Entre las diversas formas de devoción mariana, existe una que puede llamarse perfecta. Así se conoce la que enseña San Luis María Grignion de Montfort, fallecido en 1716, en Francia. En su famoso Tratado de la Verdadera Devoción a la Santísima Virgen, nos enseña esta práctica que es el "camino fácil, corto, perfecto y seguro para llegar a la unión con Nuestro Señor". (§152)
El Reino de Cristo, por medio del Reino de María
¿En qué consiste esta perfecta devoción a la Madre de Dios?
Sin pretender agotar un asunto tan vasto, trataremos de presentar las líneas generales de esta devoción, para invitar al lector a profundizar en este verdadero cielo que es el mencionado "Tratado", obra maestra de la piedad mariana.
"Fue por intermedio de la Santísima Virgen que Jesucristo vino al mundo, y es también por su intermedio que Él debe reinar en el mundo" (§ 1). Tal es el designio de la Divina Providencia: el conocimiento y la venida del reino de Jesucristo será consecuencia necesaria del conocimiento y de la venida del reino de María. El reino de Dios en la tierra, pedido en el Padrenuestro - "venga a nosotros tu reino, hágase tu voluntad en la tierra como en el cielo" -, sólo se realizará cuando esta devoción enseñada por San Luis Grignion sea ampliamente practicada en todas partes.
María Santísima, la obra maestra por excelencia del Altísimo, el paraíso terrestre del Nuevo Adán, el divino mundo de Dios, debe desempeñar un papel especial en los últimos tiempos. (1)
En ese período, Ella brillará como jamás brilló, en misericordia, fuerza y gracia. Y tendrá más hijos, servidores y esclavos que en todas las épocas anteriores. Por este medio Jesucristo reinará totalmente en todos los corazones.
No hay nada que nos haga pertenecer más a Jesucristo que la esclavitud de amor a María (2), de acuerdo al ejemplo de Jesús mismo, que por amor a nosotros tomó la forma de esclavo.
Primeramente, sujetándose a permanecer durante nueve meses en el seno virginal de María y, enseguida, dedicando la mayor parte de su vida a la convivencia con su Madre. Dice San Luis Grignion que Jesús dio más gloria a Dios viviendo 30 años oculto, sumiso a María, que si hubiera convertido a toda la Tierra con la realización de los más estupendos milagros.
Una perfecta consagración de sí mismo a María
Lo esencial de la verdadera devoción, advierte el santo, "consiste en el interior que ella debe formar, y, por este motivo, no será comprendida igualmente por todo el mundo. Algunos se detendrán en lo que tiene de exterior, y no seguirán adelante, y estos serán el mayor número; otros, en número reducido, entrarán en su interior, pero apenas subirán un peldaño. (...) ¿Quién, finalmente, se identificará en esta devoción? Solamente aquel a quien el Espíritu de Jesucristo revele este secreto. Él mismo conducirá a ese estado al alma fiel, haciéndola progresar de virtud en virtud, de gracia en gracia y de luz en luz, para que llegue a transformarse en Jesucristo". (§ 119)
María se da al que es su esclavo por amor
La Santísima Virgen, Madre de dulzura y misericordia, viendo que alguien se le entrega por completo, se entrega también por entero y de un modo inefable a quien todo le da. Ella lo hace sumergirse en el abismo de sus gracias, lo reviste de sus merecimientos, le da el apoyo de su poder, lo ilumina con su luz, lo abrasa con su amor, le comunica sus virtudes, su humildad, su fe y su pureza. En fin, como la persona consagrada es toda de María, María también es toda de ella.
¿Puede haber mayor recompensa?
"Todos los dones, virtudes y gracias del Espíritu Santo son distribuidos por las manos de María a quien Ella quiere, cuando quiere, como quiere y cuanto quiere", afirma San Bernardino de Siena.
Por eso, dice San Luis Grignion, en los últimos tiempos el Altísimo y su Santa Madre deben suscitar grandes santos, de una santidad tal que sobrepujarán a la mayor parte de los santos, como los cedros del Líbano aventajan a los pequeños árboles a su alrededor. Por sus palabras y por su ejemplo, arrastrarán a todo el mundo a la verdadera devoción y esto les habrá de atraer enemigos sin cuenta, pero también victorias innumerables y gloria para el único Dios.
San Luis Grignion designa a esos santos con el nombre de "apóstoles de los últimos tiempos", y los describe con palabras de fuego, poco usuales en nuestros días. Serán ellos como flechas agudas en las manos de María, purificados en el fuego de las grandes tribulaciones. Para los pobres y pequeños tendrán el buen olor de Jesucristo. Y para los orgullosos del mundo, un repugnante olor de muerte. Serán nubes atronadoras, sin apego a cosa alguna. El Señor de las virtudes les dará la palabra y la fuerza para hacer maravillas y alcanzar victorias gloriosas sobre sus enemigos. Dormirán sin oro ni plata y, lo que es mejor, sin preocupaciones. Tendrán en la boca la espada de dos filos de la palabra de Dios; en sus hombros ostentarán el estandarte ensangrentado de la Cruz; a la derecha, el crucifijo, a la izquierda, el rosario, en el corazón los nombres sagrados de Jesús y María.
En esa época, las almas respirarán a María, como los cuerpos respiran el aire. Y María reinará efectivamente en los corazones y en el mundo.
Pregunta San Luis: ¿cuándo y cómo sucederá todo eso? ¡Sólo Dios lo sabe!
En cuanto a nosotros, nos cabe rezar y divulgar por el mundo la verdadera devoción a María Santísima. Oportunamente, regresaremos a este apasionante tema.
*Texto escrito por Sr. Roberto Kasuo, publicado originalmente como artículo en la revista Heraldos del Evangelio nº23 (Nov 2003).
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