“Querido hermano,
En el día en el que se hace pública tu elección de formar parte del Colegio de Cardenales, te mando un cordial saludo, y te aseguro mi cercanía y mi oración. Espero que, al formar parte de la Iglesia de Roma “vestido con las virtudes y los sentimientos del Señor Jesús” (cf.Rom 13,14 ), puedas ayudarme con fraterna eficacia en mi servicio a la Iglesia universal”.
El cardenalato no significa una promoción, ni un honor, ni una condecoración; es simplemente un servicio que exige ampliar la vista y agrandar el corazón. Y, aunque parezca una paradoja, este poder observar más lejos y amar más universalmente con mayor intensidad, se pueden obtener sólo siguiendo el camino del Señor: el camino de la humildad, convirtiéndose en siervo (cfrFil 2,5 - 8) . Así que te pido , por favor, que recibas esta designación, con un corazón sencillo y humilde. Y, aunque lo hagas con alegría y con gozo, intenta que este sentimiento se aleje de cualquier expresión mundana, de cualquier celebración ajena al espíritu evangélico de austeridad, sobriedad y pobreza.
Adiós y hasta el próximo 20 de febrero, cuando comenzaremos los dos días de reflexión sobre la familia. Quedo a tu disposición y, por favor, te pido que reces y pidas que recen por mi.
Que Jesús te bendiga y la Virgen Santa te proteja”.
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