REGNUM MARIAE

REGNUM MARIAE
COR JESU ADVENIAT REGNUM TUUM, ADVENIAT PER MARIAM! "La Inmaculada debe conquistar el mundo entero y cada individuo, así podrá llevar todo de nuevo a Dios. Es por esto que es tan importante reconocerla por quien Ella es y someternos por completo a Ella y a su reinado, el cual es todo bondad. Tenemos que ganar el universo y cada individuo ahora y en el futuro, hasta el fin de los tiempos, para la Inmaculada y a través de Ella para el Sagrado Corazón de Jesús. Por eso nuestro ideal debe ser: influenciar todo nuestro alrededor para ganar almas para la Inmaculada, para que Ella reine en todos los corazones que viven y los que vivirán en el futuro. Para esta misión debemos consagrarnos a la Inmaculada sin límites ni reservas." (San Maximiliano María Kolbe)

lunes, 22 de agosto de 2016

SANTA MARÍA REINA

María es Reina.
La fiesta litúrgica de María Reina fue establecida por el Siervo de Dios Pío XII el 1 de Noviembre de 1954, que señaló su celebración el 31 de Mayo. El año 1969, la Iglesia reforma el calendario romano y traslada dicha fiesta a la octava de la Asunción “Para que aparezca más clara la conexión entre la realeza de la Madre de Dios y su Asunción”.
La clave de la Realeza de María es su Maternidad divina y su vinculación con la finalidad de la Redención, como lo es de todos los dogmas t privilegios marianos. Cristo es Rey porque tiene la plenitud del poder, de la vida, de la luz , de la gracia, de la verdad, y porque todo ha sido hecho por Él (Cf. Jo.1, 3-4. 14. 16) María participa de la realeza del Hijo como Madre y como Corredentora.
Cristo es nuestro Rey porque le pertenecemos como título de conquista por la Redención. María es nuestra Reina porque también le pertenecemos como título de conquista por su íntima cooperación con el Redentor.
Cristo reconoce la realeza de su Madre.
Cristo, “el mejor de los hijos de los hombres” se goza en la realeza participada de su Madre. Por eso, recoge a su Madre al final de su etapa terrestre, se la lleva en cuerpo y alma al Cielo y la corona como Reina (Cf. Apoc.12.1).
Ejercicio de la realeza de María.
La Iglesia no duda en proclamar, alabar, bendecir e invocar a la Virgen María como Reina, especialmente en las Letanías lauretanas que suelen seguir al Rosario.
María es Reina de los ángeles porque es portadora del mayor mensaje: El Verbo de Dios que se hace hombre al calor de su corazón por obra del Espíritu Santo. Es Reina de los Arcángeles porque intercede ante su Hijo por la salvación de todos los pueblo y de todos los hombres. Es Reina de las Potestades porque nace de Ella el que ha vencer para siempre al demonio (Cf. Ge. 3, 13) Es Reina de las Dominaciones porque Jesús Niño quiso someterse a Ella en su infancia (Lc. 2, 51) Es Reina de los Tronos porque Dios mora en Ella de forma privilegiada y excepcional: es la “llena de gracia” (Cf. Lc. 1, 28) Es Reina de los querubines porque es Madre de la Ciencia increada cuya luz brilla en Ella con especial resplandor. Es Reina de los Serafines porque es esposa del fuego del amor divino, al ser Esposa del Espíritu Santo.
María es Reina de los Profetas porque posee los dones del Espíritu Santo al ser llena de gracia. Tiene un especial conocimiento de las cosas divinas y es capaza de predecir que las generaciones futuras la llamaran bienaventurada por ser la Madre de Dios (Cf. Lc. 1, 48-49).
María es Reina de los Apóstoles que preside la oración de Pentecostés, que recuerda a los Apóstoles las enseñanzas de Jesús, que le cuenta las intimidades de su vida que los consuela, anima y fortalece.
María es Reina de los Mártires porque permanece como testigo de la muerte de su Hijo junto al trono de la Cruz, donde está clavado el Rey de los Mártires (Jo.19, 26). Es el martirio de la Madre que contempla la muerte martirial de su Hijo.
María es Reina de los Confesores porque nos atrae hacia Cristo con su palabra, su testimonio y no cesa de predicarnos: "Haced lo que Él os diga" (Jo.2,5).
María es Reina de las Vírgenes porque es virgen antes del parto, en el parto y después del parto, porque es la Virgen-Madre por obra del Espíritu Santo. Ninguna criatura puede amar a Cristo como lo ama su Madre.
María es Reina de las almas del purgatorio porque son almas redimidas por Cristo Rey que miran confiadas a su Madre Reina para que acelere la hora de su purificación y poder ir al Cielo. Confían también en la oración que nosotros dirigimos por intercesión de la Madre, especialmente el Rosario.
María es Reina de la Iglesia peregrina. Es la Iglesia que formamos nosotros. Mientras peregrinamos, la reconocemos como Reina y la invocamos con esperanza firme: “Dios te salve, Reina y Madre de Misericordia”.
María, Reina del Rosario. “Los dieces del Rosario son escaleras para subir al Cielo las almas buenas” Es la oración que canta el pueblo sencillo. El Rosario es la debilidad de nuestra Reina y Madre. Ella nos tiende el Rosario para que nos agarremos a él y conducirnos al Cielo.
María es la Reina de la familia porque es la Reina y Madre del hogar de Nazaret. Ella debe seguir siendo aceptada como Reina y Madre del hogar católico que une al matrimonio, que bendice a los hijos, que les ayuda a ser buenos cristianos.
María es la Reina de la paz porque es Madre del Rey de la Paz. Ella sale a nuestro encuentro y nos pide que recemos el Rosario por la conversión y la paz que el mundo necesita.
Fray Carlos LLedó López, O.P.
http://www.cofradiarosario.net/

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