REGNUM MARIAE

REGNUM MARIAE
COR JESU ADVENIAT REGNUM TUUM, ADVENIAT PER MARIAM! "La Inmaculada debe conquistar el mundo entero y cada individuo, así podrá llevar todo de nuevo a Dios. Es por esto que es tan importante reconocerla por quien Ella es y someternos por completo a Ella y a su reinado, el cual es todo bondad. Tenemos que ganar el universo y cada individuo ahora y en el futuro, hasta el fin de los tiempos, para la Inmaculada y a través de Ella para el Sagrado Corazón de Jesús. Por eso nuestro ideal debe ser: influenciar todo nuestro alrededor para ganar almas para la Inmaculada, para que Ella reine en todos los corazones que viven y los que vivirán en el futuro. Para esta misión debemos consagrarnos a la Inmaculada sin límites ni reservas." (San Maximiliano María Kolbe)

miércoles, 16 de marzo de 2016

ITE AD JOSEPH

El mes de marzo es especialmente querido en la Fraternidad de Cristo Sacerdote y Santa María Reina por estar dedicado a Nuestro Santo Patrono el Glorioso Patriarca San José. También quiso la Divina Providencia que aconteciese precisamente en el día de su Fiesta, el 19 de marzo, la partida de este mundo de nuestra Hermana María Elvira de la Santa Cruz, cumpliéndose en este año el décimo aniversario. La recordamos cotidianamente en nuestras oraciones.
¿Quién mejor que el Santo Patriarca podría inspirarnos y enseñarnos a amar a Jesús y a María con la intensidad y del modo que sólo ellos merecen ser amados? No en vano resuena permanentemente en la Fraternidad la invitación Ite ad Joseph -Id a José- . Una invitación que nos mueve a tener una confianza plena en nuestro celestial Patrono; nos provoca para que no dejemos de buscar en  su vida y en sus ejemplos sobrenatural inspiración para nuestra vida cristiana, y nos recuerda el compromiso de ser apóstoles de la espiritualidad josefina, promoviendo su culto, su veneración y su conocimiento entre el pueblo de Dios a través de nuestros apostolados.
Ite ad Joseph; acudamos confiadamente a San José, y admiremos en él la imagen del siervo fiel y prudente que supo poner a Dios en el centro de su vida y de su corazón. Hoy que es tan fácil dejarse arrastrar por el torbellino de una vida tan materialista, por un ambiente tan superficial, alejado y descuidado de la dimensión espiritual del ser humano y de la existencia. San José nos da un ejemplo de prudencia y de sensatez, mostrándonos a Dios como el único cimiento sólido y duradero sobre el que edificar nuestra vida.
Ite ad Joseph; necesitamos acudir a José para comprender que si de verdad estimamos nuestra fe como el mayor y el más valioso de los tesoros recibidos de Dios, entonces nuestra vida ha de girar toda ella en torno a Jesús y a María, porque allí donde está tu tesoro, allí está tu corazón. Es cuestión de aprender a ordenar acertadamente las prioridades de nuestra vida. El amor a Dios y nuestra santificación debieran ser el valor prioritario y todo lo demás añadidura.
Ite ad Joseph; porque tenemos necesidad de redescubrir que la fidelidad a Dios pasa por entregarle a Él el timón de nuestra vida para que nos dirija y gobierne sabiamente. Ser fiel a Dios conlleva vivir en actitud de escucha atenta a sus disposiciones, en actitud de confianza que se traduce en obediencia a su voluntad y en colaboración generosa con Él, sin negarle nada, sin resistencias ni cálculos mezquinos. No se vive en auténtica fidelidad a Dios cuando no se practica el santo abandono, tal y como el niño se abandona enteramente en los brazos de su padre y de su madre. Cuanto más queramos controlarlo todo, atar todos los cabos de nuestra vida, proyectar cada segundo de nuestro tiempo y asegurar hasta el más mínimo  riesgo, entonces más necesitados estaremos de Ir a José para aprender de él la sabiduría del Varón justo que se ha puesto totalmente en manos de Dios y a disposición de su voluntad salvadora.
Ite ad Joseph; vayamos a él sin vacilar, que nos enseñará la ciencia escondida a los sabios y revelada a los sencillos y humildes de corazón, no con palabras, sino con los ejemplos de su propia vida. Quizás estemos necesitados, hoy más que nunca, de las lecciones de San José para comprender que la fe no es cuestión de palabras sino de obras, no es cuestión de grandes proezas sino de siembra amorosa y sacrificada, grano a grano y día a día, en el surco de cada jornada. Quizás estemos muy necesitados de recordar que al gran desafío de la increencia, del alejamiento y de la negación de Dios, más que con palabras habremos de responder con el testimonio de una vida firmemente enraizada en un amor ardiente a Jesús y en una tierna y  filial devoción hacia María nuestra Madre Inmaculada.
P. Manuel María de Jesús, F.F.

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