Madre
María Elvira de la Santa Cruz y Hermana María del Carmen de la
Eucaristía, primeras Profesas Perpetuas de las
Misioneras de la Fraternidad de Cristo Sacerdote y Santa María Reina.
En
la Fiesta de Jesucristo Sumo y Eterno Sacerdote no podemos dejar en nuestro
blog de dar gracias al Señor por la vocación de las Hermanas Misioneras de la
Fraternidad de Cristo Sacerdote y Santa María Reina.
Durante
muchos años estas Hermanas hicieron presente en diversas parroquias de la
diócesis Compostelana la Caridad del Corazón de Cristo Sacerdote. Su vida de
Esposas de Cristo discurrió entregadas a la adoración diaria del Santísimo
Sacramento, con un espíritu de reparación por los pecados del mundo entero; un
espíritu de intercesión por los sacerdotes y por el aumento de las vocaciones;
un espíritu de consolación a Dios y al Corazón Inmaculado de María, tan
ofendidos por el desamor y por la falta de correspondecia de los hombres.
Las
Hermanas Misioneras, además de ser almas contemplativas, han sido testimonio de
almas apostólicas viviendo entregadas al servicio de todas las almas. Excelentes Cooperadoras de los
Sacerdotes, mediante el apostolado de la catequesis infantil, juvenil y de
adultos; mediante su presencia fraternal al lado de los enfermos; mediante su
disponibilidad ante los requerimientos de las familias, y mediante su
colaboración sin medida a disposición de los sacerdotes.
El
secreto de sus vidas entregadas no es otro que la contemplación de la Divina
Eucaristía y la comunión íntima y
personal con Cristo, Sacerdote y Víctima, en la participación diaria del
Santo Sacrificio de la Misa.
Las
Hermanas Misioneras de la Fraternidad han sabido escoger "la parte
mejor", que no es otra que la vía de la humillación y de la encarnación, a
ejemplo del Verbo encarnado y de su Fiel Cooperadora, la Santísima Virgen
María, para extender la Obra de la Redención y de la Salvación del género
humano.
En
la Escuela de María, las Misioneras fueron aprendiendo la ciencia del Santo
Abandono y de la Confianza filial en la Providencia Divina que rige el mundo
con Amor infinito.
"Aquí
estoy, oh Dios, para hacer tu voluntad"; "Sólo Dios". Este es el
espíritu con el que fueron llamadas, convocadas y enviadas a las comunidades
parroquiales para en ellas hacer presentes, reales y visibles, los desvelos
maternales de la Virgen Madre y Corredentora del género humano.
En
los umbrales del siglo XXI, sin otra arma que la Cruz de Cristo, sin dejarse
intimidar por los riesgos y dificultades; tan sólo confiadas en el Auxilio de
María y en la Providencia de Dios, las Misioneras han escrito en letras de oro
una página gloriosa que permanecerá reluciente por toda la eternidad.
Al
igual que María, ellas no pretendieron nunca brillar y aún menos deslumbrar. Su
misión de Esposas y Madres no ha sido otra que alumbrar mediante el testimonio
de su entrega, de su "estar" al pie de la cruz de sus hermanos, de su
saber compartir, de su vida humilde y sencilla, de su disponibilidad; en
definitiva, las Misioneras de la Fraternidad han desplegado a su alrededor el tesoro
de su vocación: en el corazón de su Madre la Iglesia ser el Amor.
Ofrecemos
a todos en esta Fiesta de Jesucristo Sumo y Eterno Sacerdote, esta bella
estampa de las Primeras Profesas Perpetuas de las Misioneras de la Fraternidad,
la Madre María Elvira de la Santa Cruz y la Hermana María del Carmen de la
Eucaristía. Una estampa que habla por sí misma, y que nos recuerda a todos
nuestra vocación bautismal. Una vocación por la que estamos llamados a ser
cooperadores de Cristo Sacerdote, dejándonos transformar por la gracia en
"hostia viva, santa y grata a Dios".
Una
vocación que no es posible llevar a término sin vivir unidos, sin fisura
alguna, con el Corazón Inmaculado de María. Es mediante Ella que podemos
obtener las gracias para identificarnos con el espíritu de Cristo Sacerdote. Es
mediante Ella que aprendemos a acoger con limpio corazón la voluntad salvadora
del Padre, y aprendemos a ofrecernos, en holocausto de amor, para gloria de la
Trinidad Beatísima y en beneficio de la salvación del género humano, por la
oblación de nuestra vida en unión con Jesús y con María.
En
este año, aniversario de la partida de este mundo de la Madre María Elvira, los
miembros de la Fraternidad queremos hacer pública nuestra acción de gracias a
Dios por el maravilloso don de la vocación de nuestras Hermanas.
Pedimos
a Cristo Sacerdote, que por los méritos de su Amor Redentor, nos regale el don
de nuevas Hermanas Misioneras que sigan la estela marcada por estas Hermanas y
por su testimonio de fidelidad y de entrega en la humildad y en el Santo
Abandono.
Pedimos
a la Virgen Corredentora del género humano que regale a su Iglesia abundantes
vocaciones de Hermanas Misioneras de la Fraternidad; almas sencillas y alegres,
al tiempo que recias y confiadas, imbuidas de profundo espíritu de fe que hagan
presente, allí donde sean enviadas, la misión sobrenatural de ser Esposas de
Cristo y Madres del Cuerpo Místico.
Y
lo pedimos, con la confianza que nos otorga la fe en las palabras de Nuestro
Señor Jesucristo: "Os aseguro que si el grano de trigo no cae en tierra y muere,
queda infecundo; pero si muere, da mucho fruto".
¡Ave
María Purísima!
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