El 11 de febrero de 1858,
la Virgen María se aparecía a la niña Bernardita Soubirous. A partir de ese día las apariciones fueron dieciocho veces en
total, en la gruta de Massabielle, en Lourdes. Como queriendo indicar que el
cielo ratificaba lo que había hecho en la tierra el Vicario de Jesucristo el 8
de diciembre de 1854.
El Papa Beato Pío IX había definido el dogma de la
Inmaculada Concepción de la Virgen María. La definición del dogma fue
ridiculizada por una parte importante de intelectuales, sobre todo franceses, que siguiendo
muchas de las ideas de la Ilustración y de la Revolución francesa profesaban el
agnosticismo, el naturalismo e incluso el ateísmo. Con dichas ideas negaban la
Revelación de Dios a lo largo de los siglos y su plenitud por medio de su Hijo Jesucristo.Negaban la inspiración divina de las Sagradas
Escrituras, la institución divina de la Iglesia y sus dogmas, entre los cuales
el pecado original, y por lo tanto la necesidad del bautismo, la necesidad de la
gracia de Dios para alcanzar la salvación eterna y los principios morales que
se desprenden de las enseñanzas de Cristo, consignadas en los santos evangelios.
En la humilde gruta de
Massabielle la Virgen Santísima viene a recordar las verdades fundamentales de la fe católica que están
siendo negadas y atacadas por los enemigos de Dios y abandonadas por muchos de los bautizados. Al igual que su Hijo Jesucristo, también la Virgen María a través de la persona humilde de Bernardita Soubirous, su confidente, manifiesta que el
Evangelio es y será siempre Buena Noticia para los pobres y humildes de corazón.
María es portadora de la Luz. La única Luz que puede
iluminar el mundo: la luz de la fe cristiana. Sólo esta es la luz verdadera, y María viene a
Lourdes para confirmar a los creyentes en la fe católica y urgirlos para que sean luz para
los demás, en medio de las tinieblas de la impiedad y la increencia que se abaten sobre el mundo contemporáneo.
Desde la cátedra instalada
por la Señora en la gruta de Massabielle, Ella enseña sobre la necesidad y el valor
de la oración: aparece con el rosario entre sus manos, acompaña a Bernardita en
la recitación del santo rosario y pide que se rece por los pecadores.
María hace un llamamiento
a los creyentes para que no olviden la necesidad ineludible de hacer penitencia; esto es, negarse uno a sí mismo, rechazar los errores que se espaden por doquier, apartarse del egoísmo y de toda clase de mal.
Lourdes es una llamada urgente a vivir en profundidad el espíritu de comunión que se concreta en el celo por la salvación de todas las almas: rezar y mortificarse por la conversión de los pecadores.
La celestial Señora hace
brotar el agua de entre las rocas de la gruta, para recordarnos la necesidad
imperiosa de purificarnos de nuestros pecados y manifestar que sólo Cristo es el único que
puede saciar la sed de felicidad y de plenitud que ansía el corazón humano.
En estos dolorosos y tristes tiempos en los que asistimos perplejos a la apostasía de las naciones y a la defección de la fe en el seno mismo de la Iglesia el mensaje de María Inmaculada en Lourdes conserva plena actualidad.
Manuel María de Jesús. F. F.
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