EL SACERDOTE ES...
El Sacerdote es un hombre
polifacético en su bien definida personalidad. Su larga carrera de diez, de
trece o más años, le da muchos títulos.
Es Médico: cura heridas
cancerosas sin sajar con el bisturí, salvando muchas vidas del fracaso. Y a
veces -esto no lo puede hacer ningún otro médico- resucita muchos muertos
trazando la cruz de la absolución sobre el alma penitente...
Es abogado: defiende las
causas humanas ente un tribunal inapelable. Alcanza muchas absoluciones de
condenados a pena eterna, y puede conmutar la pena de cadena hasta de siglos,
por una oración...
Es Ingeniero: ayuda a
orientar muchos caminos; a construir o reconstruir vidas deshechas o
incipientes...
Es Maestro: enseña, ese es
su papel principal. Enseña cuando se lo permiten las leyes, en las escuelas
primarias, en las escuelas superiores, en las universidades. Y enseña siempre,
aunque lo martiricen con tormentos de luz o con drogas que despersonalizan;
enseña siempre, la única ciencia necesaria según aquella sentencia: “Aquel que
se salva sabe y el que no, no sabe nada”.
Es Pescador: Pescador de
río por la paciencia en esperar la vuelta del cristiano infiel; pescador de mar
por su vida de sacrificio en bien de los demás...
Es Doctor, y pastor, y
embajador y guía, y conquistador, capitán... y especialista universal de todos
los problemas de los hombres...
El Sacerdote es el hombre
de las paradojas y el más desconcertante de los hombres, se le llama
“presbítero” -anciano- aunque apenas haya pasado los veinticuatro años que pide
el derecho de la Iglesia para hacerlo su ministro. Y aunque esté encorvado por
el peso de los años y tenga la cabeza nevada por el invierno de la vida,
seguirá diciendo al comenzar su Misa: “Me acercare al altar del Señor que
alegra mi juventud”.
Aunque no se haya
doctorado en las universidades famosas, es consejero de sabios y de reyes;
tiene la potestad de enseñar a todas las gentes, aunque sus homilías son sean
una obra de ingenio retórico. Está en el mundo, y vive para el mundo pero no es
del mundo...
Es siempre rico,
millonario... aunque lleve una sotana raída y verdosa; tiene en sus manos el
tesoro de los sacramentos...
Lleva la carga de nuestra
humanidad insignificante, y puede con su voz hacer bajar a Yahvé-Hombre a un
pequeño trozo de pan, y sus manos creadas pueden sostener al Creador. Su vida
humana terminará -siguiendo la condición de criatura-. Pero seguirá siendo
SACERDOTE para siempre; por toda la eternidad. Único tratamiento que se puede
llevar más allá de la tumba.
Por eso, por su
desconcertante personalidad, el Sacerdote es el ser más incomprendido, y por
eso el más vituperado.
No se le puede tolerar que
este de mal genio, aunque haya gastado todo el día y hasta la noche en servir a
los siervos de Dios.
Se le llama rancio cuando sigue derroteros antiguos; novedosos y atrevido si quiere usar en su apostolado los medios modernos.
Se olvida que es sacerdote para todos, y el rico ve mal que trate bien al pobre, y el pobre le llama cochino burgués si atiende a los ricos.
Si su labor brilla se le llama ostentoso; si todos sus trabajos pasan el la oscuridad del anonimato es un holgazán, vividor y algo más.
Por eso deberíamos de admirar al Sacerdote y tratar de comprender las paradojas de su ministerio y todas las modalidades de su personalidad. Por eso deberíamos de rogar siempre por el sacerdote que nos bautizó, por el sacerdote que nos dio la primera comunión, por el que nos asistirá en la última hora. Por todos los sacerdotes: que el Señor guarde el tesoro divino que llevan en pobre vaso de arcilla humana... Que el Señor los guarde del mundo. Que el Señor los santifique.
Se le llama rancio cuando sigue derroteros antiguos; novedosos y atrevido si quiere usar en su apostolado los medios modernos.
Se olvida que es sacerdote para todos, y el rico ve mal que trate bien al pobre, y el pobre le llama cochino burgués si atiende a los ricos.
Si su labor brilla se le llama ostentoso; si todos sus trabajos pasan el la oscuridad del anonimato es un holgazán, vividor y algo más.
Por eso deberíamos de admirar al Sacerdote y tratar de comprender las paradojas de su ministerio y todas las modalidades de su personalidad. Por eso deberíamos de rogar siempre por el sacerdote que nos bautizó, por el sacerdote que nos dio la primera comunión, por el que nos asistirá en la última hora. Por todos los sacerdotes: que el Señor guarde el tesoro divino que llevan en pobre vaso de arcilla humana... Que el Señor los guarde del mundo. Que el Señor los santifique.
Padre Aureliano Tapia Méndez
Se publicó cuando era seminarista en
la revista del Seminario de Zamora en agosto de 1954
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