Declaración del 12 de agosto del Arzobispo Carlo Maria Viganò
En este momento de gravísima crisis espiritual y material en el que los poderes públicos apoyan los planes del Nuevo Orden Mundial y los pastores son cómplices silenciosos ante la destrucción de la sociedad y de la propia Iglesia de Cristo, es nuestro sagrado deber unirnos a la batalla espiritual, alineándonos sin vacilar bajo las banderas de Cristo nuestro Rey y María nuestra Reina.
El Señor ha dado a los obispos y a los sacerdotes el poder de expulsar los demonios en su nombre. Ya el Sábado Santo de 2020, muchos de ellos acogieron mi llamamiento con generosidad y espíritu sobrenatural.
Hoy, me propongo renovar este llamamiento.
Pido, pues, a mis venerables hermanos en el episcopado y en el sacerdocio que dediquen la vigilia de la Asunción de la Santísima Virgen María a la oración y al ayuno, y a recitar el Exorcismo in Satanam et Angelos Apostaticos de León XIII (Rituale Romanum, Tit. XII, Caput III), a la hora de las 12 del mediodía en Roma.
Este sacramental se colocará bajo el manto del más temible adversario de los poderes infernales para que la oración coral de los ministros de Dios aleje de la Iglesia y del mundo las asechanzas del enemigo de la humanidad, que hoy amenazan a la sociedad, a las familias, a los individuos y, de manera particular, a los fieles de Cristo.
El mundo secularizado y, junto con él, no pocos pastores, podrán burlarse de este llamamiento y del propio exorcismo, considerándolo como la herencia de un pasado que debe ser cancelado junto con la Fe de nuestros padres.
Pero sabemos bien que, aunque seamos indignos pecadores, nos ha sido dado por Nuestro Señor un poder que aterroriza a las Puertas del Infierno y a sus servidores.
En el silencio y el ayuno que nos preparan para la fiesta de la Asunción de la Reina del Cielo, invoquemos a la Santísima Virgen, terrible como un ejército en formación de batalla, y a San Miguel Arcángel, patrón de la Santa Iglesia y príncipe de las huestes celestiales.
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