El
Estado debería cumplir con lo que esencialmente es su primer deber según el
plan de Dios Creador y Salvador, es decir, garantizar absolutamente los valores
que aseguran el orden, la dignidad humana, la salud y la felicidad de la
familia.
Pío XII
así se expresaba en discurso a un grupo de padres de familia, provenientes de
diferentes diócesis de Francia.
«A
propósito de las más diversas cuestiones, hemos
insistido numerosas veces sobre la santidad de la familia, sobre sus derechos,
sobre su papel como célula fundamental de la sociedad humana.
«A este título es
su vida, su salud, su vigor, su actividad, las que aseguran la vida, la
santidad, el vigor, la actividad de la sociedad entera. Porque ella –la
familia- recibe su existencia y su dignidad de Dios, como su función social: la
familia es responsable delante de Dios.
«Sus derechos y sus privilegios son inalienables, intangibles;
ella tiene el deber, antes de todo delante de Dios y secundariamente delante la
sociedad, de defender, de reivindicar y de promover efectivamente sus derechos
y sus privilegios, no solamente para su propia ventaja, sino para la gloria de
Dios, para el bien de la colectividad.
Derechos
y deberes de la familia
«Es claro que
vuestro primer deber en el santuario del hogar familiar, es suministrar
‒respetando su integridad, su unidad, la jerarquía natural que une entre ellos
a sus miembros- con toda la perfección humanamente posible‒ la conservación, la
salud corporal, intelectual, moral y religiosa de la familia.
«Y este deber
comporta evidentemente el de defender y de promover sus derechos sagrados,
particularmente el de cumplir sus obligaciones en relación a Dios; de
constituir, en toda la fuerza del término, una sociedad cristiana.
Defender sus derechos
contra todas las violencias o influencias exteriores capaces de atentar contra
la pureza, la fe y la estabilidad sacrosanta de la familia; promover esos
mismos derechos reclamando de la sociedad civil, política, cultural, al menos
los medios indispensables para su libre ejercicio.
Valores
que no se pueden sacrificar
<<Estos valores que son elementos del propio bien
común, jamás estará permitido sacrificarlos a lo que podría tener apariencia de bien común.
«Indiquemos solamente, a título de ejemplo, algunos de los
que se encuentran actualmente en mayor peligro: la indisolubilidad del
matrimonio; la protección de la vida antes del nacimiento; la habitación
conveniente de la familia, no solamente de uno o dos niños o aun sin niños,
sino la de la familia normal más numerosa; el
derecho de los padres sobre los niños frente al Estado; la plena libertad para
los padres de educar a sus hijos en la verdadera Fe y, como consecuencia, el
derecho de los padres católicos a la escuela católica>>
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