios, llamándome mediante vuestro voto a suceder al Primero de los Apóstoles, me confía este tesoro para que, con su ayuda, sea su fiel administrador (cf. 1 Co 4, 2) en beneficio de todo el Cuerpo místico de la Iglesia; para que sea cada vez más una ciudad situada sobre un monte (cf. Ap 21,10), un arca de salvación que navega en las olas de la historia, un faro que ilumina las noches del mundo. Y esto no tanto por la magnificencia de sus estructuras y la grandeza de sus construcciones –como los monumentos en los que nos encontramos–, sino más bien por la santidad de sus miembros, de ese «pueblo que Dios se ha adquirido para sí, para que anunciéis las maravillas de aquel que os llamó de las tinieblas a su luz admirable» ( 1 P 2, 9).

Pero en la raíz de la conversación en la que Pedro hace su profesión de fe hay también otra pregunta: «La gente», pregunta Jesús, «¿quién dicen que es el Hijo del Hombre?». ( Mt 16,13). No es una pregunta trivial, sino que concierne a un aspecto importante de nuestro ministerio: la realidad en la que vivimos, con sus límites y sus potencialidades, sus interrogantes y sus creencias.

¿Quién dice la gente que es el Hijo del Hombre? ( Mt 16,13). Pensando en la escena que estamos reflexionando, podríamos encontrar dos posibles respuestas a esta pregunta, que dibujan dos actitudes diferentes.

En primer lugar, está la respuesta del mundo. Mateo destaca que la conversación entre Jesús y sus seguidores sobre su identidad tiene lugar en la bella ciudad de Cesarea de Filipo, llena de lujosos edificios, enclavada en un entorno natural encantador, al pie del monte Hermón, pero también cuna de crueles círculos de poder y escenario de traiciones e infidelidades. Esta imagen nos habla de un mundo que considera a Jesús una persona totalmente sin importancia, como mucho un personaje curioso, capaz de suscitar asombro con su inusual manera de hablar y de actuar. Y así, cuando su presencia se vuelve molesta por las exigencias de honestidad y las exigencias morales que él exige, este “mundo” no dudará en rechazarlo y eliminarlo.

Luego está la otra posible respuesta a la pregunta de Jesús: la de la gente común. Para ellos, el Nazareno no es un “charlatán”: es un hombre recto, que tiene coraje, que habla bien y que dice las cosas justas, como otros grandes profetas de la historia de Israel. Por eso lo siguen, al menos mientras pueden hacerlo sin demasiados riesgos e inconvenientes. Pero lo consideran sólo un hombre y por eso, en el momento de peligro, durante la Pasión, también ellos lo abandonan y se van decepcionados.

Lo sorprendente de estas dos actitudes es su actualidad. De hecho, encarnan ideas que podríamos encontrar fácilmente –expresadas quizá en un lenguaje diferente, pero idénticas en sustancia– en boca de muchos hombres y mujeres de nuestro tiempo.

Aún hoy hay muchos contextos en los que la fe cristiana es considerada algo absurdo, para personas débiles y poco inteligentes; contextos en los que se prefieren otras certezas, como la tecnología, el dinero, el éxito, el poder, el placer.

Son ambientes en los que no es fácil testimoniar y anunciar el Evangelio y donde los que creen son burlados, combatidos, despreciados o, como mucho, tolerados y compadecidos. Pero precisamente por eso son lugares en los que la misión es urgente, porque la falta de fe trae a menudo consigo tragedias como la pérdida del sentido de la vida, el olvido de la misericordia, la violación de la dignidad de la persona en sus formas más dramáticas, la crisis de la familia y tantas otras heridas que nuestra sociedad sufre y no poco.

También hoy no faltan contextos en los que Jesús, aunque apreciado como hombre, es reducido a una especie de líder carismático o superhombre , y esto no sólo entre los no creyentes, sino también entre muchos bautizados, que acaban viviendo, a este nivel, en un ateísmo de facto.

Éste es el mundo que se nos ha confiado, en el que, como tantas veces nos ha enseñado el Papa Francisco, estamos llamados a testimoniar la fe gozosa en Cristo Salvador. Por eso también para nosotros es esencial repetir: «Tú eres el Cristo, el Hijo de Dios vivo» ( Mt 16,16).

Es esencial hacer esto ante todo en nuestra relación personal con Él, en el compromiso de un camino diario de conversión. Pero también, como Iglesia, viviendo juntos nuestra pertenencia al Señor y llevando la Buena Noticia a todos (cf. Concilio Vaticano II, Constitución dogmática Lumen gentium , 1).

Lo digo ante todo por mí, Sucesor de Pedro, al iniciar mi misión de Obispo de la Iglesia en Roma, llamado a presidir en la caridad la Iglesia universal, según la célebre expresión de san Ignacio de Antioquía (cf. Carta a los Romanos , Saludo). Él, conducido en cadenas a esta ciudad, lugar de su inminente sacrificio, escribió a los cristianos que allí se encontraban: «Entonces seré verdaderamente discípulo de Jesucristo, cuando el mundo ya no vea mi cuerpo» (Carta a los Romanos , IV, 1). Se refería a ser devorado por las fieras en el circo –y así sucedió–, pero sus palabras recuerdan en un sentido más general un compromiso indispensable para quien en la Iglesia ejerce un ministerio de autoridad: desaparecer para que Cristo permanezca, hacerse pequeño para que Él sea conocido y glorificado (cf. Jn 3,30), gastarse completamente para que a nadie le falte la oportunidad de conocerlo y amarlo.

Que Dios me conceda esta gracia, hoy y siempre, con la ayuda de la tiernísima intercesión de María, Madre de la Iglesia.

jueves, 8 de mayo de 2025

LEONEM XIV

 


«Nuntio vobis gaudium magnum: habemus papam: eminentissimum et reverendissimum dominum, dominum Robertus Franciscus, cardinalem Prevost Sanctae Romanae Ecclesiae, qui sibi nomen imposuit Leonem XIV».


. Oremos por nuestro Pontífice León

. Que el Señor le conserve, y le dé vida, y le haga bienaventurado en la tierra, y no le entregue a la voluntad de sus enemigos.

. Tu eres Pedro,

. Y sobre esta piedra edificaré mi Iglesia.

Oremos.

Dios, pastor y guía de todos los fieles, mira lleno de bondad a tu siervo, el Papa León, a quien quisiste colocar al frente de tu Iglesia como pastor. Concédele, Te pedimos, la gracia de hacer, por sus palabras y por su ejemplo, que progresen en la virtud aquellos a quienes él preside, y llegue, con el rebaño que le fue confiado, a la vida eterna. Por Nuestro Señor Jesucristo. Amén.

miércoles, 7 de mayo de 2025

SAN JOSÉ, PATRONO Y PROTECTOR DE LA IGLESIA

 

ORACIÓN A SAN JOSÉ POR EL CÓNCLAVE

Santísima Trinidad, Padre, Hijo y Espíritu Santo, por intercesión de San José, Patrono de la Iglesia Universal, te imploramos que inspires a los pastores reunidos junto a la tumba del Apóstol Pedro en el próximo cónclave. Manifiesta a ellos tu voluntad, para que elijan, con sabiduría y esperanza, a quien tú quieres por Obispo de Roma y pastor común de tu Iglesia. Concédenos a todos una mirada de fe, para reconocer en él a tu representante, seguirlo y colaborar con él en la misión evangelizadora de todos los pueblos de la tierra. Amén.

SANTO ROSARIO POR EL CÓNCLAVE


 

ORACIÓN DEL SANTO ROSARIO POR EL CÓNCLAVE EN LA ELECCIÓN DEL NUEVO PAPA

PRIMER MISTERIO

LA RESURRECCIÓN DEL SEÑOR

TODOS: Señor, igual que el Apóstol San Pedro también nosotros te decimos con fe y confianza: “Señor, ¿a quién iremos? Sólo Tú tienes palabras de Vida Eterna”.

SEGUNDO MISTERIO

LA SACENSIÓN DEL SEÑOR

TODOS: Señor, tú le dijiste al Apóstol: “tú eres Pedro, y sobre esta piedra edificaré mi iglesia; y las puertas del infierno no prevalecerán contra ella”.Nosotros en esta tarde te decimos con fe: Creo en la Iglesia que tu fundaste y que es Una, Santa, Católica y Apostólica y las puertas del infierno no prevalecerán contra ella.

TERCER MISTERIO

LA VENIDA DL ESPÍRITU SANTO

TODOS: Con la misma fe del Apóstol San Pedro también nosotros te decimos: Jesús, Tú eres el Señor, “Tú eres el Cristo, el Hijo de Dios vivo”

CUARTO MISETRIO

LA ASUNCIÓN DE LA VIRGEN

TODOS: Señor, tú le preguntaste al Apóstol:“Simón, hijo de Juan, ¿me amas?” Dos veces te respondió: “Señor, tú sabes que te quiero,” pero la tercera vez se entristeció recordando las veces que te negó, por eso respondió: “Señor, tú lo sabes todo, tú sabes que te quiero”. También nosotros hoy te decimos: “Señor, Tú lo sabes todo. Tú sabes que te amo.

QUINTO MISTERIO

LA CORONACIÓN DE LA VIRGEN

 TODOS: Señor, Tú dijiste a Pedro: “Yo te daré las llaves del reino de los cielos; lo que ates en la tierra, será atado en los cielos; y lo que desates en la tierra, será desatado en los cielos”. Hoy te pedimos que concedas a tu Iglesia un Papa santo, un buen Pastor que sea un digno Vicario de Cristo en la tierra.

lunes, 5 de mayo de 2025

CARDENAL LEO: UN MENSAJE LIBRE DE TODA IDEOLOGÍA DAÑINA, DIGNO DE MEDITAR Y ORAR

 

Mensaje sobre la preparación a la elección del Romano Pontífice  de Su Eminencia el Cardenal Frank Leo Arzobispo Metropolitano de Toronto 

A los fieles de la Arquidiócesis de Toronto: Queridos hermanos y hermanas, que Jesús y María habiten en vuestras almas. Como sabéis, me encuentro estos días en Roma, convocado para la inmensa responsabilidad de elegir un nuevo Papa. Se puede comprender fácilmente lo onerosa que es esta tarea. Para nosotros los católicos, el oficio petrino, la persona y el ministerio del Santo Padre, son centrales en nuestra vida de fe. El Romano Pontífice es de hecho el sucesor del Apóstol de Cristo, San Pedro. El Catecismo de la Iglesia Católica, n. 881 enseña: «El Señor hizo de Simón, a quien dio el nombre de Pedro, el único fundamento de su Iglesia. Le confió las llaves de la Iglesia; lo hizo pastor de todo el rebaño. El oficio de atar y desatar, que le fue confiado a Pedro, también fue asignado al Colegio de apóstoles unido a su cabeza. Este oficio pastoral de Pedro y los demás apóstoles pertenece a los fundamentos de la Iglesia y es continuado por los obispos bajo la primacía del Papa». Mientras los cardenales se reúnen para debatir las diversas cualidades que deben buscarse en el nuevo Pastor universal, así como los desafíos que enfrentan la Iglesia y la sociedad en general para llevar el Evangelio salvífico de Cristo a todos, pienso en todos ustedes en Toronto y en la práctica y el testimonio de la fe en nuestras comunidades y parroquias. Aunque es un tiempo muy intenso, hecho de escucha y de preguntas, de reflexión y de compartir, la actividad más importante que realizamos es la oración. Sólo la apertura y disponibilidad al Espíritu Santo y a sus dones permitirá que la elección papal sea agradable al Señor. La unidad del Cuerpo de Cristo es fundamental, como lo es la urgencia de la evangelización y del testimonio. La misión del Papa, también llamado el “Siervo de los Siervos de Dios”, es preservar la integridad de la fe apostólica, transmitir fielmente el depósito de la fe, enseñar, guiar, gobernar y conducir el rebaño de Cristo, y ser una fuerza unificadora que reúne a los hijos de Dios en la familia espiritual que llamamos Santa Madre IglesiaAdemás, en los números 882-883, el Catecismo afirma:
«El Papa, Obispo de Roma y sucesor de Pedro, es el principio y fundamento perpetuo y visible de la unidad tanto de los Obispos como de la multitud de los fieles. En efecto, el Romano Pontífice, en virtud de su oficio de Vicario de Cristo y Pastor de toda la Iglesia, tiene sobre ella plena, suprema y universal potestad, que puede ejercer siempre libremente. El colegio o cuerpo de obispos no tiene autoridad sino en unión con el Romano Pontífice, sucesor de Pedro como su cabeza. Como tal, este colegio tiene poder supremo y pleno sobre la Iglesia universal; Pero este poder no puede ejercerse sin el consentimiento del Romano Pontífice>>

Queridos fieles de la archidiócesis, los invito a todos a unirse a mí en oración con intensidad y sinceridad para que los Cardenales reciban sabiduría y discernimiento de lo Alto; para que el Espíritu de Cristo Resucitado descienda con poder y abundancia sobre los Cardenales reunidos en la Capilla Sixtina, y para que quien sea elegido en el próximo cónclave como Sucesor del Príncipe de los Apóstoles sea digno y santo, humilde y valiente, culto y sabio.

Recemos juntos todos los días al menos tres Avemarías y el Acordaos por esta intención específica. En este mes dedicado de manera especial a María, Madre de la Iglesia, nuestra madre espiritual en la fe, es decir, en el orden de la gracia, que su intercesión sea invocada cada día, su nombre alabado por todos los fieles y la pureza de su fe sea encarnada por todos los que llevan el bendito nombre de cristianos. También les pido que oren por mí y por mi ministerio, tanto en Toronto como ahora, especialmente como Cardenal Elector en la Ciudad Eterna. Suyo devotamente en Jesús, con María, 

Frank Cardenal Leo 

Arzobispo Metropolitano de Toronto  

LOS JÓVENES CATÓLICOS QUIEREN SER CATÓLICOS

¿QUÉ ES LO QUE LA JERRARQUÍA DE LA IGLESIA NO LOGRA VER ACERCA DE LOS JÓVENES CATÓLICOS?

El católico promedio menor de 25 años no tiene presión social para seguir siendo católico. De hecho, existe una mayor presión de compañeros, profesores, padres y, a veces, incluso de nuestros propios sacerdotes para ser cada vez más laxos con respecto a las verdades católicas; para ser menos rígidos, menos tradicionales y menos estirados.

Sin embargo, mi experiencia dentro de mi universidad, “CathSoc”, o Sociedad Católica para aquellos que no están al día con la jerga, es que lo que los jóvenes católicos desean es, si no la tradición, al menos la ortodoxia teológica.

Esta verdad me impactó profundamente hace unas semanas cuando nuestra Sociedad Católica anunció accidentalmente un servicio de Adoración Eucarística Anglicana, una contradicción sin precedentes. Varios amigos me plantearon esta cuestión, aunque reconocieron que ningún católico podría asistir a un evento así de buena fe.

Procedí a plantearle este asunto a un sacerdote, quien podría describirse como alguien con una postura más liberal y progresista en cuanto a la liturgia y la reforma de la Iglesia. En resumen, este sacerdote consideró que, dado que el servicio propuesto consistía esencialmente en una reunión de cristianos en oración, Jesús estaría entre ellos, incluso si no estuviera realmente presente en el pseudosacramento.

El sacerdote también aludió a cómo, en nombre del ecumenismo, se debe fomentar esta reunión de cristianos, incluso si eso significa comprometer temporalmente las creencias en torno a algo tan sagrado como la Eucaristía.

Por si fuera necesario, la Iglesia Católica sostiene que solo los hombres ordenados pueden consagrar la Eucaristía, transubstanciando el pan y el vino en el Cuerpo y la Sangre de Cristo. Esta facultad no está a disposición de la Iglesia Anglicana, ya que el rito de ordenación se modificó en el siglo XVI y, por lo tanto, se volvió defectuoso. Además, esto también provocó una ruptura en la sucesión apostólica, separando aún más a nuestros hermanos anglicanos del rol del sacerdocio. Todo esto está claramente establecido en la bula papal Apostolicae Curae del Papa León XIII de 1896: esta no es una idea nueva en la Iglesia.

Tras la conversación con el sacerdote, me vi sumido en una especie de crisis moral. ¿Escucho a mi sacerdote, con humilde obediencia, y dejo que las consecuencias de tal suceso recaigan sobre él, y solo sobre él? ¿O defiendo la verdad católica y, con suerte, impido que alguien cometa idolatría al adorar a alguien que no es Dios? ¿ Y debería hacerlo incluso si me enfrento a consecuencias personales en la presidencia de mi Sociedad Católica por oponerme abiertamente a mi sacerdote?

Elegí este último camino.

Envié un mensaje bastante extenso al chat grupal de WhatsApp de nuestra Sociedad Católica , enfatizando la importancia de la oración conjunta anglo-católica, particularmente por el regreso de nuestros hermanos separados, manteniendo al mismo tiempo la integridad de la verdad católica con respecto a la Eucaristía y el acto de adoración.

No puedo describir la abrumadoramente positiva respuesta al mensaje. Mucha gente respondió con emojis de corazones, manos en oración y pulgares arriba. Recibí muchísimos mensajes agradeciéndome por lo que había dicho y expresando mi gratitud por haber defendido la verdad católica con firmeza pero con amor.

Entonces, ¿por qué, antes de enviar ese mensaje, dudé tanto en reiterar las verdades católicas en un grupo católico de WhatsApp , cuyos miembros pertenecen a la comunidad católica de la Universidad ? Creo que se debe en gran medida a cómo la Iglesia católica, en particular su proceso sinodal, ha malinterpretado los ideales de la juventud. Personalmente, he asistido a reuniones sinodales donde personas (generalmente mayores de sesenta años) me han dicho que lo que la juventud quiere es una Iglesia más inclusiva, más abierta y más tolerante.

Tengo la ligera sospecha de que esto es lo que estas personas querían de la Iglesia cuando tenían veintipocos años. Sin embargo, hoy en día, estas concisas declaraciones sobre la tolerancia, la inclusión y la apertura mental suelen ser, aunque no siempre, frases fáciles de usar para quienes buscan alterar las enseñanzas católicas, especialmente en temas como la sexualidad, el género y el creciente papel de la mujer en la jerarquía eclesiástica.

Desde mi propia experiencia, esto no es lo que los jóvenes piden a la Iglesia Católica, particularmente aquellos que parecen estar acudiendo en masa a la misa tradicional en latín.

Como católica de 21 años, puedo decirles sin ambages que no quiero que la Iglesia relaje su postura en nada solo porque a algunos católicos liberales en una reunión sinodal no les guste que la gente se sienta mal cuando se les señala su pecado. Volví al catolicismo a los diecisiete años debido a la postura de la Iglesia Católica sobre la ética sexual, el aborto, la pornografía, el divorcio, la anticoncepción, etc.

Fueron estas duras palabras del catolicismo las que me convencieron de que esta debe ser la verdadera Iglesia. Todas las demás denominaciones importantes han cedido en al menos una de estas posturas, si no en todas. Ante la Revolución Sexual, la enésima ola del feminismo y la creciente exigencia de que no solo se tolere, sino que se celebre abiertamente la ideología LGBTQIA+, la Iglesia Católica se ha mantenido firme en su afirmación de que la postura bíblica y tradicional sobre estos temas es fundamental e inmutablemente verdadera.

Si los jóvenes quisieran estar en un entorno que afirmara constantemente los problemas sociales mencionados, simplemente elegirían no ser católicos. Lo que humildemente imploro a la jerarquía eclesiástica que considere es que la experiencia de un católico de veintitantos años en 2025 es radicalmente diferente a la de hace treinta o cuarenta años.

Hoy en día, los jóvenes católicos viven en un mundo donde es necesario justificar por qué van a la iglesia, en lugar de por qué no. Viven en un mundo donde deben argumentar por qué se casan antes de empezar una carrera, o por qué se casarían en lugar de simplemente cohabitar. Deben justificar por qué están abiertos a la vida y por qué realmente anhelan tener muchos hijos, en lugar de optar por los 1,44 hijos que la mayoría de las mujeres británicas modernas eligen tener.

Los jóvenes católicos quieren que la Iglesia sea un refugio, un santuario donde puedan resguardarse del constante embate de las ideas liberales que enfrentan en la universidad, en el trabajo, en Internet, en los medios e incluso en sus propios círculos familiares y de amistad.

Lo que la jerarquía eclesiástica no entiende de los jóvenes católicos es precisamente esto: que quieren ser católicos. Sin concesiones. Sin cesiones. Sin concesiones. Solo la fe tal como nos la transmitió Cristo hace más de dos mil años. 

 Fuente: The Catholic Herald –Catherine Sullivan

*Los subrayados son nuestros

viernes, 2 de mayo de 2025

¿UN SUCESOR DE FRANCISCO O DE PEDRO?

 

¿Qué quieren los cardenales, un sucesor de Francisco o de Pedro? Ésta es una pregunta fundamental que debe responderse con la ayuda de la teología y de la historia de la Iglesia y no simplemente con ideas personales o de grupos de poder. Es hora ahora de iniciar una reconciliación interna en la Iglesia, con una clara conexión con toda la Tradición y no con sus últimos destellos, como ha sido costumbre desde hace algún tiempo, desde el Vaticano II en adelante. El último Concilio no es el año cero de la Iglesia, cuando todo comenzó. Se trata de un momento eclesial, un concilio ecuménico, uno de los veintiún concilios de la Iglesia, con una peculiaridad magisterial tal que es fácilmente malinterpretada. A menudo se considera el Vaticano II como si fuera el Concilio de Trento o el Vaticano I, y ahí es donde radica el problema. Si nos atenemos al término “concilio” y al hecho de que un concilio es una manifestación solemne o extraordinaria del magisterio de la Iglesia, entonces el Vaticano II encaja perfectamente con los concilios anteriores. Pero si se observa su ejercicio efectivo, no hay que alejarse del nivel del magisterio ordinario (a no ser que reitere una doctrina anterior), como por ejemplo el de una encíclica papal, para tener una idea. Una enseñanza por tanto todavía en curso, en su primer nivel y potencialmente abierta a nuevas adquisiciones o mejoras necesarias.

De esta atipicidad magisterial surge la tentación de o bien "canonizar" el Vaticano II promoviéndolo a la categoría de único concilio de la Iglesia,año cero precisamente, en virtud de un presunto espíritu conciliar (del que Francisco se enorgullecía) o de tener que tirarlo a la basura porque rompía con el magisterio anterior. Hay que hacer un atento trabajo de selección y de distinciones teológicas, como se espera de un pontificado capaz de remendar el presente con la perpetuidad de la fe, con su “hoy”. No con el pasado como tiempo cronológico, sino con el hoy como tiempo kairológico: un tiempo que no comienza con nosotros, con el Papa Francisco, o con un concilio que nos guste más, sino con Jesús y los Apóstoles, alcanzándonos en nuestro tiempo y superándolo para abrirnos las puertas de la eternidad. No está claro por qué, pero parece que desde hace algún tiempo se espera que el Papa sea una caja de resonancia para el Concilio Vaticano II y nada más. Tal vez algunos papas “postconciliares” (excepto Benedicto XVI, quizá el único que nunca será canonizado), pero no algunos “preconciliares” (como se suele denominar al tiempo eclesial). Para garantizar y demostrar la unidad de la Iglesia, ¿no debería haber una conexión clara con todo el magisterio papal? ¿Por qué tener miedo de citar por ejemplo a León XIII, a San Pío X, a San Pío V o a San León Magno? ¿Eran papas de otra Iglesia? Es esta división la que amenaza profundamente la unidad de la Iglesia. Si la Iglesia de hoy no es capaz de reconocer en la Iglesia de todos los tiempos el único Cuerpo de Cristo, en una continuidad magisterial entre ayer y hoy, no habrá salida a la crisis de fe que afecta a la Iglesia de nuestro tiempo. Esta continuidad debe manifestarse en la única Traditio fidei y la manera más concreta es la que enuncia San Vicente de Lérins en el siglo V: «quod ubique, quod semper, quod ab omnibus creditum est»: aquello que es creído en todas partes, siempre y por todos. Ser parte del único Cuerpo de Cristo, que no comienza con nosotros, sino que viene de Cristo a través de los Apóstoles, con una sabiduría y doctrina ya dos milenaria, es lo que da garantía hasta el día de hoy, ayudándonos a superar el desafío de la polarización entre conservadores y liberales, entre doctrinarios y pastoralistas, que no es un desafío teológico, sino político. La verdadera cuestión en juego es la fe o su negación, incluso si está revestida de devoción por los pobres, los menos afortunados y los migrantes.

Que nadie diga que Iglesia y fe son una “coincidentia oppositorum” o una “complexio oppositorum” (una forma más atenuada, pero que siempre tiende a reconciliar los opuestos) para dar un golpe al aro y otro al barril, contentando a todos y haciendo que la Iglesia siga adelante aunque el Papa sea vacilante, más atento a los vaivenes de la historia que a la obediencia de la fe. El máximo no es el mínimo y viceversa. El que está arriba no puede estar abajo. Hegel, como Nicolás de Cusa, creía en la síntesis dialéctica de los contrarios, inspirado por Lutero, que había hecho de Dios y de su contradicción el manifiesto de la humildad de la fe (del pensamiento incompleto) que se resigna a la impotencia de la razón y a la incertidumbre de la verdad; de un pensamiento que llega incluso a la negación de Dios porque en definitiva Él no sería lo que es si no se contradijera en Sí mismo; No sería misericordioso si no pecáramos. La Iglesia es una sinfonía de verdad y de amor, no una cacofonía de sonidos discordantes y contradictorios. No hay coincidencia ni complejidad entre la verdad y el error, entre el bien y el mal, entre el pecado y la gracia. Lo único que existe es oposición, que en última instancia es la que existe entre Dios y su enemigo.

Tienes que elegir de qué lado estás.

Que el nuevo Papa se presente a la Iglesia como el sucesor del apóstol Pedro y no de Francisco, Juan XXIII o Benedicto XVI. El Papa no tiene el monopolio de una idea de pontificado (y de Iglesia) sino que depende de lo que le precede: la fe ininterrumpida de la Esposa de Cristo. La Iglesia precede al Papa en la fe que profesamos porque en última instancia es Cristo quien precede a la Iglesia y al Papa. Es Cristo quien establece a Pedro como roca de la fe y así establece la Iglesia sobre la roca inamovible de la fe y la persona de Pedro. La fe y la persona de Pedro están así edificadas de manera estable sobre Cristo. Sólo si ponemos de nuevo a Cristo en el centro la Iglesia volverá a la vida navegando en el mar de este mundo cada vez más sediento de verdad y de amor. Ubi Petrus ibi Ecclesia, ciertamente, pero también y siempre Ubi Ecclesia ibi Petrus. Pedro debe estar donde está la Iglesia para que la Iglesia esté donde está Pedro. La Iglesia es más grande que Pedro, que cualquier Papa, porque custodia el papado, los santos sacramentos, la santa doctrina de la fe y de la moral, y así da a cada sucesor de Pedro su verdadera identidad, siempre que obedezca a Cristo y sea dócil al Espíritu de Dios.

Sería también tiempo, por tanto, para que el Papa elegido profesara la fe integral de la Iglesia, rechazando los errores y corrigiendo las ambigüedades que se han espesado en este último tramo de tiempo, examinado a la luz de un período más largo en el que ha prevalecido indiscutiblemente o bien el espíritu conciliar o bien el antiespíritu. Aquí tampoco hay casualidad. Lo que está en juego no es sólo un supuesto cambio de paradigma moral, como algunos han llamado la apertura de Amoris Laetitia a la ética situacional. La oposición visceral a Bergoglio ha dado lugar a una especie de cambio de paradigma, si bien en una medida muy pequeña, pero con daño para las almas: ha alimentado un nuevo sedevacantismo confuso y abigarrado, que no es otra cosa que una especie de hiperpapalismo en el que el Papa es colocado por encima de la Iglesia, un sobreviviente de un conciliarismo exasperado en el que el Vaticano II era superior a la Iglesia. Pongamos las cosas en orden: primero está Cristo, luego la Iglesia con el Papa obediente a la Iglesia y luego el Concilio al servicio de la Iglesia y nunca superior al Papa.

Debemos redescubrir la verdadera fe y la unidad en la fe. Hoy en día parece un bien escaso pedirle al Papa que profese la fe plena. Hay quienes todavía se burlan de esta petición, pero es la única solución para la verdadera unidad eclesial. Sin una fe clara y sólida la Iglesia no puede subsistir. También parece que al preguntar tal cosa uno parece nostálgico o retrógrado. En realidad, lo que todos necesitamos es esto: un guía que deje traslucir en su persona al Buen Pastor, Cristo, con un bagaje personal que no son sólo ideas provenientes de su formación teológica y humana, sino que es la verdad pastoral y el amor de Jesús como ofrenda a todos los hombres para salvarse; que es el bagaje de la doctrina católica, en escucha diacrónica de toda la Traditio fidei. Sólo así no se convierte en piedras, sino en pastus, alimento de vida, la Sagrada Eucaristía. Y aquí es necesario y urgente un discurso que se reapropie de la sacralidad de la liturgia que emana de la lex orandi ininterrumpida de la Iglesia (obviamente no a partir del Misal de Pablo VI, sino de aquella formada a partir de los Apóstoles y de los Padres con los grandes Santos). Ya no vemos a Dios porque nuestras liturgias son descuidadas y a menudo carentes de fe.

Por último, sería deseable no insistir más en un estilo que varía según el Papa de turno y la doctrina, provocando así una nueva división entre fe y vida cristiana, expresión más tangible de la división existente entre la Iglesia de hoy y la Iglesia de siempre. El estilo debe ser católico y por tanto superponible a la doctrina de la fe y de la moral, aunque siga siendo accidental y provisional respecto a la fe y a su anuncio. Querer salvar las cabras de las coles diciendo que en último término “el estilo es el hombre”, el Papa, y que la doctrina de la fe debe adaptarse al estilo, a las prioridades pastorales del Papa, significa simplemente subordinar la fe al hombre, la doctrina al estilo. Así es fácil disolver la fe en un "estilo pastoral", que diluyendo la doctrina misma se presenta como principio de acción y nueva mente cristiana, hasta el punto de exasperaciones inaceptables, como por ejemplo justificar como casi iguales el creer en Dios y ser ateo, tener fe en Jesucristo y seguir otras religiones. El Sínodo sinodal quiso ser también un estilo, un modo de ser de la Iglesia hoy. Sin embargo, discutió la doctrina católica (el sacramento del Orden, el celibato eclesiástico, la homosexualidad, etc.) con la intención de cambiarla, pero sin mucho éxito. Es inevitable que el estilo a la larga se imponga como doctrina y que la fe quede relegada a mero estilo: fe del pasado o de hoy, se oye decir a menudo, depende de los gustos, del estilo en realidad. ¿Querrá el nuevo Papa remediar todo esto?

Padre Serafino María Lanzetta

Corrispondenza romana