"¡Cómo te he sentido esta tarde, Señor!
¡Cómo se notó tu presencia entre nosotros!
Allí estabas como cada tarde del lunes en la Custodia, pero hoy tu presencia yo la pude sentir tan clara que creí hasta oír los latidos de tu Corazón.
Perdona, Señor, mi atrevimiento ante estas palabras, pero es cierto. Nunca te había sentido tan cerca y tan en mí como aquél día en que tu infinita misericordia y mi nada se juntaron.
Fue maravilloso sentirte así tan cerca, pero como siempre todo gran gozo lleva consigo una pequeña tribulación, pues para llegar a la luz hay que pasar por la cruz.
Sufrimiento y gozo se juntaron en mí, y yo en mi interior lo ofrecía al Padre Eterno por las Vocaciones a la Fraternidad.
¡Cuánto anhelaba yo que para gloria tuya nos enviaras vocaciones a la vida sacerdotal y Consagrada!
Qué hermoso sería, Señor, que yo supiera ser Marta y María. Un Marta capaz de servirte en mis hermanos, siempre dispuesta y pronta a servir a los demás.
Y una María capaz de sentarme a tus pies y escuchar tus enseñanzas, entregándote por entero cuanto soy y cuanto tengo.
Hoy, Señor, al recibirte me he dado cuenta y he hallado algo de respuesta a la pregunta que días atrás te hacía: ¿Cuándo sabré ver las cosas claras y podré hablar contigo sin palabras?
Ya he empezado a verlas, y sin hablar comienzo a comprender lo que quieres de mí: verme despojada de todo lo terreno para solo confundirme en Ti."
Madre María Elvira de la Santa Cruz, M.F.
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