REGNUM MARIAE

REGNUM MARIAE
COR JESU ADVENIAT REGNUM TUUM, ADVENIAT PER MARIAM! "La Inmaculada debe conquistar el mundo entero y cada individuo, así podrá llevar todo de nuevo a Dios. Es por esto que es tan importante reconocerla por quien Ella es y someternos por completo a Ella y a su reinado, el cual es todo bondad. Tenemos que ganar el universo y cada individuo ahora y en el futuro, hasta el fin de los tiempos, para la Inmaculada y a través de Ella para el Sagrado Corazón de Jesús. Por eso nuestro ideal debe ser: influenciar todo nuestro alrededor para ganar almas para la Inmaculada, para que Ella reine en todos los corazones que viven y los que vivirán en el futuro. Para esta misión debemos consagrarnos a la Inmaculada sin límites ni reservas." (San Maximiliano María Kolbe)

lunes, 27 de octubre de 2025

HOMILÍA DEL CARDENAL BURKE- PEREGRINACIÓN SUMMORUM PONTIFICUM

 

Misa de la Santísima Virgen María en sábado

Peregrinatio ad Petri Sedem – Summorum Pontificum

Basílica Papal de San Pedro en el Vaticano

Ciudad del Vaticano

25 de octubre de 2025

 

Eclesiastés 24:23-31

Juan 19:25-27

En el nombre del Padre, y del Hijo, y del Espíritu Santo. Amén.

Es motivo de profunda alegría para mí celebrar la Misa Pontifical en el Altar de la Cátedra de San Pedro, como culminación de la Peregrinación Summorum Pontificum de 2025. En nombre de todos los presentes, expreso mi sincera gratitud a quienes han trabajado con tanto compromiso y dedicación para hacer posible esta peregrinación. Ofrezco la Santa Misa por los fieles de la Iglesia de todo el mundo, que trabajan para preservar y promover la belleza del Usus Antiquior del Rito Romano. Que la Misa Pontifical de hoy nos anime y fortalezca a todos en nuestro amor por nuestro Señor Eucarístico, quien, a través de la Tradición Apostólica y con incansable e inconmensurable amor para nosotros, renueva sacramentalmente su Sacrificio en el Calvario y nos nutre con el fruto incomparable de ese Sacrificio: el Alimento Celestial de su Cuerpo, de su Sangre, de su Alma y de su Divinidad.

Al celebrar la Santa Misa de la Santísima Virgen María el sábado, contemplamos el Corazón Doloroso e Inmaculado de María, asunto a la gloria y latiendo incesantemente de amor por nosotros, los hijos que su Divino Hijo, al morir en la Cruz, confió a su cuidado maternal. Cuando el Señor pronunció las palabras: «¡Mujer, ahí tienes a tu hijo!... ¡Ahí tienes a tu madre!», dirigiéndose a su Madre y a San Juan, Apóstol y Evangelista, que estaban al pie de la Cruz, expresó una realidad esencial de la salvación que estaba realizando para nosotros: la plena cooperación de su Madre, la Santísima Virgen María, en la obra de la Redención.

Dios Padre, en su amoroso plan para nuestra salvación eterna, quiso que la Santísima Virgen María, desde el primer instante de su concepción, compartiera la gracia de la salvación que su Divino Hijo obtendría en el Calvario. Con su Inmaculada Concepción, María se entregó por completo a Cristo y, en Cristo, por completo a nosotros, desde el primer instante de su existencia. La mediación de nuestra salvación a través del Doloroso e Inmaculado Corazón de María se manifiesta en las últimas palabras de la Virgen Madre del Salvador, registradas en los Evangelios. Las dirigió a los sirvientes en las bodas de Caná, cuando, angustiados, acudieron a ella porque no había suficiente vino para los invitados de los novios. María respondió a su angustia guiándolos hacia su Divino Hijo, también invitado al banquete de bodas, con su maternal instrucción: «Hagan lo que él les diga».

Estas sencillas palabras expresan el misterio de la Divina Maternidad, por la cual la Virgen María se convirtió en la Madre de Dios, trayendo al mundo al Hijo de Dios encarnado para nuestra salvación. A través del mismo misterio, ella continúa siendo el canal de todas las gracias que, inconmensurablemente e incesantemente, fluyen del Corazón glorioso y traspasado de su Divino Hijo a los corazones de sus hermanos y hermanas, adoptados en el Bautismo, en su peregrinación terrenal hacia su morada eterna con Él en el Cielo. Somos hijos e hijas de María en su Hijo, Dios Hijo Encarnado. Con maternal solicitud, ella atrae nuestros corazones a su Inmaculado y glorioso Corazón, y los conduce a Él, a su Sacratísimo Corazón, instruyéndonos con las mismas palabras: «Haced lo que Él os diga».

En la Santísima Virgen María contemplamos la expresión más perfecta de la Sabiduría eterna de Dios —el Hijo de Dios, el Verbo obrante desde el principio de la creación, que ordena todas las cosas, y especialmente el corazón humano, según la perfección divina—, tanto por la particular fidelidad con la que vive su condición de 'sierva' del Señor, como porque en ella, como madre de Cristo, los designios divinos han encontrado su pleno cumplimiento. Ella es, en las inspiradas palabras del Eclesiástico, la madre del amor hermoso y del temor, del conocimiento y de la santa esperanza. Nos llena de esperanza que nuestro Señor, la divina Sabiduría encarnada, escuchando las oraciones de la Madre de la divina Gracia, siempre presente ante Él, también tendrá misericordia de nuestra generación, restaurando el orden del amor escrito por Dios en la creación y, sobre todo, en el corazón de cada ser humano. Al esforzarnos, en cada momento del día, por reposar nuestros corazones en el glorioso y traspasado Corazón de Jesús, proclamamos al mundo la verdad de que la salvación ha llegado al mundo. Unidos de corazón al Corazón Inmaculado y glorioso de María, atraemos las almas hacia Cristo, plenitud de la misericordia y del amor de Dios entre nosotros, en su santa Iglesia.

Este año celebramos tanto el centenario de la aparición del Niño Jesús, junto con Nuestra Señora de Fátima, a la Venerable Sierva de Dios Sor Lúcia dos Santos, ocurrida el 10 de diciembre de 1925, como el centenario de la publicación de la Carta Encíclica Quas Primas del Papa Pío XI, con la que se instituyó en la Iglesia universal la fiesta de Cristo, Rey del Cielo y de la Tierra, el 11 de diciembre de 1925. Con esto damos testimonio de la verdad de que Nuestro Señor Jesucristo es el Rey de todos los corazones por el Misterio de la Cruz, y que su Madre, la Virgen, es la mediadora por quien Él conduce nuestros corazones a morar cada vez más plenamente en su Sacratísimo Corazón.

En su aparición a la Venerable Sierva de Dios, Sor Lúcia dos Santos, el Señor nos mostró el Corazón Doloroso e Inmaculado de Nuestra Señora, cubierto de espinas por nuestra indiferencia e ingratitud, y por nuestros pecados. En particular, Nuestra Señora de Fátima desea protegernos del mal del comunismo ateo, que aleja los corazones del Corazón de Jesús —única fuente de salvación— y los lleva a rebelarse contra Dios y contra el orden que Él ha establecido en la creación y escrito en el corazón de cada ser humano. A través de sus apariciones y del mensaje que confió a los pastorcitos, santos Francisco y Jacinta Marto, y a la Venerable Lúcia dos Santos —un mensaje dirigido a toda la Iglesia—, Nuestra Señora denunció la influencia de la cultura atea en la propia Iglesia, que ha llevado a muchos a la apostasía y al abandono de las verdades de la fe católica.

Al mismo tiempo, Nuestra Señora nos enseñó a realizar actos de amor y reparación por las ofensas cometidas contra el Sacratísimo Corazón de Jesús y su Inmaculado Corazón mediante la Devoción de los Primeros Sábados de mes. Esta consiste en confesar sacramentalmente los pecados, recibir dignamente la Sagrada Comunión, rezar las cinco decenas del Santo Rosario y acompañar a Nuestra Señora meditando en los misterios del Rosario. El mensaje de Nuestra Señora deja claro que solo la fe, que coloca al hombre en una relación de unidad de corazón con el Sacratísimo Corazón de Jesús —por la mediación de su Inmaculado Corazón—, puede salvar al hombre de los castigos espirituales que la rebelión contra Dios inevitablemente acarrea sobre quienes la cometen y sobre la sociedad en su conjunto, incluida la propia Iglesia. La Devoción de los Primeros Sábados es nuestra respuesta de obediencia a nuestra Madre celestial, quien no dejará de interceder para obtener todas las gracias que nosotros y el mundo entero necesitamos con tanta urgencia. Esta devoción no es un acto aislado, sino que expresa un estilo de vida: la conversión diaria del corazón al Sacratísimo Corazón de Jesús, bajo la guía y protección maternal del Corazón Doloroso e Inmaculado de María, para gloria de Dios y salvación de las almas.

Cuando reflexionamos sobre la rebelión contra el orden y la paz que Dios ha implantado en cada corazón humano —una rebelión que arrastra al mundo, e incluso a la Iglesia, a una creciente confusión, división y destrucción, tanto de los demás como de nosotros mismos—, comprendemos, como lo hizo el Papa Pío XI, la importancia de nuestro culto a Cristo como Rey del Cielo y de la Tierra. Este culto no es una forma de ideología. No es la adoración de una idea o un ideal abstracto. Es comunión con Cristo Rey, especialmente a través de la Santísima Eucaristía, en la que comprendemos, acogemos y vivimos nuestra propia misión real en Él. Es la realidad en la que estamos llamados a vivir: la realidad de la obediencia a la Ley de Dios escrita en nuestros corazones y en la naturaleza misma de todas las cosas. Es la realidad de nuestros corazones, unidos al Inmaculado Corazón de María, que encuentran cada vez más su reposo en el Sacratísimo Corazón de Jesús.

La Misa Pontifical de hoy se celebra según la forma más antigua del Rito Romano, el Usus Antiquior. La Iglesia celebra el 18.º aniversario de la promulgación del Motu Proprio Summorum Pontificum, con el que el Papa Benedicto XVI hizo posible la celebración regular de la Misa según esta forma, vigente desde la época de San Gregorio Magno. Al participar hoy en el Santo Sacrificio de la Misa, no podemos dejar de pensar en los fieles que, a lo largo de los siglos cristianos, han encontrado al Señor y han profundizado su vida en Él a través de esta venerable forma del Rito Romano. Muchos se sintieron inspirados a practicar el heroísmo de la santidad, incluso hasta el martirio. Quienes hemos crecido rezando a Dios según el Usus Antiquior no podemos dejar de recordar cuánto nos ha ayudado a mantener la mirada fija en Jesús, especialmente al responder a nuestra vocación. Finalmente, no podemos dejar de agradecer a Dios por cómo esta venerable forma del Rito Romano ha llevado a muchos a la fe y ha profundizado la vida de fe de quienes, por primera vez, han descubierto su incomparable belleza, gracias a la disciplina establecida por Summorum Pontificum. Damos gracias a Dios porque, a través de Summorum Pontificum, toda la Iglesia está desarrollando una comprensión y un amor cada vez más profundos por el gran don de la Sagrada Liturgia, tal como nos ha sido transmitido, de forma ininterrumpida, por la Tradición Apostólica, por los Apóstoles y sus sucesores. A través de la Sagrada Liturgia, en nuestra adoración a Dios «en espíritu y verdad», el Señor está con nosotros de la manera más perfecta posible en esta tierra: es la expresión suprema de nuestra vida en Él. Ahora, contemplando la gran belleza del Rito de la Misa, dejémonos inspirar y fortalecer para reflejar esa misma belleza en la bondad de nuestra vida diaria, bajo la protección maternal de Nuestra Señora.

Elevemos ahora nuestros corazones, unidos al Inmaculado Corazón de María, al glorioso y traspasado Corazón de Jesús, abierto para nosotros en el Sacrificio Eucarístico, mediante el cual Él hace presente sacramentalmente su Sacrificio en el Calvario. Elevemos nuestros corazones, llenos de tantas alegrías y tantos sufrimientos, a la fuente inagotable de la Divina Misericordia y Amor, confiando en que en el Corazón Eucarístico de Jesús seremos confirmados en paz y fortalecidos para llevar la cruz de nuestros sufrimientos con la misma confianza que la Virgen María. Así, bajo la mirada constante y misericordiosa de la Santísima Virgen María, podremos progresar con fidelidad y de todo corazón en el camino de nuestra peregrinación terrena, hasta nuestra patria eterna en el Cielo.

En el nombre del Padre, y del Hijo, y del Espíritu Santo. Amén.


viernes, 9 de mayo de 2025

PRÓXIMOS EVENTOS DEL PAPA LEÓN XIV

 


El sábado 10 de mayo , se encontrará con los miembros del Sacro Colegio:  será un momento de comunión y de agradecimiento por el camino recorrido juntos durante la sede vacante, la elección pero también para mirar hacia el futuro de la Iglesia. El domingo 11 de mayo , desde la Logia Central de la Basílica de San Pedro , el Papa León dirigirá por primera vez la oración del Regina Caeli , dirigiéndose a la multitud de fieles reunidos en la Plaza de San Pedro. El lunes 12 de mayo estará dedicado al encuentro con los periodistas de todo el mundo , una oportunidad para saludar a los operadores de la comunicación que han llegado a la Ciudad Eterna para contar estas horas solemnes. El viernes 16 de mayo , León XIV se reunirá con el Cuerpo Diplomático acreditado ante la Santa Sede y los Jefes de Misión : un evento clave para reafirmar el papel de la Santa Sede en la promoción de la paz, el diálogo y la justicia entre los pueblos. El martes 20 de mayo , el Santo Padre tomará posesión de la Basílica Papal de San Pablo Extramuros , uno de los eventos simbólicos de su instalación en las basílicas patriarcales. El miércoles 21 de mayo , se celebrará la primera Audiencia General , en la que el Papa se reunirá con peregrinos y fieles de todo el mundo. El sábado 24 de mayo , está previsto un encuentro muy importante: el Papa León XIV saludará a la Curia Romana y a los empleados del Estado de la Ciudad del Vaticano , a quienes se les confía el servicio diario de la misión del Sucesor de Pedro. El domingo 25 de mayo , después de la oración del Regina Caeli , el Papa León tomará posesión de las Basílicas Papales de San Juan de Letrán , la catedral de Roma, y de Santa María la Mayor.

HOMILIA DEL SANTO PADRE LEÓN XIV EN LA MISA DE CLAUSURA DEL CÓNCLAVE

 







Capilla Sixtina

Viernes 9 de mayo de 2025

Comenzaré con una palabra en inglés y el resto en italiano.

Pero quiero repetir las palabras del Salmo Responsorial: «Cantaré un cántico nuevo al Señor, porque ha hecho maravillas».

Y, de hecho, no sólo conmigo, sino con todos nosotros. Hermanos cardenales, mientras celebramos esta mañana, los invito a reconocer las maravillas que el Señor ha realizado, las bendiciones que el Señor continúa derramando sobre todos nosotros a través del ministerio de Pedro.

Me habéis llamado a llevar esa cruz, y a ser bendecido con esa misión, y sé que puedo contar con todos y cada uno de vosotros para caminar conmigo, mientras continuamos como Iglesia, como comunidad de amigos de Jesús, como creyentes anunciando la Buena Nueva, anunciando el Evangelio.

«Tú eres elCristo, el Hijo de Dios vivo» ( Mt 16,16). Con Estas palabras de Pedro, interrogado por el Maestro, junto a los demás discípulos, sobre su fe en Él, expresan en síntesis la herencia que durante dos mil años la Iglesia, a través de la sucesión apostólica, ha custodiado, profundizado y transmitido.

Jesús es el Cristo, el Hijo de Dios vivo, es decir, el único Salvador y el revelador del rostro del Padre.

En Él, Dios, para hacerse cercano y accesible a los hombres, se nos reveló en la mirada confiada de un niño, en la mente vivaz de un joven, en los rasgos maduros de un hombre (cf. Concilio Vaticano II, Constitución pastoral Gaudium et spes , 22), hasta aparecerse a los suyos, después de la resurrección, con su cuerpo glorioso. Nos mostró así un modelo de humanidad santa que todos podemos imitar, junto con la promesa de un destino eterno que supera todos nuestros límites y capacidades.

Pedro, en su respuesta, capta ambas cosas: el don de Dios y el camino a seguir para dejarse transformar por él, dimensiones inseparables de la salvación, confiadas a la Iglesia para que las anuncie para el bien del género humano. Confíanoslos a nosotros, elegidos por Él antes de ser formados en el seno materno (cf. Jr 1,5), regenerados en las aguas del Bautismo y, más allá de nuestros límites y sin nuestros méritos, conducidos aquí y enviados desde aquí, para que el Evangelio sea anunciado a toda criatura (cf. Mc 16,15).

En particular, Dios, llamándome mediante vuestro voto a suceder al Primero de los Apóstoles, me confía este tesoro para que, con su ayuda, sea su fiel administrador (cf. 1 Co 4, 2) en beneficio de todo el Cuerpo místico de la Iglesia; para que sea cada vez más una ciudad situada sobre un monte (cf. Ap 21,10), un arca de salvación que navega en las olas de la historia, un faro que ilumina las noches del mundo. Y esto no tanto por la magnificencia de sus estructuras y la grandeza de sus construcciones –como los monumentos en los que nos encontramos–, sino más bien por la santidad de sus miembros, de ese «pueblo que Dios se ha adquirido para sí, para que anunciéis las maravillas de aquel que os llamó de las tinieblas a su luz admirable» ( 1 P 2, 9).

Pero en la raíz de la conversación en la que Pedro hace su profesión de fe hay también otra pregunta: «La gente», pregunta Jesús, «¿quién dicen que es el Hijo del Hombre?». ( Mt 16,13). No es una pregunta trivial, sino que concierne a un aspecto importante de nuestro ministerio: la realidad en la que vivimos, con sus límites y sus potencialidades, sus interrogantes y sus creencias.

¿Quién dice la gente que es el Hijo del Hombre? ( Mt 16,13). Pensando en la escena que estamos reflexionando, podríamos encontrar dos posibles respuestas a esta pregunta, que dibujan dos actitudes diferentes.

En primer lugar, está la respuesta del mundo. Mateo destaca que la conversación entre Jesús y sus seguidores sobre su identidad tiene lugar en la bella ciudad de Cesarea de Filipo, llena de lujosos edificios, enclavada en un entorno natural encantador, al pie del monte Hermón, pero también cuna de crueles círculos de poder y escenario de traiciones e infidelidades. Esta imagen nos habla de un mundo que considera a Jesús una persona totalmente sin importancia, como mucho un personaje curioso, capaz de suscitar asombro con su inusual manera de hablar y de actuar. Y así, cuando su presencia se vuelve molesta por las exigencias de honestidad y las exigencias morales que él exige, este “mundo” no dudará en rechazarlo y eliminarlo.

Luego está la otra posible respuesta a la pregunta de Jesús: la de la gente común. Para ellos, el Nazareno no es un “charlatán”: es un hombre recto, que tiene coraje, que habla bien y que dice las cosas justas, como otros grandes profetas de la historia de Israel. Por eso lo siguen, al menos mientras pueden hacerlo sin demasiados riesgos e inconvenientes. Pero lo consideran sólo un hombre y por eso, en el momento de peligro, durante la Pasión, también ellos lo abandonan y se van decepcionados.

Lo sorprendente de estas dos actitudes es su actualidad. De hecho, encarnan ideas que podríamos encontrar fácilmente –expresadas quizá en un lenguaje diferente, pero idénticas en sustancia– en boca de muchos hombres y mujeres de nuestro tiempo.

Aún hoy hay muchos contextos en los que la fe cristiana es considerada algo absurdo, para personas débiles y poco inteligentes; contextos en los que se prefieren otras certezas, como la tecnología, el dinero, el éxito, el poder, el placer.

Son ambientes en los que no es fácil testimoniar y anunciar el Evangelio y donde los que creen son burlados, combatidos, despreciados o, como mucho, tolerados y compadecidos. Pero precisamente por eso son lugares en los que la misión es urgente, porque la falta de fe trae a menudo consigo tragedias como la pérdida del sentido de la vida, el olvido de la misericordia, la violación de la dignidad de la persona en sus formas más dramáticas, la crisis de la familia y tantas otras heridas que nuestra sociedad sufre y no poco.

También hoy no faltan contextos en los que Jesús, aunque apreciado como hombre, es reducido a una especie de líder carismático o superhombre , y esto no sólo entre los no creyentes, sino también entre muchos bautizados, que acaban viviendo, a este nivel, en un ateísmo de facto.

Éste es el mundo que se nos ha confiado, en el que, como tantas veces nos ha enseñado el Papa Francisco, estamos llamados a testimoniar la fe gozosa en Cristo Salvador. Por eso también para nosotros es esencial repetir: «Tú eres el Cristo, el Hijo de Dios vivo» ( Mt 16,16).

Es esencial hacer esto ante todo en nuestra relación personal con Él, en el compromiso de un camino diario de conversión. Pero también, como Iglesia, viviendo juntos nuestra pertenencia al Señor y llevando la Buena Noticia a todos (cf. Concilio Vaticano II, Constitución dogmática Lumen gentium , 1).

Lo digo ante todo por mí, Sucesor de Pedro, al iniciar mi misión de Obispo de la Iglesia en Roma, llamado a presidir en la caridad la Iglesia universal, según la célebre expresión de san Ignacio de Antioquía (cf. Carta a los Romanos , Saludo). Él, conducido en cadenas a esta ciudad, lugar de su inminente sacrificio, escribió a los cristianos que allí se encontraban: «Entonces seré verdaderamente discípulo de Jesucristo, cuando el mundo ya no vea mi cuerpo» (Carta a los Romanos , IV, 1). Se refería a ser devorado por las fieras en el circo –y así sucedió–, pero sus palabras recuerdan en un sentido más general un compromiso indispensable para quien en la Iglesia ejerce un ministerio de autoridad: desaparecer para que Cristo permanezca, hacerse pequeño para que Él sea conocido y glorificado (cf. Jn 3,30), gastarse completamente para que a nadie le falte la oportunidad de conocerlo y amarlo.

Que Dios me conceda esta gracia, hoy y siempre, con la ayuda de la tiernísima intercesión de María, Madre de la Iglesia.

jueves, 8 de mayo de 2025

LEONEM XIV

 


«Nuntio vobis gaudium magnum: habemus papam: eminentissimum et reverendissimum dominum, dominum Robertus Franciscus, cardinalem Prevost Sanctae Romanae Ecclesiae, qui sibi nomen imposuit Leonem XIV».


. Oremos por nuestro Pontífice León

. Que el Señor le conserve, y le dé vida, y le haga bienaventurado en la tierra, y no le entregue a la voluntad de sus enemigos.

. Tu eres Pedro,

. Y sobre esta piedra edificaré mi Iglesia.

Oremos.

Dios, pastor y guía de todos los fieles, mira lleno de bondad a tu siervo, el Papa León, a quien quisiste colocar al frente de tu Iglesia como pastor. Concédele, Te pedimos, la gracia de hacer, por sus palabras y por su ejemplo, que progresen en la virtud aquellos a quienes él preside, y llegue, con el rebaño que le fue confiado, a la vida eterna. Por Nuestro Señor Jesucristo. Amén.

miércoles, 7 de mayo de 2025

SAN JOSÉ, PATRONO Y PROTECTOR DE LA IGLESIA

 

ORACIÓN A SAN JOSÉ POR EL CÓNCLAVE

Santísima Trinidad, Padre, Hijo y Espíritu Santo, por intercesión de San José, Patrono de la Iglesia Universal, te imploramos que inspires a los pastores reunidos junto a la tumba del Apóstol Pedro en el próximo cónclave. Manifiesta a ellos tu voluntad, para que elijan, con sabiduría y esperanza, a quien tú quieres por Obispo de Roma y pastor común de tu Iglesia. Concédenos a todos una mirada de fe, para reconocer en él a tu representante, seguirlo y colaborar con él en la misión evangelizadora de todos los pueblos de la tierra. Amén.

SANTO ROSARIO POR EL CÓNCLAVE


 

ORACIÓN DEL SANTO ROSARIO POR EL CÓNCLAVE EN LA ELECCIÓN DEL NUEVO PAPA

PRIMER MISTERIO

LA RESURRECCIÓN DEL SEÑOR

TODOS: Señor, igual que el Apóstol San Pedro también nosotros te decimos con fe y confianza: “Señor, ¿a quién iremos? Sólo Tú tienes palabras de Vida Eterna”.

SEGUNDO MISTERIO

LA SACENSIÓN DEL SEÑOR

TODOS: Señor, tú le dijiste al Apóstol: “tú eres Pedro, y sobre esta piedra edificaré mi iglesia; y las puertas del infierno no prevalecerán contra ella”.Nosotros en esta tarde te decimos con fe: Creo en la Iglesia que tu fundaste y que es Una, Santa, Católica y Apostólica y las puertas del infierno no prevalecerán contra ella.

TERCER MISTERIO

LA VENIDA DL ESPÍRITU SANTO

TODOS: Con la misma fe del Apóstol San Pedro también nosotros te decimos: Jesús, Tú eres el Señor, “Tú eres el Cristo, el Hijo de Dios vivo”

CUARTO MISETRIO

LA ASUNCIÓN DE LA VIRGEN

TODOS: Señor, tú le preguntaste al Apóstol:“Simón, hijo de Juan, ¿me amas?” Dos veces te respondió: “Señor, tú sabes que te quiero,” pero la tercera vez se entristeció recordando las veces que te negó, por eso respondió: “Señor, tú lo sabes todo, tú sabes que te quiero”. También nosotros hoy te decimos: “Señor, Tú lo sabes todo. Tú sabes que te amo.

QUINTO MISTERIO

LA CORONACIÓN DE LA VIRGEN

 TODOS: Señor, Tú dijiste a Pedro: “Yo te daré las llaves del reino de los cielos; lo que ates en la tierra, será atado en los cielos; y lo que desates en la tierra, será desatado en los cielos”. Hoy te pedimos que concedas a tu Iglesia un Papa santo, un buen Pastor que sea un digno Vicario de Cristo en la tierra.

lunes, 5 de mayo de 2025

CARDENAL LEO: UN MENSAJE LIBRE DE TODA IDEOLOGÍA DAÑINA, DIGNO DE MEDITAR Y ORAR

 

Mensaje sobre la preparación a la elección del Romano Pontífice  de Su Eminencia el Cardenal Frank Leo Arzobispo Metropolitano de Toronto 

A los fieles de la Arquidiócesis de Toronto: Queridos hermanos y hermanas, que Jesús y María habiten en vuestras almas. Como sabéis, me encuentro estos días en Roma, convocado para la inmensa responsabilidad de elegir un nuevo Papa. Se puede comprender fácilmente lo onerosa que es esta tarea. Para nosotros los católicos, el oficio petrino, la persona y el ministerio del Santo Padre, son centrales en nuestra vida de fe. El Romano Pontífice es de hecho el sucesor del Apóstol de Cristo, San Pedro. El Catecismo de la Iglesia Católica, n. 881 enseña: «El Señor hizo de Simón, a quien dio el nombre de Pedro, el único fundamento de su Iglesia. Le confió las llaves de la Iglesia; lo hizo pastor de todo el rebaño. El oficio de atar y desatar, que le fue confiado a Pedro, también fue asignado al Colegio de apóstoles unido a su cabeza. Este oficio pastoral de Pedro y los demás apóstoles pertenece a los fundamentos de la Iglesia y es continuado por los obispos bajo la primacía del Papa». Mientras los cardenales se reúnen para debatir las diversas cualidades que deben buscarse en el nuevo Pastor universal, así como los desafíos que enfrentan la Iglesia y la sociedad en general para llevar el Evangelio salvífico de Cristo a todos, pienso en todos ustedes en Toronto y en la práctica y el testimonio de la fe en nuestras comunidades y parroquias. Aunque es un tiempo muy intenso, hecho de escucha y de preguntas, de reflexión y de compartir, la actividad más importante que realizamos es la oración. Sólo la apertura y disponibilidad al Espíritu Santo y a sus dones permitirá que la elección papal sea agradable al Señor. La unidad del Cuerpo de Cristo es fundamental, como lo es la urgencia de la evangelización y del testimonio. La misión del Papa, también llamado el “Siervo de los Siervos de Dios”, es preservar la integridad de la fe apostólica, transmitir fielmente el depósito de la fe, enseñar, guiar, gobernar y conducir el rebaño de Cristo, y ser una fuerza unificadora que reúne a los hijos de Dios en la familia espiritual que llamamos Santa Madre IglesiaAdemás, en los números 882-883, el Catecismo afirma:
«El Papa, Obispo de Roma y sucesor de Pedro, es el principio y fundamento perpetuo y visible de la unidad tanto de los Obispos como de la multitud de los fieles. En efecto, el Romano Pontífice, en virtud de su oficio de Vicario de Cristo y Pastor de toda la Iglesia, tiene sobre ella plena, suprema y universal potestad, que puede ejercer siempre libremente. El colegio o cuerpo de obispos no tiene autoridad sino en unión con el Romano Pontífice, sucesor de Pedro como su cabeza. Como tal, este colegio tiene poder supremo y pleno sobre la Iglesia universal; Pero este poder no puede ejercerse sin el consentimiento del Romano Pontífice>>

Queridos fieles de la archidiócesis, los invito a todos a unirse a mí en oración con intensidad y sinceridad para que los Cardenales reciban sabiduría y discernimiento de lo Alto; para que el Espíritu de Cristo Resucitado descienda con poder y abundancia sobre los Cardenales reunidos en la Capilla Sixtina, y para que quien sea elegido en el próximo cónclave como Sucesor del Príncipe de los Apóstoles sea digno y santo, humilde y valiente, culto y sabio.

Recemos juntos todos los días al menos tres Avemarías y el Acordaos por esta intención específica. En este mes dedicado de manera especial a María, Madre de la Iglesia, nuestra madre espiritual en la fe, es decir, en el orden de la gracia, que su intercesión sea invocada cada día, su nombre alabado por todos los fieles y la pureza de su fe sea encarnada por todos los que llevan el bendito nombre de cristianos. También les pido que oren por mí y por mi ministerio, tanto en Toronto como ahora, especialmente como Cardenal Elector en la Ciudad Eterna. Suyo devotamente en Jesús, con María, 

Frank Cardenal Leo 

Arzobispo Metropolitano de Toronto  

LOS JÓVENES CATÓLICOS QUIEREN SER CATÓLICOS

¿QUÉ ES LO QUE LA JERRARQUÍA DE LA IGLESIA NO LOGRA VER ACERCA DE LOS JÓVENES CATÓLICOS?

El católico promedio menor de 25 años no tiene presión social para seguir siendo católico. De hecho, existe una mayor presión de compañeros, profesores, padres y, a veces, incluso de nuestros propios sacerdotes para ser cada vez más laxos con respecto a las verdades católicas; para ser menos rígidos, menos tradicionales y menos estirados.

Sin embargo, mi experiencia dentro de mi universidad, “CathSoc”, o Sociedad Católica para aquellos que no están al día con la jerga, es que lo que los jóvenes católicos desean es, si no la tradición, al menos la ortodoxia teológica.

Esta verdad me impactó profundamente hace unas semanas cuando nuestra Sociedad Católica anunció accidentalmente un servicio de Adoración Eucarística Anglicana, una contradicción sin precedentes. Varios amigos me plantearon esta cuestión, aunque reconocieron que ningún católico podría asistir a un evento así de buena fe.

Procedí a plantearle este asunto a un sacerdote, quien podría describirse como alguien con una postura más liberal y progresista en cuanto a la liturgia y la reforma de la Iglesia. En resumen, este sacerdote consideró que, dado que el servicio propuesto consistía esencialmente en una reunión de cristianos en oración, Jesús estaría entre ellos, incluso si no estuviera realmente presente en el pseudosacramento.

El sacerdote también aludió a cómo, en nombre del ecumenismo, se debe fomentar esta reunión de cristianos, incluso si eso significa comprometer temporalmente las creencias en torno a algo tan sagrado como la Eucaristía.

Por si fuera necesario, la Iglesia Católica sostiene que solo los hombres ordenados pueden consagrar la Eucaristía, transubstanciando el pan y el vino en el Cuerpo y la Sangre de Cristo. Esta facultad no está a disposición de la Iglesia Anglicana, ya que el rito de ordenación se modificó en el siglo XVI y, por lo tanto, se volvió defectuoso. Además, esto también provocó una ruptura en la sucesión apostólica, separando aún más a nuestros hermanos anglicanos del rol del sacerdocio. Todo esto está claramente establecido en la bula papal Apostolicae Curae del Papa León XIII de 1896: esta no es una idea nueva en la Iglesia.

Tras la conversación con el sacerdote, me vi sumido en una especie de crisis moral. ¿Escucho a mi sacerdote, con humilde obediencia, y dejo que las consecuencias de tal suceso recaigan sobre él, y solo sobre él? ¿O defiendo la verdad católica y, con suerte, impido que alguien cometa idolatría al adorar a alguien que no es Dios? ¿ Y debería hacerlo incluso si me enfrento a consecuencias personales en la presidencia de mi Sociedad Católica por oponerme abiertamente a mi sacerdote?

Elegí este último camino.

Envié un mensaje bastante extenso al chat grupal de WhatsApp de nuestra Sociedad Católica , enfatizando la importancia de la oración conjunta anglo-católica, particularmente por el regreso de nuestros hermanos separados, manteniendo al mismo tiempo la integridad de la verdad católica con respecto a la Eucaristía y el acto de adoración.

No puedo describir la abrumadoramente positiva respuesta al mensaje. Mucha gente respondió con emojis de corazones, manos en oración y pulgares arriba. Recibí muchísimos mensajes agradeciéndome por lo que había dicho y expresando mi gratitud por haber defendido la verdad católica con firmeza pero con amor.

Entonces, ¿por qué, antes de enviar ese mensaje, dudé tanto en reiterar las verdades católicas en un grupo católico de WhatsApp , cuyos miembros pertenecen a la comunidad católica de la Universidad ? Creo que se debe en gran medida a cómo la Iglesia católica, en particular su proceso sinodal, ha malinterpretado los ideales de la juventud. Personalmente, he asistido a reuniones sinodales donde personas (generalmente mayores de sesenta años) me han dicho que lo que la juventud quiere es una Iglesia más inclusiva, más abierta y más tolerante.

Tengo la ligera sospecha de que esto es lo que estas personas querían de la Iglesia cuando tenían veintipocos años. Sin embargo, hoy en día, estas concisas declaraciones sobre la tolerancia, la inclusión y la apertura mental suelen ser, aunque no siempre, frases fáciles de usar para quienes buscan alterar las enseñanzas católicas, especialmente en temas como la sexualidad, el género y el creciente papel de la mujer en la jerarquía eclesiástica.

Desde mi propia experiencia, esto no es lo que los jóvenes piden a la Iglesia Católica, particularmente aquellos que parecen estar acudiendo en masa a la misa tradicional en latín.

Como católica de 21 años, puedo decirles sin ambages que no quiero que la Iglesia relaje su postura en nada solo porque a algunos católicos liberales en una reunión sinodal no les guste que la gente se sienta mal cuando se les señala su pecado. Volví al catolicismo a los diecisiete años debido a la postura de la Iglesia Católica sobre la ética sexual, el aborto, la pornografía, el divorcio, la anticoncepción, etc.

Fueron estas duras palabras del catolicismo las que me convencieron de que esta debe ser la verdadera Iglesia. Todas las demás denominaciones importantes han cedido en al menos una de estas posturas, si no en todas. Ante la Revolución Sexual, la enésima ola del feminismo y la creciente exigencia de que no solo se tolere, sino que se celebre abiertamente la ideología LGBTQIA+, la Iglesia Católica se ha mantenido firme en su afirmación de que la postura bíblica y tradicional sobre estos temas es fundamental e inmutablemente verdadera.

Si los jóvenes quisieran estar en un entorno que afirmara constantemente los problemas sociales mencionados, simplemente elegirían no ser católicos. Lo que humildemente imploro a la jerarquía eclesiástica que considere es que la experiencia de un católico de veintitantos años en 2025 es radicalmente diferente a la de hace treinta o cuarenta años.

Hoy en día, los jóvenes católicos viven en un mundo donde es necesario justificar por qué van a la iglesia, en lugar de por qué no. Viven en un mundo donde deben argumentar por qué se casan antes de empezar una carrera, o por qué se casarían en lugar de simplemente cohabitar. Deben justificar por qué están abiertos a la vida y por qué realmente anhelan tener muchos hijos, en lugar de optar por los 1,44 hijos que la mayoría de las mujeres británicas modernas eligen tener.

Los jóvenes católicos quieren que la Iglesia sea un refugio, un santuario donde puedan resguardarse del constante embate de las ideas liberales que enfrentan en la universidad, en el trabajo, en Internet, en los medios e incluso en sus propios círculos familiares y de amistad.

Lo que la jerarquía eclesiástica no entiende de los jóvenes católicos es precisamente esto: que quieren ser católicos. Sin concesiones. Sin cesiones. Sin concesiones. Solo la fe tal como nos la transmitió Cristo hace más de dos mil años. 

 Fuente: The Catholic Herald –Catherine Sullivan

*Los subrayados son nuestros